Dedicado a: @karlaasuan
Mi nombre es Paul. Paul Parker, y, esta, es mi triste y hermosa historia. Yo soy trabajador, o, más bien, doctor, o, algo similar, en un hospital psiquiátrico. Todo comenzó de la siguiente manera:
Hacía una semana de mi cumpleaños y estaba aún de vacaciones. Pensaba ir al bar “Capiona”, ubicado en el pueblo a las afueras de la ciudad. La verdad, suelo ir allí cuando estoy solo. Lo estoy siempre, pero casi siempre estoy ocupado con el trabajo. No tengo amigos por mi escasez de tiempo. Tampoco tengo familia, no apoyaron el trabajo en que me quería desempeñar. Es...complejo. Yo solo quiero comprender a aquellas personas que la gente etiqueta de “locas”. Es que, suena raro pero, para mí, la “locura” no es más que otro modo de cordura. Después de todo aquellas personas “locas” tienen su propia realidad, realidad en la que hacen lo que no logran, se atreven, o comprenden aquellas personas que dicen de sí mismas que están “cuerdas”. En fin, los pocos que han escuchado eso han dicho que estoy tan loco como mis pacientes. Supongo que no me entienden. Pero bueno, no hablamos solo de mi, mejor sigamos la historia. Una vez en el Capiona me dirigí a la barra.
—Hace un buen día. ¿Qué opinas tú?, Aldo—dije al tabernero
—¡Paul!, ¿qué puede servirle este humilde empresario al loco más cuerdo del pueblo?—me recibió como siempre, él es muy burlón. De hecho, tiene la costumbre de servir orina en lugar de alcohol a los “forasteros” la primera vez que llegan.
El Capiona no es el lugar al que querrías llevar a tus hijos a desayunar, hay personas de todo tipo. Sin embargo, hoy estaba muy relajado.
—Cualquier cosa comestible. Muero de hambre—contesté
—Val...—Aldo fue interrumpido por un grito ensordecedor
—¡Viene del baño!—exclamó alguien
Aldo y yo nos dirigimos al baño. Era, por lo visto, en el baño de las chicas. Una joven que estaba en perfecto estado físico estaba sentada en el suelo mientras gritaba de dolor. Había otra persona ahí tratando de calmarla pero era en vano.
—¿Qué sucedió?—dijo con autoridad Aldo
—No lo sé señor. Solo llegaba para mi turno de trabajo en la cocina y, al escuchar el grito pedí a los demás clientes del bar que se quedaran fuera y me dejaran encargarme—dijo ese otro tipo que al parecer era uno de los cocineros del bar
Yo observaba la chica, balbuceaba algo. Era como si, como si estuviera pidiendo ayuda. Entonces noté un collar con una chapa en su cuello.
—Dejame ver algo—dije al cocinero una vez me acerqué
Este último observo a su jefe dudoso y recibió un gesto en señal de aprobación
—Hola—le sonreí a la chica mientras revisaba su placa—Soy Paul—me sorprendí al ver lo que decía la placa—Estoy aquí para ayudarte. Respira.
—¿Eres bombero?—preguntó con una voz muy dulce
—¿Bom-bombero?—pregunté dudoso
—Sí, sino cómo me ayudarás a salir de entre los escombros—añadió ella
Entonces caí nuevamente en lo que decía su placa. Su nombre era Clara Lout, es una paciente esquizofrénica.
—Sí, lo soy. Voy a hablar con mis compañeros. Ahora vuelvo—fui con Aldo
—Es una paciente esquizofrénica. Hay un número en su placa, probablemente sea su familia. Anota y llama—dije a Aldo para luego darle el número
—Vale—contestó—Más te vale ayudar a la chica y no darle mala, es decir, peor fama de la que ya tiene a mi bar—dijo a modo de broma y se marchó al teléfono
Volví con la chica
—Ya estoy—dije
—¿Volviste a por mí?—preguntó
—Sí, es mi trabajo—contesté
—Vale, soy Clara—dijo sonriendo
—Vale, Clara, te sacaremos de aquí. ¿Podrías describirme lo que ves?—pregunté
—Un poco de basura y escombros en frente. Podría empujarlo pero no sé si es seguro—dijo Clara
—Sí, mis compañeros dicen que es seguro—seguí con el teatro. No se sientan confundidos. Yo opino que, para tratar con locos, debemos creernos su locura. Quizá por ello digan que soy el loco más cuerdo de todos
—Vale, comenzaré a mover las rocas y escombros—dijo e hizo un gesto con sus brazos como si en serio empujase algo. Luego se puso de pie y yo hice lo mismo frente a ella.
—Tú... ¿Tú eres quien me ayudó?—preguntó ella agradecida.
—Sí—contesté
—Gracias—ella sonrío, pero su expresión facial cambió de pronto. Nos dió un poco de olor a humo desde la cocina y al parecer eso provocó otro cambio en ella.
—¡Fuego!—dijo asustada
—Todo, todo es fuego. ¿Voy a morir?—comenzó a llorar y juntó su cara a mi hombro
—Ya, calma, todo estará bien—le abracé y acaricié el cabello
—P-pero justo ahora, justo ahora vi fuego—replicó ella
—Calma, vuelve a mirar—le repetí con calma y ternura
Ella levantó la mirada con cuidado y luego, con pena, dijo:
—Tienes razón—entonces ella me abrazó con algo de fuerza—Gracias—sonrío separándose de mí
En ese preciso instante entró al baño Aldo acompañado de un hombre de unos cincuenta y tantos.
—!Pa¡—Clara corrió hacia el acompañante de Aldo y le abrazó
—Gracias por contactarnos—dijo el desconocido, emocionado, a Aldo, mientras abrazaba a Clara—Soy Max
—Es lo menos que debía hacer. Es decir, el Capiona tiene mala fama, pero no por ello todos somos malos aquí. Además, a quien debe agradecer es a ese chico—dijo Aldo y me señaló—Él notó la placa y tranquilizo a su hija. El es el héroe de esta historia
Max me miró y dijo:
—Gracias...—se quedó esperando para oír mi nombre
—¡Oh!—reaccioné al notar que esperaba por mi nombre—Soy Paul
—Gracias Paul—prosiguió—Clara es una joven un tanto especial. Padece de esquizofrenia. Pero es una variedad bastante rara. Ella y su estabilidad mental son muy fragiles—comenzó diciendo
—¡Papáaa!—Clara interrumpió a su padre reaccionando como una adolescente de la que acaban de revelar un secreto vergonzoso
—Es como una niña—pensé—ahora que recuerdo, su placa decía su fecha de nacimiento. Si calculo su edad obtengo.... 23, tiene 23 años, es un año menor que yo—seguí diciendo para mis adentros
—Papá. Me avergüenzas. No digas esto en público—dijo ella en el mismo tono que antes
—Tranquila, solo estamos nosotros tres aquí—dijo Max y me percaté de que Aldo había abandonado el baño, probablemente para volver a su puesto tras la barrabarra
—Vale—dijo Clara luego de revisar que no hubiese más nadie
—Verás, ella....tiene alucinaciones muy reales y fuertes. Al punto de olvidarse de su entorno. Por lo que me dijo el dueño ya lo viviste. ¿En qué situación estaba?—continuó Max
—Ella estaba bajo unos escombros y, luego, en medio de un incendio—dije—A todo esto, ¿alguna vez han ido al hospital psiquiátrico cercano?—proseguí
—Ya lo hicimos. Fuimos al psiquiátrico hace muchos años. Ella comenzó a experimentar estás cosas desde los 7 años. Me dijeron allí cómo tratarla. Debía hacer que no tuviera muchos sustos. Que solo supiese de felicidad. Por eso nos mudamos al campo, a las afueras del pueblo. Para que todo fuera calma y no se den tantos casos como ese que hubo antes. Nuevamente gracias—dijo Max
—En serio, no es nada. Por cierto. ¿Tiene hora?—dije eso último para sacar tema de conversación
Max miró en su reloj de muñeca y contestó:
—Cuarto para las doce
Entonces yo asentí y dije:
—Con su permiso y, pidiendo perdón por mi descortesía, iré a la barra a pedir algo para almorzar, muero de hambre—dije caminando hacia la puerta del baño
—Pa, ¿podemos invitarlo a comer en nuestra casa?—preguntó Clara
—Hija, ya lo oíste, no sabemos si tenga planes. Deberías preguntarle—contestó Max
Fue entonces cuando yo iba saliendo del bar y me detuve sorprendido al sentir que alguien me tomó la mano, ese alguien era Clara
—¿Sucede algo?—pregunté algo confuso al no entender qué pasaba
—Mi padre, es decir, yo—por alguna razón hizo una pausa y se sonrojó—me preguntaba siquerrias venir a almorzar con nosotros—terminó de decir
—¿Al-almorzar?—pregunté algo sorprendido
—Clara quiere saber si puede invitarte. Yo le dije que estaba bien pero quizá tenías planes. Entonces ella salió disparada a preguntarte—dijo Max luego de salir del bar—Pero al parecer ya comiste algo—añdió este y, por alguna razón, el rostro de Clara pareció lucir, ante mis ojos, un poco decepcionado
—No—contesté—Olvidé que la comida del Capiona aún no es comestible. Así que me iré a comer a otro sitio—añadí
—¡Pero hombre!, ¿cómo voy a dejarte así?, solo y con hambre. No hay más establecimientos que sirvan comida en una gran distancia. Por qué no nos acompañas—insistió Max
—Gracias, pero no quiero molestar—dije
—Nah, no eres molestia. Es decir, quién sabe qué habría sido de Clara si tú no hubieses aparecido
—¿Por qué no vienes? ¿Acaso no te agrado?—me preguntó Clara algo triste, como si se tratara de una niña pequeña
Yo resoplé sin más remedio que aceptar la invitación y dije, sacudiendo la cabeza mientras reía:
—Por lo visto no se van a rendir. Son un caso perdido. Acepto la propuesta
—¡Wiiiiiiii!—expresó Clara contenta, levantando los brazos
—Pero que conste que es para que no me sigáis dando la lata—dije para excusarme. Se me hacía un fastidio admitir que esa chica me caía, después de unos minutos, tan bien, como para no poder rechazar su oferta
—Vale, aunque recuerda algo, Paul, el diablo, sabe mucho más por viejo—contestó Paul cómo insinuando que dijese lo que dijese yo no podría engañarle
Por mi parte me encogí de hombros mientras observaba a Clara, que seguía contenta porque yo iría con ellos. Ella, luego de levantar los brazos, comenzó a correr de un lado a otro, emocionada y dando pequeños saltitos. Ahora, parecía un poquillo más cansada, pero seguía celebrando, esta vez bailaba en el lugar. Fue cuando Clara reaccionó diciendo:
—¿Eh?, no entendí eso último
—Quiso decir que se sabe más por edad que por cualquier otra cosa—aclaré la duda de la chica
—Comprendo. Por cierto, ¿nos vamos ya?—dijo Clara mirándome
—Eso... eso no depende de mi—contesté para mirar a los ojos a Clara, y luego a su padre. Por alguna razón me quedé observando a Clara—Ella es muy linda—pensé—¿Pero en qué rayos estoy pensando?—continué diciendo para mis adentros mientras que, sin darme cuenta, mis mejillas se enrojecían un poco
—¿Te sientes bien?—me preguntó Clara
—Sí, por qué preguntas—contesté
—Nada, es solo que tus mejillas, están rojas, o al menos rosadas, además, te noto tenso—añadió Clara
Por alguna razón no sabía qué decir. Es que, después de todo, lo pensé con todas sus letras: “Ella es muy linda” Y...Pues lo era. Medía cerca de 1.70, no parecía llegar por pocos cm. Su cabello era largo y rubio, como la mazorca de maíz más amarilla, o el más bello girasol. Este también era rizado. Un mechón de pelo enredado por los rizos le caía entre las cejas hasta la nariz. Su rostro tenía facciones muy delicadas. Sus labios eran finos y muy rojizos, más que mis mejillas en aquel momento. Sus ojos eran verdes, pero un verde realmente claro. Demasiado, tanto que podrían compararse a las esmeraldas, o quizá, las rocas de jade más bellas de este mundo. Su nariz era fina y pequeña. Y sus orejas perfectas quedaban escondidas bajo su pelo. Y, por lo demás, es decir, su cuerpo, digamos, para no sonrojarme más, que era preciosa, como si la hubiesen esculpido los dioses. Creo que ya entienden por qué yo estaba embobado en aquel instante. Fue entonces cuando Max interrumpió aquel tierno, raro y vergonsozo momento:
—Ejem—tosió a propósito—Vamos, la camioneta está detrás del bar, en el estacionamiento
Yo por mi parte logré volver a la realidad. Entonces Max y su hija comenzaron a caminar de la mano para ir donde la camioneta. Es en ese momento cuando pasan por mi lado y, Clara, dice riendo:
—Eres raro, gracioso, pero raro—hace una pausa—Eso me gusta—entonces me guiña un ojo sin que su padre lo note
—Va-vale—dije una vez siguieron en un tono que solo yo pude escuchar
—Qué rayos es esto. Por qué me siento así, en las nubes—pensé
—Dicen que así se siente enamorarse—escuché en mi cabeza
—No es posible, a penas la conozco—murmuré
—Tú lo dijiste, es muy linda—volví a escuchar esa inconveniente voz en mi cabeza
Estaba pensando en qué responder a mí mismo, o lo que sea que fuera aquello que hablaba conmigo. Entonces Max gritó:
—¡Ey, Paul! ¿Vienes o qué?
—¡Ya voy!—contesté mientras me dirigía al estacionamiento
—Qué fue eso de antes—pensé—Ya me estaré volviendo loco, era de esperarse. Tan joven y trabajando en un psiquiátrico, seguramente algún día me atenderán y “cuidarán” mis compañeros de trabajo—me di por incorregible
Cuando les alcancé noté que la camioneta tenía dos asientos delanteros y dos asientos traseros. Max y compañía estaban sentados al frente así que entré, sin más remedio, a la parte de atrás.
—Listo, ya podemos partir—dijo Max
—¡Espera!—voceó Clara antes de que su padre pusiera en marcha la camioneta
—¿Sí?—interrogó Max
—Quiero ir atrás con él—dijo Clara en el oído de su padre, lógicamente, yo no pude escuchar nada
Noté que Max asintió, señal de que le dio permiso a su hija para lo que sea que se le hubiese ocurrido. Luego la vi a ella bajarse de la camioneta y subir conmigo. Eso hizo que me pusiese tenso, como antes
—Hola—dijo ella de forma dulce
—Ho-hola—contesté
Por alguna razón ella comenzó a reír
—¿Ya están listos?—preguntó Max
—Sí—dijo Clara y se recostó a mi hombro—Me gusta cuando estás ahí, me hace sentir a salvo, como en el incendio—me dijo
Mientras, yo no paraba de cuestionar en mi cabeza:
—¿Por qué....? ¿Por qué confías así en un desconocido? Comprendo tu condición, y también que debido a ello te comportes como una adolescente o una niña realmente inconsciente e inmadura, estoy acostumbrado pero.....nunca, ninguno de mis pacientes, ha confiado así en mí, menos solo de verme una vez—fue entonces cuando Max interrumpió mis pensamientos, dándoles una respuesta clara, o, algo así, al decir:
—Es increíble. Al parecer le importas mucho. No suele comportarse así con nadie, muy pocas veces conmigo
—¿Estas celoso papá?—dijo ella acurrucándose, cada vez más, en mi brazo
—No, para nada. Solo estoy sorprendido. Además, es algo, ¿lindo?, verte así de confiada—contestó Max
—Eso es porque el me salvó de un incendio—añadió Clara, quien ya me estaba abrazando por el abdomen
—Cierto—Max dejó escapar un pequeña risa—Gracias—dijo mirándome por el espejo retrovisor
—No tienes que agradecer—dije y noté que Clara había recostado su cabeza, boca arriba, en mis piernas, mientras me miraba sonriente. Luego extendió sus brazos sin establecer contacto conmigo, y cerraba y abría las palmas de sus manos, como si agarrase algo
—¿Ella...?—dije algo dudoso a Max
—Sí—él me contestó luego de mirar por el retrovisor—Ella esta teniendo otra de sus alucinaciones. Pero está bien, es pasiva, no está dando gritos—me explicó
—Vale—suspiré calmandome—¿Qué estará viendo?—pregunté
—Veo un príncipe—dijo ella sonríendo mientras me revolvía el cabello. Realmente me molestaba que me despeinaran así que hice un mohín y le dije:
—¡Ey, no hagas eso!
Ella negó con su cabeza mientras se desternillaba de la risa por mi reacción y seguía despeinandome para molestarme. Mi reacción, ¿graciosa?, no se hizo esperar. Inflé los cachetes y resoplé fingiendo molestia. Ella se levantó mientras reía, pero en lugar de sentarse a mi lado, en el asiento, se sentó en mis piernas, dándome la cara en serio me había pillado confianza
—¿Q-qué haces?—musité con mis mejillas ardiendo, mientras una gota de sudor resbalaba por mi rostro, quizá por la tensión, quizá por los nervios, o quizá por ambos.
—Gracias, te quiero—me dijo al oído para luego quedarse dormida sobre mí
—Eres bastante rara—pensé mirándola
—¿Está dormida?—preguntó Max por el retrovisor
Asentí algo nervioso y él volvió a decir:
—Debe de confiar mucho en ti para haberse quedado dormida sobre ti
Asentí en silencio una vez más
—Abrazala, podría resbalarse a un lado y caerse
—Vale—hice lo que dijo
—Relajáte hombre, que no te mataré—hizo una pausa—no hasta que no le hagas algo raro o malo a mi niña, ¿entendido?—dijo esto último en un tono fuerte, firme y serio
Yo estaba nervioso, o sea, no se me había pasado nada raro por la cabeza y ya me estaban advirtiendo. Miré un poco a Clara antes de dar una respuesta. Max, que ya se estaba impacientando, dijo en el mismo tono:
—¿Sí o no?
—Esas...esas no son mis intenciones—le miré por el retrovisor—¿Puedo llamarle Max?
El asintió y dijo:
—Es mi nombre. ¿De qué otra manera me llamarías?—preguntó
—Vale. Como decía. No son mis intenciones. Yo solo quise ayudar. Además, nunca tengo tiempo por el trabajo—dije
—¿Trabajas mucho?—preguntó y asentí
—Ya veo...supongo que tu familia te extrañará—añadió
—¿Familia? No tengo. No me apollan—contesté sin dejar de mirar a Clara
—¿No te apoyan?—preguntó sorprendido y negué con la cabeza
—Perdona la expresión pero tus padres son...
—Unos monstruos, lo sé—le interrumpí
—¿Cómo...?—intento decir pero le volví a interrumpir
—¿Cómo sabía que dirías eso? Lo dicen todos, estoy acostumbrado—contesté
—Entiendo, debe ser duro. Se supone que mientras vivamos debemos darle todo nuestro apoyo a nuestros hijos en cualquier decisión que tomen—dijo él
—Pues eso no venía en el manual de “¿Cómo ser buena familia?” de todos en mi antiguo hogar—añadí
—Y debido a qué te abanaron—preguntó
—Mi trabajo—contesté mientras me acerque un poco más a Clara para oler su cabello. Ese aroma era especialmente dulce
—¿Dónde trabajas?—preguntó intrigado
—En el psiquiátrico cercano—contesté. Al parecer mi respuesta lo dejó en schok, o algo así, por lo que perdió el control de la camioneta por un segundo pero logró frenar. Mientras, Clara, aún seguía en mis brazos, dormida, fresca como lechuga.
—Baja de la camioneta y hablemos—dijo en un tono opaco
Yo me limité a asentir y bajar de la camioneta. Por alguna razón creía que Max me dejaría tirado en medio de la nada pero, para mi sorpresa, el también bajó:
—Tengamos una conversación sincera—frunció el ceño—A Clara la engañas pero no a mí. ¿Te enviaron ellos? ¿Te enviaron para internar a Clara?—añadió
—Max, respira. Estás paranoico—dije mostrando mis manos para calmarlo
—Se sincero, Paul. ¿Ellos te enviaron para llevártela?—repitió
—¿Quiénes son ellos?—pregunté
—Las personas, del psiquiátrico. Hay personas muy malas ahí—dijo
—¿Personas? ¿Psiquiátrico? ¿Malas? ¿Acaso te escuchas?—le dije para calmarlo
—Mira, Paul, Clara no dio a parar al bar Capiona solo por casualidad—dijo
—¿Podrías ser más específico?—dije siguiéndole el juego. Para este punto yo comenzaba a creer que Max estaba loco. Pero lo que dijo a continuación, eso pareció bastante real
—Paul. Mi ex mujer, la madre de Clara, estaba loca de atar. La internaron en el psiquiátrico, después no supimos de ella en los primeros tres años de vida de Clara. Ella apareció dejando un diario, nunca más la vi. Hablaba cosas horribles de lo que sucedía dentro del psiquiátrico. La última página decía “Cuida a Clarita”. Mira, Paul, piensa lo que quieras ahora, pero dame la oportunidad de demostrarlo. Yo no confío en ti, pero Clara sí. Además, llamaste a mi celular cuando la encontraste. Si fueses de ellos no lo habrías hecho, la hubiesen internado automáticamente. Al menos dime, ¿cómo tratas con tus pacientes?
—A ver, Max, esto que dices parece una locura, pero, para mí, nada es lo suficientemente loco. Son mis... ¿principios?, sí, creo que es la palabra justa y adecuada. Así que te daré una oportunidad para demostrar lo que dices—miré a la camioneta—Me sentiría muy mal si algo le sucediera a Clara. Y, respondiendo a tú última pregunta. Ninguno de mis pacientes conoce los electro shock's. Solo...converso con ellos y les entiendo. La mejor manera de entender a un loco es hacerle creer y creerse que es real todo lo que dice. Eso te trastorna un poco desde el punto de vista psicológico, pero estoy bien con ello. Me ayuda para demostrar mi concepción del término “locura”—dije
—Te escucho—contestó
—Locura...desde donde yo lo veo no es más que otra manera de cordura. Las personas cuerdas—hice comillas con los dedos—llaman loco a aquello que no entienden, comprenden o harían. Por eso se niegan a entenderlos. Uno de mis pacientes es un asesino en serie. Tambien juega al ajedrez, tenía tantas formas de asesinar y tantas víctimas como maneras de ganarme en cada partida. Cada vez que relataba sus memorias era escalofriante. Pero incluso él tuvo sus motivos para matar. Todos fueron traumas de su niñez. No somos más que simples marionetas del pasado. Estoy acostumbrado a interactuar con personas locas de atar y le digo algo. Su hija, Clara, su esquizofrenia, no es algo que haya visto antes. Pero puede estar tranquilo, su hija no está loca. Solo ve el mundo desde una perspectiva que el resto de las personas hemos ido olvidando a medida que fuimos creciendo—me expliqué
—¿Tú también le pillaste cariño?—preguntó
—Algo así.... Por cierto, ¿cómo que también?—dije
—Nada, es solo mi forma de hablar—dijo
—Entiendo. ¿Hay algo más que deba saber de la condición de Clara?—pregunté
—Sí—dijo
—Soy todo oídos—añadí
—Verás, como de seguro imaginas, la condición de Clara tiene efectos secundarios. Su mente no es como las demás así que mientras mayor sea la cantidad de trastornos y problemas que le causen situaciones como la que se dio en el bar Capiona, menor será su estabilidad mental. Mientras menor sea esta, mayor probabilidad tendrá de sufrir un derrame cerebral. Clara, con suerte vivirá hasta los 50, o quizá los 60. Pero si no la cuido de esos problemas podría reducirse considerablemente su tiempo de vida—explicó
—Comprendo—dije mirando al suelo—¿Puedes hablarme más sobre esas personas que quieren llevarse a Clara? Quizá por qué quieren llevarsela—pregunté
—Quieren hacer con ella las mismas cosas que con su madre—dijo él algo triste—cuando lleguemos podrás leerlo por ti mismo. Ahora, volvamos a la camioneta—añadió y subimos
Yo me senté junto a Clara, y Max, que ya había entrado al vehículo, dijo:
—Deberías volverla a cargar. Se sentirá mal si despierta y ve que le hiciste a un lado
Volví a subir a Clara sobre mí y, en un momento en que Max no miraba, le di un besito en la frente
—Si quieres puedes dormirte tu también. Aún queda un poco para llegar—me dijo Max
—Vale—asentí y me acomodé
—Por cierto, Paul. Es altamente probable que ellos vengan con alguna idea para llevársela—añadió Max
Por mi parte asentí y me quedé dormido
Al cabo de un rato la camioneta se detuvo, yo aún seguía dormido, y sentí a Clara removerse encima de mí
—Despierta—decía mientras me movía con cuidado, empujándome por el hombro derecho
Yo seguía dormido, pero por alguna razón seguía pensando en lo que dijo antes Max
—Esto es una locura—decía en mi subconsciente—Pero...esos ojos, cuando Max me explicó lo que sucedía, él parecía muy serio. Se veía, preocupado. Podría haber sido real. Dijo tener pruebas. Además..... Clara, fuese lo que fuese aquello que decía Max, si pasaba lo que sea que el temía, algo malo pasaría a Clara—su imagen, por alguna razón, pasó entonces por mi cabeza—Cla-ra—esraba un poco aturdido, pero bastante claro en mis ideas
—Des-despierta—sonó la voz de Clara en el exterior, eso me hizo volver a la realidad
—Despierta—repitió Clara zarandéandome—¡Ey, despierta—
—¿Eh?—dije medio dormido, o, más bien, dormido y medio
—¡Despertaste!—dijo contenta, bajando de encima de mi y colocándose a mi lado
—Creo—tenía los ojos entre abiertos—que no—sonreí y volví a cerrar los ojos
Ella dejó salir una risita tímida y dijo:
—Vale, si aún sigues dormido...—se encogió de hombros y se acercó mucho, demasiado, tanto que yo podía sentir su respiración en el rostro
—¿Qué haces?—pensé mientras abría ligeramente mi ojo derecho, para verle. Ella resultó estar verdaderamente cerca, eso provocó que mis mejillas ardieran un poco
Pude ver cómo Clara me miraba con ternura, como antes, cuando me abrazo al subir en la camioneta. Entonces ella atendió con cuidado a todas partes, como si vigilara que no hubiese alguien. Luego se me acercó al oído y repitió:
—Gracias—entonces me besó en la comisura de los labios y se alejó de la camioneta, en dirección a una casa
Una vez observé que había entrado en la casa me levanté del tirón, sorprendido, sonrojado y confuso, tanto, que olvidé que estaba dentro de la camioneta y me golpeé con el techo de esta en la cabeza
—¡Ay!—exclamé por el dolor—Eso de antes—dije calmandome—Eso de antes...¿le gusto?—para este punto mi cara estaba como un tomate, y mis mejillas ardían mucho, demasiado para mi gusto—Nah, es solo por su condición, seguro hubiese visto un príncipe en cualquiera que la hubiese ayudado—dije para tranquilizarme
—Pero eso no quita el hecho de que la chica te gusta—dijo esa voz traicionera en mi cabeza
—¡Cállate!—le grité apenado a esa voz
—Debo entrar—murmuré observando la casa
Salí de la camioneta morosamente y me detuve a observar todos los detalles de todo lo que allí había. No paraba de cavilar en las palabras de Max, pero la decoración de todo era increíble. Desde mi posición se veía bastante grande. La reja de la entrada era muy ancha y, quizá más del doble o el triple de larga. La verdad, el enrejado era demasiado extenso, parecía llevarse una o dos, o quizá más, manzanas, tanto en largo como en ancho, aunque, debido a lo apartado que estaba del resto de la civilización parecía más bien un rancho o una finca, ojo, me refiero al tamaño, todo se veía muy refinado y cuidado como para ser un simple rancho. Las rejas tenían un diseño bastante curioso y atrayente, y, en la cúspide de esta, un rombo muy similar a los “diamantes” de la baraja de cartas americana. La reja era de color negro y el diamante de la cima era color blanco. Entré por la puerta de esta y me vi ante un hermoso jardín delantero. Un camino bordeado por hermosas piedras de colores que daba a parar a la puerta de la casa. Una pequeña fuente con un bebedero para aves. A unos metros de esta un comedero para aves. Unos cuantos árboles robustos que daban mucha sombra y servían de cobijo a las muchas aves que, de seguro, irían allí a pasar la noche. Fue cuando llegué a la puerta sin notarlo, incluso “me pegué un portazo en las narices”
—Auch, ¿qué demonios tengo hoy con los golpes?—murmuré mientras tocaba al timbre
Entonces la puerta, que parecía de una madera bastante resistente, y tenía una vidriera con colores muy vivos, se abrió, encontrándose del otro lado Clara. Esta sonrió y, con mucha naturalidad, como si fuera una niña pequeña, dijo:
—Creí que fingirías estar dormido para siempre—entonces repitió la misma acción que cuando estuvimos a solas en la camioneta causando que mi cara volviese a tomar el color de un tomate
—¿Q-qué haces?—miré a un lado para no sonrojarme más—Mierda, Max me va a matar—pensé
Ella no contestó, solo se dignó a dibujar una sonrisa tímida y tomarme de la mano para hacerme entrar
—Pasa—entrelazó sus dedos con los míos y me jaló hacia dentro
—¿Qué rayos haces?—pregunté nervioso, en cambio, mi atención fue desviada de forma rápida a la decoración del salón principal. Todo era divinamente perfecto y precioso. Verdaderamente no tenía nada que envidiar al jardín delantero
—¿De dónde salió todo esto?—pensé
—Papá es dueño de una compañía telefónica—dijo ella como si hubiese leído mi mente
—Vale—dije casi sin voz por lo sorprendido que estaba cuando llegamos al comedor, donde esperaba sentado Max
—Creí que nunca pararías de dormir—dijo el padre de Clara mientras miraba a mi mano, que estaba sujeta de forma comprometedora a la de ella
—Esto...—dije levantando la mano que Clara no soltaba— Puedo explicarlo—añadí con un hilo de voz
Entonces clara me soltó y dijo:
—¿Eh, qué-qué sucedió?—
—¿Una alucinacion?—dijo Max y Clara solo asintió
—Eso, por su parte, fue, ¿astuto?—pensé
—Tomen asiento—dijo el viejo señalando a la mesa que ya tenía platos y cubiertos servidos y colocados correspondientemente
—Vale—dijo Clara y nos sentamos, ella insistió en que “el héroe que la rescató del fuego” se sentase a su lado
—Padre, ¿qué tal si “Pau” se queda aquí a pasar la noche?—dijo ella
—¿Pau? ¿Se refiere a mí?—pensé
—No sabemos si Paul—comenzó a decir Max e hizo énfasis en mi nombre, quizá para que Clara lo dijese bien y no me pusiese un apodo—tiene cosas que hacer. Antes me contó que su trabajo le ocupaba mucho tiempo—añadió
—¿Te puedes quedar?—dijo Clara apoyándose a mi brazo y poniendo cara de gato con hambre
Yo no sabía qué decir. O sea, quería dar una respuesta positiva a la pregunta de la chica pero la decencia, la educación, y, sobre todo, la cara con que me miraba Max, me obligaron a dar una respuesta negativa
—Owww—añadió ella triste—¿Y de qué trabajas?—me preguntó
—Soy trabajador del hospital psiquiátrico—contesté con miedo de que reaccionase como su padre
—¿En serio?—dijo con un raro tono de emoción
—Sí, ¿por?—pregunté algo confundido por su reacción
—¿Ves papá?—Clara se volteó a su padre—Él puede ayudarnos con mi esquizofrenia—dijo señalandome
Max dejó escapar un suspiro cansado y comenzó a decir:
—Hija...—entonces alguien tocó la puerta con unos fuertes golpes
—¿Abro?—dijo Clara inocentemente. A dicha acción su padre sacudió la cabeza en señal de negación
—Voy yo—dijo Max y luego se dirigió a la puerta
—Hola, Maxwell, llevamos tiempo sin vernos—dijo el desconocido luego de ser recibido en el salón principal
—¡Pau, debes ayudarme!—dijo Clara muy asustada al escuchar esa voz desde su asiento
—¿Eh?—no supe cómo reaccionar
—Ese hombre, es muy malo. ¡Es un demonio!—Clara sujetó con fuerza mi brazo y escondió su cara en mi pecho—¡No dejes que se me acerque!—dijo con la voz quebrada, emitiendo ese sonido ahogado de cuando estamos a punto de romper en llanto
—¿Es otra alucinación?—dije para mis adentros—Pero es raro, ni siquiera le está viendo. Quizá sea algún recuerdo traumático. En ese caso sucedió algo relacionado con esa persona. Será mejor escuchar—seguí pensando
Mientras, en el salón, ese hombre decía a Max:
—Maxwell, el punto es que para que tu hija se esté escapando, mejor debe estar internada, donde le cuidaremos adecuadamente
—¿Internada?—pensé—Ese hombre viene del psiquiátrico, eso seguro, pero, lo mas importante, Max tenía razón—miré a Clara
—Yo te protegeré, después de todo soy tu príncipe—le di un beso en la cabeza intentando calmarla
Ella levantó la vista, hasta entablar contacto visual, lentamente, de forma muy tímida. Entonces me dijo con lágrimas en los ojos:
—Pau, ese hombre me quiere separar de papá. No dejes que lo haga
Ella, su tono de voz, estaba muy, pero muy asustada
—Tranquila, yo te cuidaré—le estreché entre mis brazos mientras escuchaba la conversación que acontecía en el salón principal:
—Maxwell, tu hija no puede quedarse sola aquí, ya viste cómo se escapó. ¿Y si le sucediera algo?—dijo el visitante
—Nunca lo había hecho, ella no es así, algo debió haberle perturbado, quizás—contestó Max
—Maxwell, siempre hay una primera vez para todo en la vida. No sabemos qué demonios provocó que tu hija se escapase. Puede volver a suceder. Lo suyo sería que algún psiquiatra viniese a ayudarte con ella pero...te niegas a ello, y tampoco es como que alguno esté tan loco—hizo comillas con los dedos al decir lo úmtimo mientras reía, probablemente creyó que era el mejor chiste del mundo—como para dejar su puesto, su buró cómodo en su oficina, con su trabajo tranquilo con sus pacientes, para venir a cuidar de tú hija—atacó el extraño
—Podrías obligarlos, eres el director del psiquiátrico—dijo Max intentando voltear el juego a su favor
—¿Director?—pensé—Ese hombre...¿es el director del psiquiátrico?—mi cabeza estaba girando a mil, o, medio millón, por hora. Aquello era de locos, pero, por algún motivo, todo lo que dijo Max anteriormente comenzaba a encajar
—¡Oh!, Maxwell, sabes que no funciona así. Si obligo a mis trabajadores a hacer algo que no quieren, ¿qué crees que harán?, ellos van a renunciar, o a saber qué harán y cómo tratarán con tu hija—dijo el director
—¡Pero Collins!—reclamó Max
—Sr Collins, o Dr Collins, para ti—corrigió el otro—Y no, nada de peros—añadió
—El anterior director fue quien decidió el tratamiento de Clara, si el aún fuese el director no hubiese dudado en destinarnos algún trabajador—repuso Max
—Es una pena, pero él ya no es el director del centro. Ahora soy yo, y no puedo destinarte a ningún trabajador—dijo Collins
—Pero sabes claramente que si mi hija se va de aquí y es encerrada en una habitación, sin importar las comodidades y buenos tratos, empeorará gradualmente—volvió a insistir Max
—Y si eso pasa...su cabeza...ella—pensé y miré a Clara—Déjame pararme un momento—le dije con suavidad
—¿Qué harás?—me preguntó dudosa, luego de entablar contacto visual
—Te salvaré—sonreí y me acerqué a su oído—princesa—añadí con ternura
—Vale—dijo sonriendo con las mejillas rosadas
Me puse de pie y fui al salón. Clara se levantó en silencio y me siguió lentamente, escondiéndose detrás de mi. Entonces oí decir a Collins:
—Y, sin más dilación, dado que no hay ningún trabajador dispuesto a abandonar a sus pacientes, iré a comunicarle a Clara Lout lo que sucederá
—Yo estoy dispuesto a aceptar el cargo—dije firmemente en frente a Collins, quien se había puesto de pie
—¡Paul!—se escapó de entre los labios de Max, al parecer no esperaba que yo diese ese paso
—Y usted es...—dijo Collins inspeccionandome de pies a cabeza
—Paul, Paul Parker, el loco más cuerdo del mundo—hice una reverencia burlona
—Interesante—dijo Collins
—Me ofrezco a cuidar y vigilar de cerca la salud mental de la paciente esquizofrénica Clara Lout—dije nuevamente
—Vale, pero hay un problema—dijo el director causando que yo arquease una ceja
—Deberás estar cerca las 24h del día, durante cada día de tu vida, o, al menos, de la suya—miró a Clara, quien se asomaba tímidamente por detrás de mi espalda—Hasta que la muerte, o la locura, les separe—dijo Collins, al parecer con la intención de que yo desistiera, lo digo porque el maldito mostró una sonrisa malvada en su rostro
—Lo sé. No tengo familia así que no hay nada que perder—suspiré cerrando los ojos porque ese tipo me estaba comenzando a hartar
—¡Ah! Casi lo olvido. Como pasarás todo el tiempo con Clara perderás tus otros pacientes. Según tengo entendido tenías siete de ellos. Y, como sabes, cobras por paciente, así que tendrás un sueldo seis veces menor ahora. ¿Comprendes?—añadió
—Lo hago, señor director—contesté
—¿Sabrás cómo tratar con ella?—preguntó
—Soy tan profesional como cualquiera de mis compañeros de trabajo. Además, yo fui quien tranquilizó a Clara Lout en el Capiona, y también comuniqué con el señor Maxwell Lout—sonreí desafiante luego de haber demostrado con diez mil argumentos colosales que podía encargarme del cuidado de Clara
—Entendido. Tienes suerte—Collins miró a Max—A partir de hoy la paciente Clara Lout queda bajo el cuidado del psiquiatra Paul Parker durante las 24h de cada día. Bien hecho, doctor Parker, ha ayudado a mantener junta una familia—extendió su mano y yo la estreché
Entonces se despidió muy cortésmente y, luego de salir por la puerta, cuando nadie lo podía escuchar, dijo continuando su anterior expresión:
—Por ahora
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Saturno [Re Abierto]
Mystery / ThrillerÉl es un chico sin nada de tiempo. Es psiquiatra en un hospital para "locos". Ella está..."loca de atar" Él la intenta proteger de..."ellos". Los últimos la quieren alejar de su padre con fnes interesados. Ella y él son dos locos, los más cuerdos de...