Para cuando volvimos a despertar parecía que estaba atardeciendo. Jack no se había movido de su posición en todo el día y comenzaba a temer que no quisiera moverse nunca. Pasé por encima de su cuerpo sin salir de la mantas hasta que estuve en su espalda, sintiendo que despertaba a juzgar por sus movimientos.
-Buenos días, bello durmiente. –susurré acariciando su vientre bajo, y vagamente gruñó algo. Parecía un cascarrabias al despertar. Pero me sorprendía de mí mismo no andar de pésimo humor.
-Gabriel... –llevó una mano hasta posarla sobre la mía en su piel, pero gruñó cuando se intentó mover y lo descartó por completo.
-Anda, Jack. Tienes que levantarte, te hará mal estar así todo el día. –llevé mis manos a su espalda baja y comencé a darle pequeños masajes, notando que muy lentamente dejaba de estar tan tenso. Pero hasta el más mínimo movimiento lo hizo quejarse.
-Duele... –hundí mi rostro en su cuello, sonriendo. Algún día me iba a dar diabetes su voz aniñada.
-Lo sé, pero no puedes quedarte toda la vida en cama. –ante su constante negación acabé por ponerme de pie.
-¿D-donde vas...?
-A prepararte un baño, a lo mejor te incentiva. –amagó a quejarse, pero prefirió seguir acurrucado, abrazando una almohada.
Me reí por lo bajo mientras caminaba hasta la puerta que ésta mañana había descubierto como el baño. Después de una pequeña rutina matutina, a las siete de la tarde, me encargué de regular el agua en la elegante tina del baño hasta que estuviera un poco más caliente de lo normal, para que durara, y la dejé llenándose mientras iba a buscar a Jack.
-¿Te ayudo? –él ya tenía los ojos bien abiertos y se había logrado girar, pero seguía aferrado con fuerza a su almohada. El gesto infantil con el que frunció los labios me hizo sonreír. Me senté a su lado y acaricié lentamente sus rizos de oro-. ¿Estás bien?
-Quiero cereales... –sonreí acariciando su espalda y lentamente lo destapé.
-Un baño caliente te ayudará, ven. –soltó la almohada y estiró sus brazos. Le sujeté igual que la noche anterior, riéndome por el contrate de las situaciones. Con solo moverlo lloriqueó, hundiendo su rostro en mi cuello al aferrarse.
-Te odio. –murmuró a regañadientes y me reí, entrando al baño.
-Eso no es lo que decías anoche. –lo sentí reír con nerviosismo contra mi piel, dándome un pequeño golpe en la espalda.
-Púdrete, Gabriel.
La tina estaba casi llena, pero antes lo ayudé a quedarse de pie para que pudiera ir al baño. Estirarse le dolió horrores, e incluso las piernas le temblaban un poco, por lo que no me disgustó quedarme a sus espaldas sujetándole por el torso. Se quejó un poco, pero tampoco tenía la voluntad de decirme que me alejara. Prefería cuidarlo que arriesgarme a que cayera.
Cerré las canillas de la tina mientras se lavaba la cara, pero cuidando de reojo que no se resbalara ni cayera. Luego lo sujeté de frente y lo ayudé a entrar a la bañera, casi alzándolo por completo para que no tuviera que moverse demasiado. Aun así sus ojos se llenaron de lágrimas que intentó esconder al girar su rostro.
-Lo siento. –murmuré quedándome arrodillado sobre la alfombra del baño, con los brazos en el borde de la tina. Noté que sus labios se curvaban en una ligera sonrisa y señaló un pequeño pote azul. Se lo alcancé y echó un poco en el agua. A los pocos segundos de mover sus manos bajo el agua se llenó de espuma. Tomó un poco de la espuma entre sus manos y la sopló rápidamente hacia mi rostro, haciéndome reír.
-No te disculpes. –susurró con una pequeña sonrisa mientras yo me limpiaba la cara. Se acurrucó un poco más en sí mismo, quedando con la espuma rozándole el mentón-. S-sabía que dolería...
-¿Valió la pena? –curioseé notando que intentó esconder su sonrisa bajo la espuma. Llevé una mano hasta acariciar sus rizos de oro riendo, relajándome yo mismo al sentir que él se sentía un poco mejor-. ¿Quieres comer algo?
-Quedó un poco de pizza...
-Debe estar helada. Anda, ¿qué te gusta comer?
-¿Acaso sabes cocinar? –su mirada de completa desconfianza con su ceja alzada me hizo reír.
-Lo puedo intentar.
-Pero tendrás que esperarme. –rio alzando una mano hasta tomar una esponja y un jabón.
-Me confías todo menos la cocina. –reí acomodándome un poco, apoyando la espalda en la tina. Si bien no quería dejarlo solo, también sentía que querría un poco de intimidad. Cerré los ojos con mi cabeza echada hacia atrás, relajándome hasta el punto de dormitar.
Me sobresalté un poco cuando su mano mojada se alzó hasta acariciar mi mejilla y me giré hacia él con algo de apuro, siendo atrapado en un beso humedecido y limpio. Me alcé un poco sin romper el beso para poder besarle mejor, hasta que una mano se me resbaló un poco y toqué el agua.
-Joder, Jack. Te vas a enfermar. –le sentí reír ante la velocidad con la que me puse de pie, tomando una toalla que estaba a mano. Él sacó el tapón del agua y esperó a que se fuera. Le alcancé la toalla y se envolvió, pero luego esperó tímidamente que le ayudara a salir.
-¿M-me acompañas? –le miré con cierta curiosidad mientras lo mantenía abrazado contra mi pecho. Señaló con un gesto la ducha que estaba junto a la tina y asentí con un súbito nerviosismo.
Se rio un poco y caminó conmigo a sus espaldas hasta la ducha. No me animaba a soltarlo, quería tenerlo en mis brazos todo el tiempo, quería abrazarlo y darle mi calor. Y estaba perdido en esos pensamientos cuando se volteó hacia mí para besarme. Le quité la toalla del cuerpo suavemente y él empujó un poco mi bóxer. Me lo quité mientras él se volteaba de nuevo para entrar a la ducha, y me sujetaba del brazo para que le siguiera.
Tuve que hacer un esfuerzo mental inmensurable a la hora de tener su cuerpo mojado frente a mí, con su rostro apuntando a la flor de la ducha. Incluso intenté contar los azulejos para sacar la vista de su cuerpo. Hasta que en algún momento me rodeó el cuello con sus brazos y me llevó consigo hasta debajo del agua.
Besarle entre al agua fue más estimulante de lo que esperaba, y para cuando quise darme cuenta tenía mis manos en sus glúteos mientras nuestras entrepiernas se rozaban mutuamente. Su lengua tenía ese sabor especial del agua, y sus brazos en mi cuello no parecían querer soltarme. Mis manos tampoco querían soltarlo, e incluso hice un poco más de fuerza en ese roce.
Busqué su mirada entre el agua al apoyar mi frente en la suya, y sus ojos azules apenas podían mantenerse fijos en los míos. Se fue acurrucando hasta hundir su rostro en mi cuello al tiempo que mis dedos iban acariciando sus glúteos cada vez más cerca de esa zona.
-¿Aun duele? –curioseé sin la menor de las perversiones, y asintió lentamente. Apenas rocé la entrada con la yema de un dedo y lo sentí temblar.
-T-también arde. –murmuró con su nariz apretada contra mi piel. Dejé en paz esa zona subiendo por la línea perfecta de sus glúteos hasta volver mi caricia a su espalda baja-. L-lo siento.
-No seas tonto. –reí besando su oído, abrazándole con un poco más de fuerza. Tímidamente alzó su rostro y le di un cálido pero corto beso-. Sólo quiero que estés bien. Te quiero cuidar. –Besé su frente luego de ver su tímida sonrisa-. Anda, así vamos a comer algo.

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عاطفيةGabriel Reyes es un muchacho universitario con una vida monótona y constante. Hasta que un muchachito con rizos de oro se tropieza en su camino, decidido a ser alguien en su vida. [Overwatch AU] ||+18||