✨Capítulo 13✨

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Se da cuenta, sin siquiera pensarlo o deliberar, que está en casa, porque sus ojos alcanzan las estrellas en el techo de su cuarto, cuales brillan ligeramente cuando no hay luz. Horacio no le teme a la oscuridad, menos cuando esas destellantes calcamonías lo acompañan, y antes solía usar esas tinieblas para resguardarse del peligro.

Está cubierto por las sabanas, abrazando con el brazo izquierdo al oso tuerto que le acompaña desde que llegó allí. No puede dormirse aún, está emocionado por mañana, pues será su cumpleaños. Incluso antes de llegar con Armando y Jack, le gustaba la fecha; su madre le compraba un chocolate o alguna golosina, luego, cuando ella no estuvo, Gustabo lo felicitaba y podían salir al parque cercano un rato, inclusive siendo algo peligroso. Eran cosas pequeñas que le hacían feliz.

Últimamente todo era extraño, porque había muchas cosas buenas, incluso aunque tuviese algunas pesadillas, o despertara en ocasiones sin saber dónde se encontraba, sin embargo, eso es el rezagado amargor del pasado desvaneciéndose lento. Quizá nunca sea capaz de olvidar, piensa, pero, por otro lado, puede estar tranquilo con que Armando y Jack realmente lo aprecian. Cierra sus ojos para mantener ese sentimiento cálido también en sueños. Pero se sume en las pesadillas, como tantas otras noches. Es asfixiante ver todo de nuevo, todo peor de lo que fue, porque su padre biológico es allí un monstruo, uno de verdad, un animal salvaje que poco conserva de humano, gruñendo más alto y fundiendo sus largas garras en la piel ya tan dañada de su madre, quien en el último aliento despotrica contra Horacio, remarcando que el haberlo tenido fue el mayor error porque, en consecuencia, ahora moriría. Las facciones de lo que representaba a su padre cada vez se deforman más, y el alrededor es borroso, oscuro e incierto.

Horacio quiere hacer algo, pero está congelado de pies a cabeza, rogando sin voz que la suelte. Mueve los labios una y otra vez, pero no importa cuánto lo intente, sus cuerdas vocales están apagadas o ausentes. Grita, manteniéndose con los ojos de cristal despedazado, cayendo los trozos que se transforman en nada. La bestia lanza a la mujer sin vida ni valor hacia la oscuridad, concentrándose en el niño. Amenaza mostrando los dientes que se han convertido en atemorizantes colmillos, la dentadura de un lobo demasiado grande para serlo, corriendo hacia él. El nuevo grito es audible, tanto onírico como real.

La bestia no lo alcanza, pues puede despertar con el sonido de voces conocidas, aquello es la salvación, así lo considera. Abre los ojos, el sudor frio y las lágrimas de deslizan por su rostro. La luz está prendida y busca a sus héroes. Armando lo había despertado, moviéndolo un poco para ello. Conway también está ahí. Los dos hombres denotan preocupación, además de cansancio por despertarse a media noche.

Horacio, tembloroso, se acerca a Armando para abrazarlo, cosa que el mayor corresponde, sentándose en la orilla de la cama y enviando una mirada a Jack en son de mensaje inaudible.

—¿Tenías una pesadilla? —pregunta, con la voz más ronca de lo normal.

No era la primera noche que pasaba, aunque últimamente los lapsos entre ello eran más largos. El niño asiente, aferrado.

—Era solo un sueño, tranquilo —pasa una mano por su cabello con tal calmarlo.

Tras unos silenciosos segundos, Horacio se separa, limpiando sus ojos con la manga de su pijama. El oso yace olvidado a su lado, soltándolo antes, mientras intentaba moverse en el sueño.

—¿Por qué las sigo teniendo? —cuestiona, cansado de que algunas noches resulten tan intranquilas, tan terroríficas, e incluso, tan molestas.

Además, sigue sin querer ser una carga, pareciéndole incorrecto despertar a sus tutores tan a menudo.

—Es normal, Horacio —dice Conway, endureciendo su expresión, aunque buscando como tranquilizar al pequeño—, ¿sabes? Yo también solía tenerlas, cada noche.

Estrellas en el techo. [𝘚𝘱𝘢𝘪𝘯𝘙𝘱 𝘈𝘜]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora