El Mismo Aire

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Había algo muy extraño por decirlo lo menos, en cómo se sentía entrar de nuevo a un lugar que hacía muchos años, había dejado de sentirse como su hogar, se sentía como verlo con una especie de filtros, o verlo en una película o desde la vitrina de algún aparador, tan distante, tan irreal.

Valentina subió su maleta a la cama con esfuerzo y se sentó a su lado observando con mucho cuidado todo a su alrededor, las fotos de las paredes, la cómoda perfectamente arreglada con algunos cepillos de cabello y perfumes que solía usar, las cortinas blancas traslucida que dejaban entrar una leve brisa que hacia ondearlas. Miro su propia cama y rio pensando que debía decirle a Chivis que le cambiara las sabanas rosas por un juego más acorde a su edad. Se paró de ahí y pasándose los dedos por el cabello largo y castaño peinándolo un poco.

Tomo una larga respiración y camino hacia la venta, el cielo se estaba cayendo ahí fuera. Pero era algo que la relajaba mucho. Siempre le gusto la lluvia, sobre todo ese momento antes de una tormenta donde el ambiente se llenaba de ese "olor a lluvia" que aún no caía. Observarla, escucharla, era como un arrullo para sus sentidos. Acababa de regresar de Londres, después de casi 5 años luego de hacer una maestría. La maestría había sido una excusa.

Toc toc

Escucho a la distancia seguido de una puerta abriéndose.

-. Hermanita.- murmuro Guille en el marco de la puerta

-. Mhmm.- contesto Valentina sin darse la vuelta

Guille avanzo hasta la ventana y le lanzo un brazo sobre los hombros a lo que ella respondió recargando su cabeza en el hombro de su hermano mayor. Ya comenzaba a sentirse más en su hogar. Ambos se perdieron observando la lluvia caer por la ventana abrazados.

-. Tengo una sorpresa para ti.- dijo Guille

-. ¿Sorpresa de bienvenida para mí?- rio poquito Valentina mirándolo a los ojos mientras levantaba una ceja.

-. Solo ponte guapa, bueno solo cámbiate. Guapa ya estas.- le dijo su hermano sonriéndole y besando su sien y dejándola sola de nuevo en su habitación.

Sinceramente no tenía ganas de ir a ningún lado, ni de hacer mucho. Estaba bastante cansada, pero no quería darle el desaire a su hermano. Seguro le había organizado alguna cena o algo. Fácilmente podría culpar al jetlag y decir que tenía sueño cuando quisiera irse. Se paseó de nuevo por su habitación, y había algo que no había notado, una fotografía en una esquina. Era una foto de ella y de otra chica de espaldas a la cámara y con un atardecer frente a ellas. Amaba esa fotografía. No recordaba si la había tomado Guillermo o alguien más.

La tomo entre sus manos como si fuera el tesoro más preciado de su existencia, y lo era. Era la única fotografía con ella que aún conservaba. Pasó sus dedos sobre la misma, como si al hacerlo la fotografía pudiera tomar vida, o la llevara a ese instante al menos en su memoria y cerró los ojos con un suspiro, poniéndola de nuevo en su lugar. En la fotografía ¿tendría que, 23 años? Se metió al baño y se miró al espejo, estaba por cumplir los 30 años, sus ojos azules se recorrieron a asimismo, torció su boca mientras se observaba detenidamente en el espejo. Quizá era porque se veía diario al espejo, pero no vio el paso del tiempo pasar por ella. De repente le invadió una curiosidad por ver como se vería ella hoy en día. No le gustaba México, o bueno si le gustaba, amaba su país. Pero había tanto que le recordaba a ella. Recordar siempre había sido el mayor de sus problemas. Necesitaba una ducha, puso su celular en aleatorio mientras se desvestía y entraba a la regadera. Se reprodujo una de las peores canciones del mundo para escuchar en estos momentos, aunque era una canción que le gustaba mucho.

Everything's Not LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora