Capítulo 7

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-Necesito que estén alertas-

-¿Sucedió algo, H? ¿Necesita apoyo con algo?-

-Simplemente quiero que se mantengan todos atentos, el objetivo está en la ciudad- Ordenó con voz ronca y seria.

-¿Objetivo? ¿Se refiere al agente del FBI desaparecido?- Interrogó confundido a través de la radio.

-No, al otro hermano italiano mafioso, Toni Gambino-

-De acuerdo, le diré a mis agentes que observen bien al patrullar ¿Podrías describirme su apariencia, como luce?-

-Enseguida te envío una foto suya, pero es muy importante que logremos capturarlo porque si lo atrapamos a él, daremos con el paradero de Gustabo, mi compañero desaparecido-

-10-04, lo marcaré como algo de suma importancia su captura-

-Gracias y buen servicio- Se despidió relajando un poco su tenso tono de voz.

Apagó unos momentos la radio exhalando un suspiro de sus labios, concentró sus ojos heterocromáticos en un punto invisible del techo para seguidamente esbozar una pequeña sonrisa.

-Ya estoy más cerca de encontrarte, voy a traerte de nuevo conmigo, Gustabo...- Susurró al aire con una naciente emoción en su pecho al imaginar cada vez más cerca el reencuentro con su compañero de toda la vida.

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-¿Estás seguro de que puedes manejar?- Preguntó el de cresta con una sonrisa nerviosa en su rostro.

-Que sí, yo controlo, yo controlo- Respondió mientras conducía aumentando cada vez más la velocidad.

-Mejor... Mejor para por aquí y déjame al volante- Dijo colocando una de sus manos sobre el tablero del coche y la otra la tenía afianzada sobre el cinturón de seguridad al ver como el rubio cenizo giraba en una esquina sin reducir la velocidad. -Carlo, vas a chocar... ¡Carlo!-

Horacio soltó todo el aire que mantenía en sus pulmones al ver como por poco se estrellaban contra otro coche, pudo respirar con normalidad al notar que estaban a salvo tanto ellos como su coche.

-¿¡Viste eso!? ¡Te dije que yo controlo!- Expresó con euforia el italiano sin despegar sus ojos del camino. -¡Vamos por aquí!-

-¡No Carlo, no!- Gritó algo desesperado ya que el contrario se metió por las partes de las alcantarillas y seguía sin aminorar la velocidad.

-¡Disfrútalo Horacio!- Exclamó emocionado llegando hasta una rampa que al ir en gran velocidad hizo que el vehículo se despegara del suelo por unos momentos, y al caer frenó deteniendo el coche por primera vez desde que tomó el volante, giró rápidamente su cabeza en dirección al dueño del vehículo y con una gran sonrisa gritó. -¡José perra!-

-Pero... ¿¡Qué te pasa!? ¡Estas loquísimo tío! ¿Y qué es eso de José perra?- Comenzó a hablar con nerviosismo y algo alterado por el suceso.

-No lo sé, sentí que debía decirlo- Contestó con sinceridad sin quitar la alegría de su rostro. -¿Estás bien? ¿Necesitas ir al hospital?-

-No no no, solo... sólo quedemos quietos por unos minutos- Normalizado su respiración, destensó de a poco cada extremidad de su cuerpo y después de cerrar unos segundos sus párpados, los abrió una vez estuvo tranquilo. -Ya, ya estoy-

-Perfecto, volvamos-

-¡No!- Exclamó rápido provocando una carcajada en el contrario. -Bájate, yo conduzco-

Al cambiar de posiciones, el de cresta comenzó a manejar mucho más calmado, incluso más de lo normal, por hoy ya había tenido suficiente con los límites de velocidad. Fueron tranquilamente por la ciudad paseando sin rumbo fijo, se detenían de vez en cuando en el gimnasio a pedido del italiano y otras veces en alguna tienda de ropa, hasta que comenzó a anochecer y decidieron comer en alguna tienda de comida rápida. Disfrutaron de la comida y sin apuro alguno salieron caminando tranquilamente del local hasta el estacionamiento que había a un lado de éste, subieron al vehículo de Pérez y el de orbes bicolor comenzó a conducir hacia su hogar, manejando con serenidad mientras la radio emitía una canción que animaba el ambiente, ninguno notó que a un par de metros detrás de ellos otro vehículo, uno desconocido, los seguía con cautela.

Estaban tan inmersos en el viaje y disfrutando de la nocturna ciudad que no se percataron que los perseguían desde hace varias cuadras, el de cresta entró en la zona del barrio donde vivía y unos momentos después cruzó la reja de su vivienda estacionados su coche fuera del garaje. Bajaron a la vez, solamente que el rubio cenizo caminó hasta la piscina ya que quería disfrutar unos momentos de la fresca brisa nocturna antes de entrar a la gran casa, mientras Horacio se adentró a su hogar.

Estaba todo tan calmado y silencioso que le permitió a su agudo oído escuchar como un invasor trepó y cruzó el gran muro de la propiedad del agente federal, se quedó unos segundos congelado en su lugar, era muy raro que alguien entrara a robar cuando claramente se vio que un coche llegó a la vivienda, no debía ser un ladrón muy inteligente si venía justo ahora que cualquiera los vio entrar, pero comprendió que no se trataba de uno al escuchar la voz de la persona que entró sin invitación.

-¿Carlo?- Murmuró aquella persona detrás de él, una voz que le transmitía calma, que le sabía a cariño y a hogar, una que sentía que estaba en casa cuando la escuchaba. -Mio Carlo, sei tu?-

-Sono io- Respondió en su lengua natal, no entendía por qué tenía esa necesidad de querer mantener una conversación con aquel "desconocido", pero sabía que no quería alejarse de él.

Volteó lentamente su cuerpo en dirección al intruso y al visualizar la figura del contrario que le sonreía con lágrimas en sus ojos igual de celestes que los suyos, sus orbes se ensancharon en asombro, por fin había encontrado y tenía en frente suya al dueño de aquella voz, dándole finalmente un rostro a esa persona.

-¡Arriba las manos!- Exclamó una tercera voz a un lado de ellos, rompiendo el contacto visual que mantenían los otros dos. -¡Que levantes las manos, joder!-

El desconocido acató la orden subiendo lentamente sus brazos en alto pero sin dejar de ver al rubio cenizo, quien intercalaba su mirada entre el rubio y el de cresta que tenía pistola en mano apuntando fijamente al intruso.

-Estaba esperando a que aparecieras, Toni Gambino-

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Ricorda... Mio FratelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora