✨Capítulo 9✨

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¿Es cierto lo que sus ojos ven? ¿Conway entrando a comisaría cargando a un niño? Aunque su expresión era la misma de siempre, parecía irritado y a punto de gritarle a la maya como cada mañana. Gregorio quiere preguntar, pero está ocupado atendiendo denuncias, y tampoco es como que el superintendente vaya a atenderlo, parece totalmente concentrado en el pequeño, con el cual parece entablar una conversación, es entonces cuando se nota menos molesto, respondiendo las preguntas del menor mientras se dirige hasta su oficina con el plan de dejarlo allí mientras inicia su turno.

Y es que justo ese día todos estaban ocupados, y Jack no confiaba suficiente en Freddy para dejarlo a su cargo, sentía que a la mínima le enseñaba alguna mierda. Armando estaba liado con el trabajo y ni siquiera Volkov estaba disponible, ocupado en el CNI. El punto, todo se había confabulado para que Horacio termine en comisaría, obviamente Conway debería ocuparse únicamente del papeleo por lo mismo, ya estaba Greco para dirigir la malla si sucedía algo.

Dejó al pequeño en su oficina con la orden de que no tocase nada mientras volvía.

Los ojitos del menor se pasearon por toda la oficina, examinando cada cosa desde su silla, se levantó solo para mirar de cerca la ruma de papeles sobre el escritorio. Quiso leerlos un poco, pero apenas estaba empezando en esa materia y reconocía solo algunas letras.

Volvió a sentarse con rapidez al oír como Conway regresaba con lo equipamientos reglamentarios encima, inmediatamente recordó los detectives privados que veía en películas, aunque los disparos siempre le asustaban y ahora Armando no lo dejaba verlos. La diferencia de Jack con esos detectives, aparte de que no era uno (no exactamente), podía oler a cigarrillo o a colonia cara, además llevaba una radio y decía un par de códigos extraños a penas se asomaba por la puerta. Lo que Horacio no sabía es que el superintendente apretaba la mandíbula cada vez que quería insultar a la malla, dejando salir lo más "suave", dentro de lo que cabe en su vocablo.

—¿Vas a atrapar a los malos hoy? —pregunta de rodillas sobre la silla, apoyando los bracitos en el respaldar y la cabeza sobre estos.

Una media sonrisa se forma en los labios de Conway.

—Nah, me toca comer..., papeleo —se corrige rápidamente, tiene el tic de buscar el paquete de cigarrillos en su bolsillo, lo encuentra y en lugar de tomarlo, aleja su mano.

Horacio hace un puchero, tenía ganas de verlo trabajar, pero no en el escritorio.

—Puedes dibujar o algo de mientras —camina hasta su silla y se sienta, mirándolo, esperando una reacción positiva, pero es todo lo contrario.

El pequeño abraza su mochila y mueve las piernas que no alcanzan el suelo, ya dibuja suficiente en la escuela y en casa. La radio interrumpe el silencio, la voz de Greco avisa que van a comisaría para procesar un ladrón. Horacio alza la vista, conoce esa voz lo suficiente. Conway no responde, abre una carpeta y la lee por encima, al despegarle la vista para buscar a Horacio, lo ve abriendo la puerta.

—Horacio —llama, notando como se congela en su lugar.

—Iba al baño —se escusa, girándose y sonriendo un poco.

—¿Sabes dónde está el baño? —quiere reírse, pero se aguanta.

El pequeño parece querer llorar, sin saber cómo responder. Conway suspira y se levanta, yendo hasta él.

—Podemos dar un paseo por comisaría, excepto algunos lugares, ¿qué tal eso? —por "algunos lugares" excluía únicamente las salas de interrogatorio, celdas y donde guardaban las pruebas.

Ve como se le iluminan los ojos, y no está seguro si es solo una ilusión óptica o de verdad pasa.

—Venga, vamos —lo carga, prefiere eso a tener que seguirlo por comisaría si lo pierde de vista, además bien podía escaparse un detenido, prefería evitar disturbios.

—¿Podemos ir a ver a Greco?

Conway se cuestiona como es que el comisario le cae tan bien al niño, quizá incluso más que él. Le molesta un poco, pero de todas maneras lo lleva. Entrando a la sala dónde realizan los códigos 5 como si fuese una tienda cualquiera, sin ningún preso dentro.

Segismundo está cerca de Greco, rogándole que le perdone la multa porque el auto era en realidad de su tía, que si le dejaba la llamaba, claramente no sabía que la matrícula estaba a nombre de un tal Emilio.

—¡Greco! —exclama el pequeño, haciendo amagos para bajarse de los brazos de su tutor.

—Hombre, Horacio —el de barba se gira y sonríe—. Hola, jefe —dice algo nervioso cuando nota una expresión de molestia en el superintendente, cosa que ignora cuando Horacio lo abraza, entonces se agacha y le revuelve el cabello a gesto cariñoso—, ¿Cómo estás, chiquitín?

—Bien, Jack me trajo porque no había escuela, y Armando estaba ocupado —hace un puchero.

—Vaya, me sorprende que Jack no sepa que en esta sala no pueden entrar niños —molesta un poco, sonriente, aunque sabe que después le costará caro.

—Es mi comisaría —demanda el pelinegro, de brazos cruzados y ceño fruncido.

—¿Ese hombre es malo? —pregunta de pronto Horacio, apuntando a Segismundo.

—Si solo he robao un auto —reclama.

—Ah, que no era de tu tía.

—Ostias —murmura el detenido.

Greco ríe un poco, volviendo la vista a Horacio.

—Mejor sigue recorriendo, que este se va un ratito a la celda —apunta a Segis, quien reclama sin conseguir mucho.

El pequeño asiente divertido, volviendo con Conway y tomándole la mano. El siguiente lugar es la recepción, pero Horacio abre con curiosidad otra puerta.

—Jack, ¿qué es esa planta? ¿por qué la tienen ahí? —nota como lo carga para sacarlo de allí, cerrando la puerta, aquello que algún agente olvidó hacer.

—Esa sala está prohibida, cuando crezcas podrás entrar —dice como escusa, yendo de una vez hasta la recepción.

Horacio hace un puchero y lo deja estar, olvidándose al ver la armería, desde fuera lograba divisar las armas y demás, la puerta estaba cerrada, así que siguieron hasta el tejado, pasando por los vestidores vacíos por la hora. Conway le cubrió los ojos al recordar la fotografía de una muchacha sin ropajes que algún agente tenía a la vista en su casillero.

Por último, llegaron hasta el helipuerto, un helicóptero descansaba sobre la H. El mayor procuró cargar al niño, pues no había barreras de contención y era ciertamente peligroso.

—Esto es lo último.

—¿Sabes manejar eso? —sorprendido, apunta al helicóptero.

—Claro, y soy bastante bueno —se regodea, como muchas veces.

—¿Podemos dar un paseo?

—No, quizá otro día.

Otro puchero. Lleva la mirada hasta la ciudad, con el sol cerca del mediodía, todo es visible, excepto la gente. No puede buscarlo aunque esté así de alto.







...

¡Buenas! ha pasado un tiempo, lo sé, lo siento. Pero, como puede que hayan notado, la historia ha sido completamente editada, además, las actualizaciones esta vez sí serán semanales. Por lo tanto, habrá un capítulo cada semana en un rango de lunes a miércoles. 

Gracias por leer.

Estrellas en el techo. [𝘚𝘱𝘢𝘪𝘯𝘙𝘱 𝘈𝘜]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora