CAPÍTULO 16

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Y fue una corriente eléctrica lo que sintió al escuchar esa voz. ¡Dios! Cuánto lo extrañaba. Dio media vuelta para verlo. Y sí.... Estaba condenadamente guapo.

-Dionisio ¿Cómo estás? –se quedó parada sin poder mover un músculo.
-Muy bien ¿y tú? –con las manos en sus bolsillos.
-Bien... bien, gracias.
-No hemos desayunado aún –comentó la niña.
-Natalia... vinimos porque querías saludarla. Pero no podemos importunar todo el tiempo –Cristina sintió una opresión en el pecho saber que solo habían ido por Natalia.
-Pero papi, salimos muy temprano. Tengo hambre –protestó.
-No te preocupes Naty, ahora le decimos a Rosa que agregue más lugar a la mesa. Es más, ve a decirle a Rosa que lo prepare mientras convenzo a tu papá –le guiña el ojo.
-¿Y los abuelos? –preguntó inocentemente.
-No están, tuvieron que ir a la capital por unos días.
-Ya vuelvo –salió corriendo.
-No queremos incomodar.
-Natalia quiere quedarse, además no incomodan... ¿Llegaron hoy? Digo, por lo que dijo Natalia.
-Sí, acabamos de llegar. Aún no hemos ido a la casa. Insistió tanto que pasamos por aquí primero.
-Gracias por permitirme verla.
-Para Natalia eres muy importante, y me has ayudado mucho con ella... De todas maneras iba a venir porque necesitaba pedirte un favor.
-Dime –le indicó para que se sienten en la mesa del jardín.
-Natalia estuvo con una psicóloga por todo el tema de Regina. Le comentó mucho sobre los caballos, lo que hacía contigo y todo lo que le habías enseñado. La doctora piensa que es una buena forma de canalizar sus estados emocionales y nerviosos, que haga algo que le guste, y ve que tiene mucha pasión por los caballos. Quiero regalarle uno, por supuesto que sea apto para ella, quería saber si puedes acompañarme a ver algunos... Supe que harán cerca de aquí una exposición y tú entiendes de todo eso.
-Claro que sí, puedes contar conmigo. Te acompañaré –le dijo sin dudarlo un segundo –yo... lamento si me metí más de lo debido en la vida de Natalia.
-No... no digas eso. Le haces bien, es feliz contigo también. La psicóloga dice que fuiste un apoyo muy grande para ella.
-Me alegra mucho poder ayudarla. Natalia es una niña encantadora, muy noble.
-El tema del favor no termina allí... Quería pedirte que puedas tener el caballo aquí hasta que encuentre una casa donde poder tenerlo. Donde estamos no hay lugar para eso.
-No te preocupes, lo pueden dejar aquí en las caballerizas con Luz de Luna –sonríe.
-Muchas gracias Cristina –la mira profundamente.

Y es que detrás de esa conversación estaban las enormes ganas de besarse. Esas que los dos estaban reprimiendo, por el lugar, por los nervios de no haberse visto en un mes, o porque Natalia podía llegar en cualquier momento. Por cualquiera de las tres que sea ellos estaban tensos.

Desayunaron los tres, no faltaron las miradas entre los adultos mientras la niña estaba sumergida en su encanto por estar ahí.



Por la tarde....

Dionisio llegó a La Benavente para buscar a Cristina e ir rumbo a la exposición. La esperaba afuera junto a su vehículo cuando la vio salir. Estaba increíblemente bella. Vestía un pantalón ajustado color beige, botas negras hasta las rodillas, una camisa blanca y un chaleco color marrón claro. Adoraba su cuello con un colgante largo y en sus muñecas algunos brazaletes. Su pelo medio recogido con algunos rizos, su rostro... maquillado suavemente, tan natural, y sus labios... esos que deseaba besar una y otra vez, los llevaba pintado de un rosa suave.

Todo su cuerpo reaccionó ante ella y ante sus pensamientos. ¿Iba a negar que se moría por hacerla suya nuevamente? ¿Volver a sentir su cuerpo? No, no podía seguir negándolo. La quería, la quería en su vida. Fue su voz la que lo sacó de sus pensamientos.

-Buenas tardes.
-Cristina –se acercó a ella -¿cómo estás? –se inclinó a besar su mejilla suavemente.
-Bien –comentó nerviosa embriagada por su aroma –gracias.
-Estás hermosa –mirándola de arriba abajo.
-Muchas gracias –algo apenada -¿nos vamos?
-Claro, permíteme –abre la puerta del coche.
-Gracias –se sube.

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