Capítulo 10

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Desperté cansado tras el escándalo que armó la puñetera alarma del celular. Ya era lunes. Siete de la mañana. Sin una sola molécula de mi cuerpo con ánimos de levantarse para ir a trabajar. Vamos, como cualquiera en un lunes en la mañana

—Otro nuevo día—suspiré cansado mientras estiraba mi brazo con pereza, en busca del celular, que estaba encima de la mesita de noche, con el fin de detener la alarma

Una vez lograda la “titánica” hazaña me senté sobre la cama. Me puse de pie y fui a la cocina para desayunar.  Me serví un poco de cereal con leche en un tazón y me senté a la mesa. Cuando fui a darme la primera cucharada se me escapó una risa porque tomé el bol con el que Jeena desayuna usualmente. Ella es muy territorial con sus cosas. Cuidado con tomar algo suyo por accidente, enseguida saca las “garras”. Es una actitud un tanto inmadura pero también es bastante divertido de apreciar. Terminé mi desayuno y llevé las cosas al fregadero para enjuagar todo y dejarlo limpio. Y otra vez se pasó Jeena por mi mente. Esta vez fue en forma de suspiro melancólico, aunque recordé algo divertido y…molesto, esa es la palabra. Verán, soy un tanto estricto con ciertas reglas en casa. Las cosas deben tener un orden. De ahí en adelante se puede caer el mundo si los demás quieren, pero en una casa, sobre todo si es la mía, debe haber orden. Pues una vez estaba yo fregando los trastes en la noche y Jeena quizo ayudar. Dijo que yo hacía todo y ella quería sentirse útil. Naturalmente me negué. Es decir, sé que antes de venirse a vivir conmigo vivía sola, de hecho vamos casi todas las tardes a alimentar a un gatito que ella tiene allá pero se negó a venirse acá. Ustedes dirán

“Sí, claro. Porque el gato habla”

No, no habla. Sería algo creepy que lo hiciera. Pero sí se escapó de nuestra casa y se fue a su viejo domicilio

Como decía, no dejé a Jeena tocar un solo plato, no quería que se molestase en hacer algo a lo que yo estoy perfectamente acostumbrado a hacer. Además, tenía un mal presentimiento sobre el asunto. Pero bueno, como toda mujer que quiere hacer algo pero su pareja no la deja, Jota me hizo un berrinche. Perreta ante la cual acabé cediendo “Vale, vale, como gustes” y me retiré con las manos en alto. Me marché a ver televisión un rato. Al volver… no sé por dónde empezar. El suelo de la cocina estaba totalmente inundado. Cuando Jeena me vio llegar  su expresión facial cambió completamente. Estaba claramente nerviosa. Entonces, a medida que me acerqué, ella se comenzó a disculpar. Dio una zancada para comenzar a caminar pero resbaló con el agua del suelo. Por reflejo lanzó ambas manos en busca de algo para sujetarse. Lo consiguió dado que estaba en una zona donde la meceta hace esquina. Se logró sujetar por las dos vías. Solo que con la mano derecha tumbó dos platos y uno de estos se rompió. Yo, ante la escena, me apresuré ayudarle a pararse. “¿¡Ta-rán!?” dijo mientras sonreía nerviosa. No tuve más que reír. Le dije “Cuando pensé que ocurriría una catástrofe no imaginé ni remotamente que luciría así”. Ella, por su parte, comenzó a excusarse diciendo que lo hizo todo tal y como lo solía hacer en su casa. Entonces le dije que no se excusara, que mi cocina la odiaboa, y ella asintió riendo. Luego le besé en la frente y le dije “Sal de la cocina, yo me encargo Jota” Aquella fue la primera vez que le llamé por su inicial, y, aunque hubo mucho trabajo por hacer para recoger todo, la ocasión se acabó convirtiendo en un divertido recuerdo

[...]

—Deja de resoplar como bobo enamorado—me dije—Aún tienes mucho que hacer—añadí y fui al baño para cepillarme los dientes

Tomé el cepillo y le unté—o como se diga—un poco de dentrífico. Comencé a cepillarme los dientes y, otra vez, me invadió un dulce recuerdo. Esta vez fue algo un tanto…no encuentro la palabra exacta. ¿Bochornoso quizá? Os explico. A Jeena le gustó la idea de que nos cepillásemos los dientes juntos, de hecho ella la propuso. Y un buen día dejó que cayera un poco (un poco del tamaño de la ciudad) de pasta dental sobre su blusa, digo dejó porque ella siempre era muy cuidadosa de que eso no sucediera y esta vez pasó en extremo, fue totalmente intencionado, ya veréis por qué. Bueno. Tras el "desastre" que armó Jeena no hizo otra que quitarse la blusa—aclaremos que no llevaba corsé—Ustedes se preguntarán que a santo de qué viene tanto escándalo si al final somos novios. Veréis, cuando aquello ni siquiera habíamos tenido intimidad. De hecho nuestro dormir juntos hasta entonces había sido ella en la cama y yo en el suelo. Nunca le había visto retirarse prendas. Y bueno, ¿cómo os explico que comenzó a desnudarse y sucedió lo que se imaginan? En fin, por eso no puedo mirar el espejo sin sonrojarme. Ya se que es una tontería pero así somos las personas cuando nos enamoramos

Saturno [Re Abierto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora