Capitulo 15

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Un estremecedor grito rasgó la noche. Peeta se incorporó de un salto, momentáneamente desorientado.

Un nuevo grito le hizo dirigirse apresuradamente a la habitación contigua, abriendo la puerta de golpe. A la débil luz que se filtraba por la ventana, pudo ver a Katniss agitándose descontroladamente en la cama al tiempo que movía las manos, como queriendo ahuyentar a un imaginario atacante.

Tras descartar cualquier ataque real, se acercó presuroso a ella y la inmovilizó firmemente por los brazos.
-Kat, despierta. Sólo es una pesadilla -dijo, intentando calmarla.
-No, no... -negaba ella temblorosamente, inmersa aún en el sueño.
Él la estrechó entre sus brazos hasta que dejó de estremecerse.
-Es sólo un sueño, no temas -repitió, mientras le acariciaba la cabeza y la mecía tiernamente.

Katniss abrió lentamente los ojos y los clavó en el rostro de Peeta, y el miedo desapareció de golpe, siendo reemplazado por una sensación de seguridad.
-He tenido una pesadilla. Ha sido horrible. Creía que ellos...- Katniss no pudo continuar, emitiendo un profundo sollozo.
Peeta la estrechó con más fuerza entre sus brazos y la besó delicadamente en la frente.
-Ssss... Ya ha pasado todo. Intenta volver a dormir - dijo, pero continuó abrazándola y acariciándola dulcemente durante unos minutos más, que le parecieron infinitamente maravillosos.

Peeta no supo en qué momento sobrevino el cambio en su actitud, cuándo dejó de calmar a la niña asustada y comenzó a acariciar apasionadamente a la mujer que tenía entre sus brazos. Tal vez fue el cálido aliento femenino en su cuello o el suave roce de sus labios sobre su piel.
Lo que si sabía es que necesitaba besarla. Necesitaba recorrer con sus manos los más recónditos lugares de aquel hermoso cuerpo. Necesitaba desesperadamente adentrarse en su interior, dejarse envolver por su suavidad y perderse en el torbellino de pasión y éxtasis que ella le proporcionaría.

También necesitaba y deseaba vehementemente expresarle sus sentimientos. Aquellos que ni él mismo comprendía totalmente. Quería protegerla, ahorrarle sufrimientos y decepciones, como sucedía con su propio padre. Pero era consciente de que no debía hacerlo. Él estaba allí para protegerla, incluso de sí mismo.

Katniss percibió el momento en el que él cambiaba su actitud protectora y de consuelo y la sustituía por un creciente deseo. Sentada en su regazo y rodeada por sus brazos, sintió en su propia piel cómo el cuerpo masculino se tensaba paulatinamente. Él sólo llevaba un ajustado bóxer y el ancho vendaje que cubría su torso por lo que pudo deleitarse desde el primer momento con el contacto del musculoso cuerpo de Peeta.

Comenzó a sentir el cosquilleo de la pasión, y deseó algo más que suaves roces sobre su piel.
Levantó el rostro para recibir la ardiente boca masculina y separó los labios permitiendo la invasión de la audaz lengua. Emitió un profundo gemido de placer y sus brazos se ciñeron fuertemente a la espalda de él, acariciando los tensos músculos de esa zona.

Su respiración se aceleró cuando él llevó una mano hacia uno de sus pechos, cubiertos únicamente por la tela de su camisón, y comenzó a acariciar con habilidad los ya rígidos pezones, y Katniss creyó enloquecer de deseo.

Sin dejar de besarla, Peeta asió la pequeña braguita que ella llevaba puesta y se la sacó por las piernas, proporcionándole un mejor acceso a aquella zona que ansiaba acariciar. Katniss se movió para facilitarle la acción y se convulsionó inquieta cuando los hábiles dedos masculinos se posaron audazmente sobre la excitada vulva. Ella temblaba de deseo y, en su desesperación por acabar con aquella deliciosa tortura, llevó su mano al duro y ardiente bulto que latía en la entrepierna de él, y lo oyó gemir entrecortadamente.

Repentinamente Peeta se separó de ella y, con un casi inaudible "buenas noches", desapareció de la habitación cerrando la puerta.

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