VII (editado)

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                                                                                        CAPÍTULO 7

Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención, el perdón de pecados.

Colosenses 1:13-14

Luego de tranquilizarme y respirar, miro mi escritorio, donde están los folletos que me entregó el doctor, no los he tirado, pero tampoco los miré, aunque en este preciso momento me llaman mucho la atención, así que me pongo de pie y lentamente me acerco a ellos.

Una vez que los tengo en mi mano tomo mi laptop y vuelvo a recostarme en la cama.

—Veamos —susurro prendiéndola y observando los folletos de reojo.

Violencia familiar, violencia de género, departamentos, ¿Qué estoy pensando? No creo poder librarme de todo esto, yo...no puedo.

Pero algo dentro mío me impulsa a avanzar, a intentar salir de toda esta oscuridad, y como si fuera poco mis deseos de ver a Matías incrementan, anhelo ver su rostro, escuchar su hermosa voz, observar sus dulces ojos verdes que me recuerdan que todo va a estar bien.

Pero no, él no debe ser la persona que me salve, no debo depender de él, no tiene que tomar ese lugar, porque a pesar de sentirme mal, sé perfectamente quien debe tomarme la mano y levantarme, solo que no me animo a pedirle ayuda, no estoy preparada para aceptar su perdón cuando yo misma me condeno.

En el folleto de violencia familiar nombra varios grupos de apoyo y psicólogos que pueden ayudarme a salir de esto, y pensar en eso me hace recordar aquella vez cuando Natalia me dijo que ella y los jóvenes eran mi familia, y que los líderes estaban para ayudarme.

¿Y si...? No, no puedo.

¿Pero si me entienden? No Mia, no lo harán.

¿Ellos podrían guiarme? No te pueden ayudar.

¿y si soy libre al confesar? No va a cambiar nada.

Me pongo a pensar en todo el contenido que debería quitar de mi cabeza, cuando, sin pensarlo, comienzo a sentir la tentación que me incita a pecar, a ver esas páginas que no me edifican, y caer para luego odiarme.

—No —niego indignada, no me puede estar pasando esto justo ahora.

No quiero, pero mi cuerpo no acompaña el pensamiento, mi cuerpo tiembla y mis manos también, observo el celular de reojo, queriéndolo agarrar.

—No, basta, basta —susurro con pocas fuerzas.

Me levanto de la cama y comienzo a caminar de un lado para el otro, luchando con mi interior.

¿Por qué no quieres hacerlo?

¡PORQUE ESTÁ MAL!

Pero sabes que te gusta.

¡Ya no! Solo me causa dolor y muerte espiritual, no tengo control de mí misma.

Y no lo volverás a tener.

Quiero recuperarlo, no quiero fallar más.

Nadie podrá sacarte de esto Mia, tú sola te metiste, tú eres la culpable, ahora debes aceptar las consecuencias de tus actos, y vivir con ello.

— ¡BASTA! —callo las voces en mi mente.

Todo mi cuerpo tiembla, siento cosquilleos en mis dedos, mi respiración está acelerada y una fina capa de sudor baña mi rostro, mostrándome que estoy resistiendo con las pocas fuerzas que me quedan.

DIGNA (proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora