Capitulo 6

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A las nueve de la mañana Peeta, acompañado de Finnick, esperaba a Katniss junto al coche para iniciar el viaje a Boston.

No la había visto desde la tarde anterior y ardía en deseos de observar su reacción.
Cuando Sae le comunicó esa noche que Katniss pensaba permanecer en su habitación, se alarmó. ¿Acaso su ardor pasional acabó lastimándola de alguna forma?

Peeta pasó más de una hora entre las sombras del jardín, observando su ventana, ansiando vislumbrar una vaga imagen de ella que lo tranquilizara. Pero la habitación permaneció a oscuras y él se retiró a la suya con la esperanza de que el sueño borrase su enorme desazón.

Cuando Katniss apareció en la puerta, se limitó a introducirse en el coche y se mostró inusualmente reservada y tímida, evitando en todo momento que sus ojos se encontrasen. Incluso permaneció en silencio durante todo el trayecto.

La vivienda, bastante sencilla, estaba situada en las afueras de la ciudad. Aunque Katniss no le proporcionó demasiados datos sobre las personas que visitaban, sí mencionó que eran unos familiares.

Tras más de una hora, Peeta vio que de la casa, salía Katniss acompañada de una joven pelirroja y bajita que portaba una pequeña maleta.

Peeta se adelantó para ayudarlas y Katniss le presentó a su acompañante: su prima, Annie Cresta.
La aludida tendió la mano tímidamente, al tiempo que le dedicaba una dulce sonrisa, y se mostró agradecida cuando cogió la maleta y abrió la puerta del coche. Partieron de inmediato para el centro de la ciudad, donde pensaban realizar algunas compras.

Katniss se encontraba feliz al poder gozar de la compañía de su prima. No dejaba de hablar y reír por cualquier cosa.

Peeta no pudo dejar de advertir el gran afecto que se profesaban, a pesar de lo diferentes que parecían. Y en realidad, no podían ser más distintas aún perteneciendo a la misma familia. Katniss era alta, castaña y enloquecedoramente hermosa. Annie era menuda, pelirroja y, aunque no carecía de atractivo, tampoco se podía considerar una belleza deslumbrante. Pero no acababan ahí, si bien Katniss era traviesa y arrogante, Annie parecía tener una personalidad totalmente opuesta, con su temperamento sereno y sus suaves ademanes.

Después la comida, regresaron a Cape Cod. Por el desinhibido comportamiento de Katniss y la forma en que parecía ignorarle, Peeta llegó a pensar que ella había olvidado el beso de la tarde anterior.
Se alegró. Eso facilitaría su labor ya que, a pesar de su propósito de no caer otra vez en sus redes, reconocía que era uno de los retos más difíciles con los que se había enfrentado hasta el momento.

Una hora después de haber llegado a casa, Peeta se dirigió a la sala de control, donde pudo observar como Katniss, que permanecía tendida boca abajo en la hamaca, se daba la vuelta y mostraba en todo su esplendor sus magníficos pechos. Aunque ya se había extasiado en su contemplación en anteriores ocasiones, nunca dejaba de sorprenderse y excitarse ante su belleza.

Un repentino pitido le arrancó de golpe de sus ensoñaciones y casi estuvo a punto de hacerle saltar de la silla.
-¿Qué ocurre? -preguntó irritado.
-Creo que debes venir a ver esto. Estoy en la pared este, junto a la cámara seis -informó Finnick con agitada voz.
-De acuerdo.

Peeta salió precipitadamente. La urgencia que detectada en la voz de su compañero indicaba que se trataba de algo grave. Llegó en pocos minutos y vió en el suelo, escondida entre unos matorrales una mochila de aspecto amenazador. Se tensó automáticamente y se encaminó hacia su compañero, que observaba el bulto desde una distancia prudente.
-Trae lo necesario para determinar su contenido -indicó a Finnick con gesto grave-.Y procura alejar a todos de esta zona sin dar demasiadas explicaciones.

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