CAPÍTULO 1

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San Miguel de Allende, una ciudad de arquitectura barroca española. Situada en el estado de Guanajuato y a unos 270 kilómetros de la ciudad de México.

Ahí es donde se encontraba Cristina Maldonado, dueña de la hacienda "La Benavente". Casada desde hacía cuatro años con Alonso Rivas. Cristina se distinguía por su sencillez, su bondad, su espíritu luchador pero cuando quería era muy orgullosa, hasta terca si se lo proponía; sin embargo, la vida le iba a poner a prueba ese orgullo haciendo que se enfrente a situaciones dificultosas.


Hacienda La Benavente...

-¿Por qué no me dijiste que habías solicitado un préstamo para poder pagar esas deudas? –cuestionaba Cristina a su marido.
-No quería preocuparte –se le acercó a su esposa y la abrazó por la cintura –lo hablé con tu papá y estuvo de acuerdo, él salió de garante.
-Aun así, me gusta estar enterada de las cosas que suceden aquí –posando sus manos en su pecho.
-Lo sé mi vida, perdóname –acariciando su rostro.
-Ya... trabajaremos mucho para cubrir todo y salir de deudas. Sacaremos adelante estas tierras.
-Por cierto, hay un nuevo interesado en hacer negocios con nosotros –se aleja y se sienta del otro lado del escritorio.
-¿De verdad? –coloca sus manos en el respaldo de la silla frente a él.
-Sí, tendremos una reunión en unos días. Pensaba invitarlo para que conozca las tierras.
-Me parece muy bien. ¿Es de aquí?
-No, pero adquirió una propiedad y quiere extender sus negocios.
-¿A qué se dedica?
-A diversas cosas, tiene una empresa de servicios informáticos en la ciudad de México, programaciones web, instalaciones de redes a distancia y todas esas cosas de internet. También me comentó que tiene un proyecto de una construcción. Ahora está interesado en exportar nuestros productos a diversos países. Y luego me dijo que tenía otros negocios más.
-¿Exportarlos?
-Sí, tiene los permisos para hacerlo y le interesa incluir los nuestros quedándose con un porcentaje. Es lo que él cobraría por el trabajo.
-Que interesante, de esa manera nos haríamos más conocidos en el exterior.
-Sí, por eso me interesa este negocio. No podemos perderlo. Y no sólo algodón, sino también el aguacate y el limón.
-Esperemos todo salga bien, por el beneficio de la hacienda.
-Sí, confío en que sí. Ahora vamos que te presento el nuevo capataz –estirando su mano para que ella la tomara.


Afuera de la hacienda...

-¡Esteban! –lo llamaba –ven aquí hombre.
-Dígame patrón –se acerca limpiándose las manos.
-Quiero presentarte a mi esposa, Cristina.
-Mucho gusto patrona –estira su mano –soy Esteban Domínguez.
-Igualmente Esteban –toma su mano y siente la mirada de él, algo que la incomodó.
-Cualquier cosa que necesite me lo hace saber.
-Esteban conoce bastante el funcionamiento del lugar y es muy buen líder –le hablaba a su esposa.
-Me alegra mucho, yo... tengo que salir y se me hace tarde –Estaba incómoda con la presencia del nuevo capataz.
-¿Estás bien? –viendo que estaba un poco nerviosa.
-Sí, pero quedé en salir con Juliana y no quiero llegar tarde –le da un beso –te veo luego mi vida –se retira.

Mientras se alistaba se sentía inquieta. No sabía cómo describirlo. Decidió soltar esas ideas concentrándose en arreglarse para salir con su mejor amiga y comadre Juliana. El plan, tomar algo en una cafetería y salir de compras.

-No lo sé, me inquieta ese hombre –caminando por una plaza.
-Cristina, no me digas que pusiste los ojos en otro.... –indagó Juliana asombrada y se paró frente a ella.
-Claro que no –cortando la frase de su amiga –sólo tengo ojos para mi marido... me inquieta de otra manera, no lo sé, no me gusta.
-Un presentimiento –más afirmando que preguntando.
-Sabes que eso no me falla.
-Lo sé –caminando nuevamente a su lado –y ¿lo conoces? ¿Sabes de dónde vino o algo?
-No, no lo sé, sólo se presentó y nada más, ya luego le preguntaré a Alonso... mejor vámonos a tomar algo.

EN TUS MANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora