Se quedó con las manos abrazando sus piernas, hundiendo su rostro en el hueco que hacían sus rodillas y su pecho. Su silencio era inmutable, y solamente nos quedaba de fondo la música de la fiesta. Algunas personas empezaron a irse, cuando eran casi las tres de la mañana. Jack seguía acurrucado en sí mismo, cambiando un poco de posición pero sin emitir palabra. Yo me había levantado algunas veces bajo su inquieta mirada y luego de dar unos cuantos pasos y estirarme, me había vuelto a sentar. Iba por el tercer cigarro cuando escuchamos a Ana gritarnos.
-¡Hasta que los encuentro! Wilhelm ya se fue a casa, ¿qué hacen afuera? –ocupó el pequeño lugar que había entre Jack y yo, y nos movimos un poco para darle espacio.
-Sabes que no me gustan las multitudes. –me encogí de hombros, soplando el humo al hablar.
-A mí me dio dolor de cabeza, lo siento. –Jack tenía una capacidad inhumana de parecer un cachorro mojado. Y Ana no dudaría en caer ante sus encantos.
-Cariño, ¿para qué bebiste tanto? –le rodeó con un brazo y recargó su cabeza en los rizos rubios. Él no respondió ni se inmutó, simplemente se dejó abrazar.
-Bueno, supongo que cuidarás del ebrio así que sobro. –me puse de pie y me estiré un poco.
-¿A dónde vas? –me sorprendió que Jack se animara a hablar, aun cuando su nivel de ebriedad ya era prácticamente nulo.
-¿A ser un amargado?
-Muy graciosa. –Tiré el cigarro y lo apagué con el pie-. A casa, supongo. O al bar antes de que cierre.
-¿Puedo ir...? –ni Ana ni yo esperábamos esa respuesta, y a juzgar por su sonrojo él tampoco.
-Como quieras. –no esperé una respuesta y me giré, comenzando mi camino al bar. No era tan tarde, aún debía estar abierto y lleno de gente. Cuando llegué a la siguiente esquina, escuché un trote a mis espaldas.
-Oye, espera. –me volteé sin sorprenderme, deteniéndome en la esquina.
-¿Y Ana?
-No lo sé. No quiso venir. –estaba apenas agitado por el trote, pero también había demostrado no tener más restos de alcohol encima-. ¿Vamos?
Amagué una respuesta pero mantuve el silencio y seguí con el camino.
Fue una caminata silenciosa y fresca, pero el mero conocimiento de no andar solo era un agrado dulce al que podía acostumbrarme. A él tampoco parecía molestarle el silencio, caminando con las manos en los bolsillos y la mirada distraída. Alguna que otra vez cruzamos la mirada, pero toda respuesta se limitó a una ligera sonrisa de parte de cada uno.
-¿Seguro quieres ir al bar? –la primer palabra en bastante tiempo fue cuando llegamos a la avenida y nos detuvimos. Le miré encogiéndome de hombros.
-No tengo nada mejor que hacer.
-Podemos comprar alguna pizza e ir a mi departamento. –me pregunté de qué botella escondida había estado bebiendo para no tener miedo ni vergüenza de sugerir eso, pero al mismo tiempo me quedé con una ligera y extraña ilusión de que no era el alcohol su único motor para hacer algo conmigo.
-Vale, pero invito la pizza. –acepté doblando hacia la izquierda, comenzando a caminar junto a la avenida hacia una pizzería cercana que abría durante todo el día. El silencio volvió a nosotros hasta que llegamos al negocio.
-Bienvenidos a veinticuatro siete, ¿puedo tomar su orden? –la señora que atendía el local tenía una sonrisa muy de abuela, y se apresuró a tomar un anotador amarillo.
-Una pizza de mozarela con tomate. –se adelantó Jack con una amplia y aniñada sonrisa.
-Buena elección, sí señor. –la señora anotó riéndose amablemente-. ¿Algo más o algo para beber?
-Una cerveza rubia. –sumé apoyándome en el mostrador con los brazos cruzados. La señora asintió y se giró para dejar la nota amarilla y tocar la campana.
-Estará lista en menos de media hora, pueden esperar o volver.
-Ven. –Jack ya estaba en la puerta y me hizo un gesto con la mano mientras salía. Le seguí sin apurarme demasiado, y lo vi a mitad de cuadra esperando frente a la heladería. Había que aceptar que el clima lo favorecía.
-¿Nunca te dijeron infantil? –pregunté fingiendo seriedad, siguiéndole dentro de la heladería.
-Puedes no comer si quieres, anciano. –desafió con la mirada perdida en la enorme pared de sabores.
-Buenas noches, ¿en qué puedo servirles? –el heladero se me hizo conocido de alguna parte, pero le resté importancia.
-Un kilo para llevar, y un cucurucho. –me adelanté mirando a Jack de reojo, quien esbozó una amplia sonrisa risueña. Podía pagar con mi vida por mantener esa sonrisa.
-Muy bien, ¿primero el cucurucho? –le di un ligero codazo a Jack para que se moviera y balbuceó varios gustos para sí mismo antes de decidirse.
-Menta granizada y... uhm. –se detuvo un momento, y mirándome de reojo siguió-. Y chocolate amargo. –me reí para mis adentros, sin saber por qué su mirada me había gustado tanto.
-Muy bien, aquí tienes. –Le dio el cucurucho y sacó un tarro de un kilo-. ¿El kilo? Son hasta cuatro sabores.
-Que sean... vainilla, crema del cielo y frutilla a la crema. –no necesité mirar de reojo para sentirle reír. De todas formas eran sabores que me gustaban más allá de asociarlos a él. Recibí el tarro en una bolsa, pagué y salimos.
-¿Frutilla? –curioseó comiendo su helado con una cucharita.
-Siempre estás sonrojado. –con solo decirlo sus mejillas se tornaron ligeramente rosáceas. Trató de centrarse en su helado, pero con mi mirada fija en cada movimiento terminó rindiéndose.
-¿Quieres? –puso menta en la cuchara y se detuvo, extendiéndola hacia mí. Me detuve un paso más adelante y acerqué la boca al helado. Guio con cierta timidez su mano hasta que la cuchara estuvo en mi boca, y yo me encargué de limpiarla y saborearla. Para cuando solté la cuchara estaba aún más sonrojado y desviando la mirada.
-¿Te falta alcohol? –bromeé mientras seguía caminando hasta la pizzería, escuchando sus pasos detrás de mí. Cuando entramos al local la señora estaba cerrando la caja de pizza.
-¡Qué puntualidad! –rio haciendo un moño con el hilo y sacando luego una cerveza rubia de la enorme nevera que tenían. Pagué mientras Jack tomaba la pizza y yo tomé la cerveza-. Espero que la disfruten.
-Gracias, espero que tenga buena noche. –a veces la amabilidad de Jack parecía exagerada, pero cuando veía su sonrisa y sus ojos de niño, sabía que era natural.

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RomanceGabriel Reyes es un muchacho universitario con una vida monótona y constante. Hasta que un muchachito con rizos de oro se tropieza en su camino, decidido a ser alguien en su vida. [Overwatch AU] ||+18||