Capitulo 17

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Peeta se despertó sobresaltado. Escuchó un ruido de pisadas sobre el suelo de gravilla en el exterior.

Se puso alerta e intento levantarse, pero se dió cuenta que Katniss estaba dormida encima de él. Estaban en el sofá y tenían las luces encendidas. Miró el reloj. Era la una de la madrugada.

    No creía probable que se tratarse de ladrones, ya que estos actuaban en zonas de mayor afluencia. Una pequeña cabaña aislada en el monte no tenía el menor atractivo. Aunque podía tratarse de... Peeta declinó esa posibilidad. Los secuestradores que acosaban a Katniss no podían haber descubierto su refugio secreto.

Fuese quien fuese, él había cometido un tremendo error al dejarse vencer por el sueño antes de tomar las medidas apropiadas para garantizar la seguridad de Katniss.

    Colocó una mano sobre la boca de ella para evitar que emitiese algún ruido.
    Ella abrió los ojos alarmada.
    —Ssss... Hay alguien fuera.—murmuró al oído mientras se levantaba.

    Katniss, aún con confusión, obedeció y se quedó paralizada. Vio como Peeta se el pantalón intentando hacer el menor ruido posible.
    —¿Crees... que se trata de ellos? —preguntó en un susurro.
    —Es imposible que se enteraran que estás aquí. Probablemente sean unos gamberros con ganas de diversión.

    Katniss quedó callada mientras una terrible pensamiento llegó a su mente. Alguien pudo escuchar la conversación con su padre y descubrir dónde se encontraban. Podían haber puesto micrófonos o sobornado a alguno de los sirvientes. ¿Por qué había sido tan imprudente? Si sus temores se confirmaban y con ello ponía en peligro la vida del hombre que amaba, no se lo perdonaría nunca.

    Peeta fue hacia la mesa donde había dejado la pistola, se dirigió hacia los interruptores y apagó las luces interiores de la vivienda, dejando la del porche encendida. Inmediatamente se oyeron unos pasos presurosos en el exterior. Peeta identificó al menos dos personas que corrían desde diferentes posiciones, y un temor lo invadió. Unos campistas extraviados no actuarían tan furtivamente.

    Sigilosamente, se acercó a la ventana y escrutó el exterior. Esperó  unos minutos, Peeta oyó nuevamente unos pasos que se acercaban y, a continuación, un disparo y cristales rotos. Inmediatamente la luz exterior se apagó, quedando todo en la más completa oscuridad.

   Peeta se apartó rápidamente de la ventana y, en un acto reflejo, echó a Katniss al suelo y la protegió con su cuerpo al tiempo que le pedía silencio.
Tenía una sensación de pánico, pero ¿Cómo iban a dar con el paradero los secuestradores si nadie, excepto Haymitch, lo sabía? Pero no podías descartar la ideas. Era consciente de que la integridad física de Katniss podía estar en peligro.

   Peeta intentó serenarse y analizar la situación. No podía asegurar cuántos eran en realidad, cuáles eran sus intenciones y de cuántas armas disponían. Y él contaba solamente con una pistola y tres cargadores de repuesto. La única posibilidad era pedir ayuda por el radiotransmisor y rezar para que llegaran a tiempo.
    —Tenemos problemas. Intentaré pedir ayuda —le susurró al oído a Katniss, al tiempo que tiraba de ella para llevarla al rincón más protegido del pequeño recinto.
    Katniss obedeció y se acurrucó en el suelo. Peeta se dirigió hacia la mesa en la que se encontraba el radio. Lo conectó y marcó la frecuencia por la que se comunicaba con Haymitch.

Tras varios intentos, pudo comunicarse.
    —Soy Peeta. Estamos siendo atacados. Necesito ayuda urgente. Repito: estamos siendo atacados. Envía ayuda —informó con apremio y atenuando la voz todo lo posible.

    Oyó al momento cómo golpeaban la puerta para intentar entrar y comprendió que tenía que bloquearla. Abandonó la radio y empujó una pesada estantería, colocándola delante de la puerta. Sabía que con ello no les impediría la entrada pero sí que les llevaría más tiempo derribarla. Calculó que podrían resistir allí algunos minutos hasta que consiguiesen entrar, pero, ¿y después?

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