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Final. Parte 2/2

𝗟 𝗢 𝗨 𝗜 𝗦 𝗔

El regreso a casa es más tranquilo.
Paulo esta conmigo en el asiento trasero, rodea mi cuello con una mano y me acerca a su pecho.

No tardamos mucho en llegar a la casa y bajar del auto tomados de la mano.

Mientras Paulo le agradece al chofer, a mi se me escapa un bostezo, y es que me es difícil acostumbrarme de nuevo al cambio de horario.

-¿Lista?- mi pie se eriza ante el contacto de los fríos dedos de Paulo.

Esa palabra resuena en mi cabeza.

-¿Lista? ¿Para qué?- pregunto frunciendo el ceño inconscientemente.

La respuesta llega sola, el bullicio que se esconde detrás de la puerta me pone en alerta.

Todo este ruido no es de una, ni dos personas. Detrás de la puerta hay mínimo 20 personas hablando.

-¿Qué... qué es eso?- con cada palabra mi respiración se acelera. Aunque no es una tarea sencilla, trato de relajarme, no quiero sentirme mal de nuevo.

Su sonrisa es como una dosis de calma para mi cuerpo.

-Tranquila, ¿si?- se acerca y me da un beso en la frente.

Sus dedos empujan la puerta y una extraña sensación se hace presente en mi estomago.
Toma mi mano y me anima a entrar.

Tal como el ruido lo anticipaba, me encuentro con demasiada gente en el patio de la enorme casa de Paulo. Algunos rostros me parecen conocidos: Georgina, Cristiano y sus 4 hijos, Álvaro Morata, incluso el mismísimo Matthjis De Ligt, junto a una linda chica rubia.

Sonrío cuando el pasa su brazo por los hombros de la chica y le planta un beso en la mejilla, la joven sonríe y lo abraza de vuelta.

Pero hay algo que llama mi atención sobre todas las demás cosas. En todo este jardín hay muchos ojos que no se me despegan.
Pero sobre todo, dos ojos azules.

Una señora vestida de blanco, un porte elegante y llamativo, peli negra, alta y con los ojos tan coloridos como los de su hijo, porque no me queda duda, que esta señora, es madre de Dybala.

Con la misma elegancia y presencia que tiene, camina a paso firme hacia mi, hacia nosotros.

En medio de esta pasarela puedo escuchar a toda la gente aplaudir y darnos porras.

Aprieto la mano de Paulo con cada paso que su madre da.

Todo el anterior ruido de esfuma cuando esta frente a mi. Se inclina un poco y me barre con la mirada.

Decir que estoy nerviosa es poco, si no fuera porque Dybala sigue tomando mi mano, probablemente estaría a punto de desmayarme, otra vez.

Todo ese semblante frío e imponente se esfuma en cuanto me muestra sus hermosos dientes blancos.
Sonríe y es todo lo que necesitaba para no desvanecerme en sus brazos.

Estira la mano, y yo lo interpreto como un saludo. Hago lo mismo que ella, nuestras manos se sacuden en un amable saludo.

-Mucho gusto, soy Alicia.- dice con un marcado acento argentino.

Transmigración / Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora