Para las seis de la mañana el bar era un desastre, con cuatro gatos locos dormidos en los rincones y algún que otro vomito en el salón. Jack se había quedado dormido en la barra, con dos vasos de shot vacíos y sal entre sus manos. Mi compañero se encargó del piso y yo de las copas y botellas.
Nuestro jefe llegó puntualmente a las siete para cerrar el local. Ya habíamos sacado a todos los borrachos afuera, pero dije que me encargaría del rubio. El jefe inspeccionó todo con su cara de perro viejo, y cuando terminó de aprobarlo nos fuimos a cambiar. Tenía que volver a entrar a las doce, pero a mi compañero le tocaba el turno anterior al mío ésta vez, y se pasó todo el rato en el vestuario quejándose.
Salí de la cocina acomodándome la campera de cuero encima de un buzo negro con capucha y fui hasta Jack. Antes de despertarlo mi jefe me pidió que hiciera algunas listas, para hacer un pedido general de bebidas, comentando que me confiaba más a mí por ser quien más horas pasaba en el bar, incluso fuera del trabajo. Acepté vagamente y me dispuse a irme.
-Jack, vamos. –lo intenté despertar, pero se acurrucó más en sí mismo.
-¿Te ayudo? –Bob, mi compañero, se acercó a darme una mano. Lo pusimos de pie con un poco de esfuerzo y él lo sujetó mientras yo le daba la espalda. Pasamos sus brazos por encima de mis hombros y con un tirón lo subí a mi espalda, sujetando sus piernas-. ¿Va contigo a la universidad?
-Sí, algo así. Está en mi grupo de trabajo, el proyecto ese grande que tiene la universidad en su afán por unir a varios cursos. –comenté vagamente mientras caminábamos juntos un par de cuadras. No creí que Jack quisiera o siquiera pudiera volver con la chica rubia, así que creí que dejarlo dormir en casa sería lo mejor.
-Se ve muy aniñado, ¿no? Tan rubio y limpio. Qué haría bebiendo tanto. –a pesar de que su comentario era con la mejor de las intenciones por conversar, me sentí repentinamente irritado.
-Es su problema. –comenté intentando sacarme de encima ese enojo, pero quizás era por tener a mis espaldas a alguien. Pareció aceptarlo, y se despidió con un vago gesto en la esquina. Yo doblé hacia el otro lado y me encaminé hacia lo que era mi departamento. A casi una cuadra sentí que apretaba sus brazos y se movía un poco.
-Mamá... no quiero ir... –me fue inevitable reír cuando lo escuché, y me detuve cuando sentí que comenzaba a despertar.
-Anda, de pie. –lo solté con cierto cuidado, dejándolo cerca de una pared. Para cuando me volteé se estaba refregando los ojos igual que un niño.
-¿Dónde estoy...? ¿Qué pasó?
-Venga, falta poco y vas a dormir bien. –me acomodé a su lado y lo guie suavemente con una mano en su espalda. Subió las escaleras mejor de lo que esperaba, pero con lentitud y balbuceos confusos. Al abrir la puerta tosió un poco por la nube de humo que lo cubrió y me reí-. Acostado no lo vas a sentir. Vamos. –le di un ligero empujón para que pasara por la puerta. Dos compañeros estaban fumando con una pipa y vagamente saludaron. Asentí a modo de saludo y seguí empujando a Jack.
-¿Dónde vamos...? –abrí la puerta de la habitación más chica, donde casi nadie dormía porque era la que quedaba más lejos de la entrada. Por esa rara suerte solamente había un chico durmiendo, un sabelotodo que nunca hablaba con nadie y ni siquiera parecía existir.
-Camina, Jack. –le empujé un poco más hasta que pude volver a cerrar la puerta detrás mío. Lo guie hasta una de las camas libres y dejé que se sentara. Antes de darme tiempo de tomar las almohadas, se dejó caer hacia un lado, encima de la almohada. Le levanté las piernas y saqué una manta de otra cama para taparlo.
-Gabriel... Reyes. –me sobresalté un poco al escucharlo, pero supuse que Ana o Wilhelm le habían dicho mi apellido.
-Sí, el único. Anda, duerme. –me aparté de la cama un paso, siquiera, y me sujetó el brazo sin fuerza alguna-. ¿Qué pasa?
-Tengo sed... lo siento... –quise negarme e ignorarlo, pero incluso se había apoyado sobre un codo poniendo la mejor mueca de niño desamparado. Cuando quise darme cuenta estaba en la cocina del departamento, revolviendo hasta encontrar mi taza de café. Le di una vaga enjuagada y serví de una botella de gaseosa que había en la nevera.
-Trata de no volcarte encima. –murmuré cuando se la alcancé, pero se veía más estable. Me senté en la cama que quedaba cerca, acariciando mi frente con algo de cansancio. Se sentía bien tener un poco de sueño.
-Gracias... Gabriel. –estiró la taza hasta que la tomé, pero por algún motivo sentí el roce de sus dedos con los míos y le di demasiada importancia. Devolví mi taza a donde estaba y cuando me volví a la habitación Jack estaba dormido con un brazo colgando. Sin saber bien por qué, tomé su brazo para devolverlo encima de la cama y me sentí vilmente engañado-. Gabriel...
-Joder, Jack. Ya duérmete. –me zafé de su agarre y me devolví hacia la cama vacía. Pero en cuanto me acosté y noté que estaba mirándome fijamente-. ¿Qué te pasa?
-¿Por qué eres tan amargado...? –su voz empezaba a irritarme, y decidí ignorarlo. Lo mejor que me había pasado en días era sentir sueño, y no iba a dejar que ricitos de oro lo arruinara.
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RomanceGabriel Reyes es un muchacho universitario con una vida monótona y constante. Hasta que un muchachito con rizos de oro se tropieza en su camino, decidido a ser alguien en su vida. [Overwatch AU] ||+18||