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𝗟 𝗢 𝗨 𝗜 𝗦 𝗔

Soy una tonta.
Por mi estúpida actitud había traído al Paulo distante de nuevo. El que no me cuida, no me invita a salir y ni si quiera me habla.

Sale de la habitación sin siquiera mirarme.
Rendida doblo mi ropa y la tomo en brazos, para salir del que fue mi dormitorio.

Bajo las escaleras y veo a Paulo hablando con Cristiano. Y luego a Gina jugando con sus hijos.

Ella se da cuenta de mi presencia y viene conmigo.

-Fue un gusto tenerte aquí, espero verte pronto- me dice y me abraza para despedirse-Los hombres son unos imbeciles. Tenles paciencia-me dice al oído.

No puedo evitar reír, y más cuando veo a Paulo y a Ronaldo caminando hacia nosotras.

-Espero que vengan otro día- dice Ronaldo y se acerca para despedirse. Le doy un beso en la mejilla y le agradezco por su hospitalidad.
En medio de esto llegan los niños. Me despido de todos dándoles un beso.

-Te veré en una semana- dice Alana.
Recuerdo que habla de la playa y lo qué pasó después no me ayuda a darle una respuesta segura.

-Eso espero- le digo, no muy segura de lo que pueda pasar.

Paulo se despide de los niños y de sus padres. Me doy cuenta de que los pequeños lo adoran.

Termina y camina hacia la salida, aun sin mirarme.

Lo sigo y llegamos a la camioneta.
Abre y yo subo al asiento de copiloto, el camina hacia atrás para acomodar sus cosas en la cajuela.
Volteo a verlo y de paso observo el asiento. Ese donde ayer estuvimos a punto de besarnos, ahora estábamos un poco más adelante, enojados y con una actitud que dejaba mucho que desear, de ambos.

(...)

-¿Podemos tan siquiera hablar?- le grito.

-Ahora si quieres hablar.

-Puedes explicarme lo qué pasó...

-Creí que no te debía explicaciones.

-Paulo por favor, no podemos estar así.

Había pasado tan solo un día desde que regresamos de casa de Ronaldo, día en el que no habíamos cruzado palabra, hasta que decidí hablar para arreglar las cosas.

-No tengo tiempo ahora, voy a entrenar.

-Podemos hablar luego de eso.

Me mira aún enojado y piensa algo.

-En 10 minutos nos vamos- dice por fin aceptando.

-Está bien- le digo y corro a mi habitación a cambiarme.

(...)

-Puedes pedir algo de comida si quieres, voy a tardar un poco

-No importa- le digo y me siento en una de las butacas de la segunda fila.
Sin responderme, se aleja y va a la cancha, con sus demás compañeros.

Treinta minutos pasan desde que inició la práctica, y yo ya me quiero ir.
Ver hombres pateando balones no es mi hobby, aunque no puedo negar que tengo una muy buena vista.

Hombres sudados, corriendo en short. Nada mal.

-Cinco minutos, no más- grita un hombre que tiene pinta de ser el entrenador.

Los cansados hombres dejan de correr y caminan hacia el lado de la cancha en el que estoy, pero se detienen en la orilla y sacan de una hielera varias botellas de agua.

Transmigración / Paulo DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora