<<Epílogo>>

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(Omnisciente's POV)

17 de Febrero, Miércoles, Hospital estatal de Green Hills para demencia criminal.

Sus zapatos sonaban por el interminable pasillo. El guardia que  era su escolta observaba con confusión, puesto que las celdas parecían serles más conocidas que ninguna otra. Había estado ahí antes, su familia llena de reputación también era de esas que tenía problemas judiciales por doquier; robos, asalto, homicidio. Algunos terminaron ahí, otros en otras penitenciarias, cumpliendo condenas de terror por atormentar a su familia. Sin embargo, la gota derramó el vaso. Aún recordaba los leves pasos que dio, los primeros luego de unos meses de nacer, era la luz de su vida. Su único nieto, su única esperanza en el mundo. Cuando corriendo a toda velocidad venía a darle flores para su cumpleaños, y cuando la acompañaba a visitar la tumba de su marido. Añoraba sentir de nuevo el calor de esos brazos rodeándola, y que  le digan "abuela" con tanta ternura y tanto amor.  Las mañanas se tiñeron de negro, anunciando que el invierno podría ser tenebroso al estar sola en ese enorme piso del edificio.
El eco de las celdas le volvió los pies a la tierra cruel, mientras las llaves siendo extraídas del cinturón del guardia hacían un chillido insoportable a sus viejos oídos. Su hija y su yerno no tuvieron  el valor de hacer lo que ella hacía. Quizá era la vejez, estaba segura que era eso, porque  luego de tener algo, el aprender a perderlo era algo transitorio, pero no aplicaba a seres amados. Lo entendió después de años de ver morir amigos y familiares; ser vieja no ayuda al dolor de perder, aumenta la experiencia de hacerlo.
La celda se abrió ante ella, los barrotes interiores demostraban los años de su oxidación, detrás de ellos estaba aquel ser, aquel animal de poca cordura, contando los días para morir a manos de ella. Sería la última vez que lo vería. Como decía; ser vieja lleva experiencia, mejor que nadie sabía que las cárceles eran aptas para malos negocios. El edquina se volteó al oír llegar gente, ansioso, pero no temeroso. Sus pupilas dilatadas por las drogas que le daban lo hacían más desenfocado de la realidad, pero todavía en ella. El rostro de Lydia se contrajo del asco que le daba estar en presencia de aquel. Indigno de su visita, de su rabia, de su tristeza. Por el contrario, Knuckles sonrió con cinismo, ¿Por qué Sonic estaba frente a él? Lo había matado, estaba seguro de ello. Justo en sus entrañas, lo apuñaló con ese fino cuchillo de cocina, apretando para volcar sus intestinos sobre la suave alfombra importada de su cocina-comedor. Sin embargo, estaba frente a él, parecía muy vivo. Las drogas le nublaban la razón, ni siquiera podía ver con claridad, solamente se dedicaba a alucinar. Repetía aquellos momentos de su frustración, por la noche podía sostener el frágil cuello de Amelia Rose entre sus manos, apretando y escuchando el crujido de sus vertebras al romperse. Mientras, Mina Mongoose lo veía aterrorizada desde la esquina, con esa mirada de temor que siempre recordaba en ella. Aquella fuerte cuerda que rodeaba su cuello, quedaba violeta a su paso, viendo a su mejor amiga siendo masacrada por el mismo sujeto que se lo hizo a ella.
Comenzó a reír con estragos, le parecía divertido. Un muerto salió de la tumba para verlo, ¿Así de grande era su rencor contra él, siendo  que ni siquiera en muerte lo dejaría en paz? Decidió hablar.

— Buenos días, Sonic.—Lydia sonrió con sarcasmo.

—Buenas tardes, querrás decir, Knuckles.—se paró derecha frente a la celda estrecha. El guarda le indicó que no podía acercarse más de lo que estaba. 

—¿Qué es lo que te trae por aquí, a tan lejana ciudad de tu querida Mobius? Ah, quizá, ¿Querías verme?—comenzó a reír nuevamente, incluso se tapó los ojos para murmurar cosas inentendibles.— No sabía que me querías tanto, ¿Perdón por matarte?

—Así que sabes que morí. Gracias.—Lydia dejó de sonreír con ímpetu, ahora, seria, solamente le quedaba desahogarse. — Supongo que sabes lo que va a pasar ahora.

Amancay. (Shadamy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora