Everything's Not Lost

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- Eva - la castaña puso los ojos en blanco mientras se sentaba con cansancio en el largo sillón color gris de la sala de estar y dejaba salir todo el aire de sus pulmones, la verdad, se sentía como si un autobús le hubiese pasado por encima, los saltos eran un dolor en el culo.

- ¡Valentina el refrigerador está vacío! - la ojiverde gritó provocando un ligero dolor de cabeza a su hermana, que miró a su hermano sentarse en el sillón individual al frente de ella.

Guillermo no le había dirigido la palabra desde que fueron por ella al hospital, luego de dos días en observación. Estaba molesto y la última vez que recordaba a Guille enojado con ella, fue cuando él tenía como 10 años y le había roto por accidente una pista de autos que le habían dado de navidad.

- Buscaremos a alguien para que venga a cuidarte - sentenció su Eva, que a diferencia de su hermano, le había estado gritando desde hacía dos días, cuando entró como una tromba a la habitación mientras dormía y Juliana cuidaba de ella. - Al menos para que venga a prepararte la comida todos los días, o me diga cuando en tu refrigerar solo haya medio maldito limón.

A Juls no la había vuelto a ver desde entonces, se habían escrito varias veces durante esos días, siempre atenta preguntando cómo se encontraba, y si necesitaba algo, su corazón se calentaba cada vez que un mensaje de ella llegaba a su bandeja. A Valentina no se le hizo muy apropiado contestar que solo la necesitaba a ella para estar mejor, porque después de todo, no sabía muy bien el lugar en donde ambas estaban paradas. Habían hablado, por su puesto, entre bromas, entre una declaración y entre la prueba fehaciente de un diente de león depositado entre las manos de la morena, aún salpicado por un poco de brisa de un verano que estaba a 24 años en el pasado.

Juliana tenía tanto que asimilar, así como ella. Contar ese secreto, esa verdad que durante años atormentó su vida, sobre los verdaderos motivos de su huida en medio de la noche, la dejaban expuesta. Podía ser que fuera uno de los mayores aciertos de su vida, o de los peores errores de la misma. Acarició con ansiedad el botón de encendido de su teléfono por onceava vez en menos de media hora, esperando una nueva notificación con la leyenda "Juls", pero no sucedió, por doceava vez.

- ¿Valentina me estás escuchando? - la voz de su hermana la atrajo de nuevo al presente

- Me estas gritando, en medio de la sala, en mi casa. Aunque quisiera no podría no escucharte, Evangelina- Valentina estaba exhausta, volver de un salto siempre la debilitaba mucho. Los precios que pagaba por ir y venir en el tiempo además de los insomnios constantes y los fuertes dolores de cabeza.

- Vale - Dijo su hermana agachándose frente a ella mientras le retiraba un mechón de cabello casi dorado de los ojos- No hagas esto de nuevo, porfavor.

Valentina sintió que su corazón se le encogía dentro del pecho, había tres cosas que Eva Carvajal jamás hacía, si podía evitarlo, nunca se arrodillaba, nunca lloraba y nunca rogaba y en ese preciso momento, frente a ella, estaba haciendo las tres cosas al mismo tiempo, mientras sujetaba sus manos con fuerza. Los ojos azules de Valentina se empañaron en el momento en que su hermano se sentó a su lado y le pasó el brazo por los hombros, mientras que con su mano libre sujetaba las manos entrelazadas de sus hermanas.

Su familia, en particular sus hermanos, se habían vuelto su mundo entero desde el día en que su madre había muerto, su padre trató de estar con ellos, pero las obligaciones de la empresa siempre lo consumían. No era la mejor de las opciones, pero Eva se había encargado de cuidarlos y de ver por ellos, aún cuando ella misma apenas comenzaba a vivir la adolescencia.

No hubo noche llena de tormenta que Eva no fuera a su cuarto a dormir con ella para calmarla contándole un cuento, un raspón que no hubiese curado, un dibujo que no hubiese colgado en la pared de su habitación. Y Guille no era nada distinto, las fiestas de té en el jardín, las tardes enteras en el patio jugando americano, las losetas de cerámica que rompieron en su etapa de aprender a jugar trompo. No existió un cumpleaños hasta que se fue a Londres que su padre y sus hermanos, no entrarán a media noche a su habitación cantando las mañanitas con un pastel entre sus manos.

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