CAPÍTULO 8

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Dionisio la miró por milésimas de segundos, tomó su rostro entre sus manos y asaltó su boca en un beso desesperado. Cristina no respondió, trató de separarse pero su fuerza al lado de Dionisio era nada, era imposible separarse, era luchar en vano. Sintió que él colocaba una mano tras su nuca y la otra en la cintura presionándola hacia él. Sintió su erección, gimió, él lo tomó y aprovechó para invadirla con su lengua. Profundizó el beso, y la presionó más hacia él, como si eso fuera posible.

Sintió desfallecer cuando él la soltó un momento para quitarse la chaqueta, se agarró de su camisa porque pensaba que las piernas le fallarían en cualquier momento. Dionisio sonrió ante ese acto de su parte. Acarició su rostro llevando nuevamente su mano hacia su nuca y con la otra desató el nudo de la bata que vestía para despojarla de ella. Mientras se entretuvo en su cuello, besándolo, su mano descendió y volvió a subir por su pierna terminando por colarse entre ellas. Con dedos habilidosos se hizo paso para llegar a su centro y ofrecerle una caricia íntima. Ante ese rose Cristina gimió y se abrazó a él. No podía negar que los besos y las manos de él hacían estragos en ella.

Dionisio la recostó sobre la cama, se arrodilló en el suelo y se deshizo de sus bragas.

-Abre las piernas –le ordenó.

Como no respondió, Dionisio le separó las piernas, subió a besarla y bajó a su centro nuevamente. Ya con solo respirarle ella gimoteó y cuando sintió su lengua jugar allí se arqueó en clara evidencia que quería más. La penetraba con la lengua, sentía suaves mordiscos y el placer fue casi insoportable cuando subió sus manos para pellizcar sus pezones.

-¡Por Dios! –se curvó mientras apretaba las sábanas.

Eso fue música para los oídos de Dionisio, y su labor fue más intensa. La succionó y Cristina gritó al llegar a un intenso orgasmo. Se retorció y arqueó hundiendo su cabeza en la cama a la vez que estrujaba las sabanas entre sus manos.

Subió a besarla pero siguió estimulándola con sus dedos ágiles, ella aún estaba con los espasmos del éxtasis que le hizo sentir.

-Aún no termina, te voy a dar una noche inolvidable en tu cama –le dijo entre besos.
-mmmh –se seguía removiendo debajo de él.
-Ven aquí –se incorporó y la llevó con él hasta ponerla de pie.

Le quitó el camisón y él comenzó a despojarse de sus ropas. Una vez desnudos se sentó en la cama, hizo que Cristina se acerque y asaltó sus pechos. Mientras con su boca lamía y mordisqueaba uno, con una mano masajeaba el otro. Ella ya no ponía resistencia, más bien una mano la colocó sobre su hombro y la otra la enredó en sus cabellos atrayéndolo más. Hizo un cambio con su boca, estimuló el otro y cuando levantó su mirada para verla, vio que ella tiraba su cabeza hacia atrás.

Volvió a recostarla y la miró a los ojos mientras se acomodaba. Ella tenía los ojos cerrados pero al no sentirlo los abrió, fue cuando cruzó su mirada con la de él y lo sintió llegar hasta lo más hondo.

-Aaaah –emitió y volvió a cerrar los ojos.

La estaba torturando, movimientos lentos, salía casi del todo para adentrarse lentamente. Ese era el juego de él, quería hacerla delirar, que se desesperara por sentirlo y le pidiera que fuera más rápido.

Giraron en la cama, él se incorporó quedando sentado y ella a horcajadas. Le besó el cuello pero Cristina buscó su boca, necesitaba su boca. Los besos de Dionisio le hacían perder la razón, y al sentir su lengua comenzó a moverse sobre él. No lo reconocería pero ese hombre la satisfacía como nunca nadie lo había hecho. Él se acostó mientras ella quedó sentada. Las manos de Dionisio se situaron en sus caderas a su vez que Cristina las apoyaba sobre su pecho empezando a moverse más a prisa.

EN TUS MANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora