Las ojeras se marcaban en la pálida piel del italiano, hace días que no había dormido bien, desde la noticia del doctor sobre el estado de su hermano, le había caído como balde de agua fría, quizá después de todo el aún tenía la esperanza de que no fuera nada grave.
Carlo había caído en coma.
Los doctores no supieron como calmar el lastimado corazón del italiano, al no saber cuándo despertaría, pese a eso, Toni visitaba todos los días a Carlo, desde que las citas empezaban hasta que lo sacaban del hospital.
Había pasado un mes y al parecer su hermano no daba ninguna señal de querer despertar de aquel sueño, que ya parecía eterno.
Al menos agradecía que no estaba muerto y una pequeña llama de esperanza se instalaba en su corazón, Carlo siempre había sido tan fuerte y salía de cualquier problema, duro como un tronco, quizá solo tenía que ser cuestión de tiempo.
Sintió unos brazos abrazarle por detrás, pudo sentir por fin el frio del viento chocando en su piel.
—Toni, hace frio. —La voz tranquila de Salinas le arrulló por unos breves minutos. —Vamos adentro. —El pelinegro le tomo de la mano, guiándolo hacia la sala.
—No había lo había sentido. —Rio levemente. —Estaba demasiado ocupado, pensando.
Raúl lo miro comprensivo mientras le sonreía levemente, se acercó dándole un corto beso en los labios.
—Sé que te preocupa, cariño. —Le acaricio la mejilla. —Pero tu salud también es importante, no puedes descuidarte, así no vas a poder cuidar de Carlo.
—Lo sé, solo que es difícil. —Abrazo al pelinegro hundiendo su cara en su cuello. —Gracias a ti, sigo en pie. —Le apretó suavemente. —Si no te tuviera, me hubiera dejado vencer fácilmente.
—Podria decir lo mismo de ti. —Beso la cabeza del rubio. —Verte todos los días, para mí era y es como un combustible ¿Sabes?
—El verte sonreír y escuchar tu risa. —Los ojos celestes del italiano conectaron con los cafés del mexicano. —Simplemente tenerte existiendo a mi lado, me mantiene tranquilo.
—Eres mi lugar seguro, Toni.
Acercaron sus rostros uniendo sus labios, un beso lento y dulce. El italiano masajeaba los pómulos del pelinegro, mientras que Raúl jugueteaba con el cabello de este.
Después de todo, ante cualquier problema ambos estaban para apoyarse.
Como todas las noches durmieron abrazados, el pelinegro arrullando con caricias al rubio ya que le costaba dormir y por sobre todo, sueños frecuentes le despertaban en medio de la noche.
Y como Toni había sido su ancla para mantenerse en pie, ahora él lo seria para el rubio, sería su hombro donde pudiera llorar, seria las caricias y susurros que le calmaran, sería la calidez y tranquilidad que necesitaba.
Para Raúl, Toni era lo más puro y amable en este mundo, no merecía ser dañado de ninguna manera pero al final la vida es caprichosa y castigaba a aquellos que quizá no se lo merecían, al menos en esta vida.
¿Qué peor castigo había para el rubio, que quitarle a su complemento, a su hermano?
Y quizá Toni no lo merecía, Carlo quizá tampoco, pero así había sido el destino.
(...)
Al siguiente día como todos, se levantó temprano, alistándose y partiendo al hospital donde estaba su hermano, Salinas le acompaño como todos los días.
Al llegar la recepcionista les saludo, dejándoles pasar sin reproche por conocerlos ya.
Caminaron por los largos pasillos, podían sentir el aroma a medicina y desinfectante llegar a sus fosas nasales, llegaron a una puerta que marcaba en ella el número 201, entraron encontrándose con el menor de los Gambino tumbado en la camilla, conectado a una máquina que marcaba los latidos de este.

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Balla per me [Roni]
Fanfiction━☆゚.*・。゚Raul Salinas busca trabajo, encontrando uno como bailarin exotico. Los jefes de aquel burdel no se pasan a menudo por su local. Lo unico que se sabe es que son italianos y son jodidamente atractivos. - Au Roni -No esta enlazada con la histor...