Capítulo 10

395 60 26
                                    

-Entiendo que quieras ayudarle a que se desquite peleando, pero hay otras maneras también- Dijo tranquilamente posando una de sus manos en la mejilla del rubio cenizo, para acariciar suavemente con su pulgar la piel del menor.

Los destellos de preocupación que emitían los orbes del mayor lo capturaron, no quería que su hermano se agobiara, él ya estaba acostumbrado a resolver todos los asuntos respecto a los sentimientos a través de cosas así, si no se descargaba por medio de pleitos, lo hacía con prácticas de tiro, yendo al casino o la más tranquila y menos preocupante de todas, ir al gimnasio de la playa a ejercitarse.

Puso su mano sobre la del rubio mayor y cuando estuvo a punto de decirle algo para dejarlo más tranquilo, un fuerte tiroteo de la parte de atrás de su camisa lo alejó de forma abrupta de su hermano, el agarre lo destabilizó provocando que cayera sentado sobre el césped. Rápidamente levantó su cabeza observando al causante de tal acción, pudo ver la ancha espalda de Horacio ahora empujando a Toni consiguiendo dejarlo en el suelo, sin querer darle tiempo a hacer más, de forma inmediata se reincorporó y corrió hasta el federal, pasó sus brazos por su cintura y por la velocidad en la que chocó contra el de cresta, logró alejarlo unos metros del rubio. Cayeron uno al lado del otro, apoyaron sus manos y rodillas sobre la tierra, voltearon sus rostros hacia un lado y al percatarse de que estaban demasiado cerca, se levantaron y se posicionaron listos para iniciar un nuevo intercambio de golpes.

No pudieron cruzar más que dos o tres puños y alguna que otra patada cuando de repente el de orbes celestes vio como el agente se detuvo de golpe comenzando a temblar hasta caer en el suelo, aunque solo pudo verlo por unos segundos ya que el siguiente fue él en recibir una gran corriente eléctrica que sacudía su cuerpo provocando que también cayera junto al de cresta. Unos minutos después de que pasara el efecto y lograran recuperar un poco la compostura, lentamente se sentaron sobre el pasto y antes de poder hacer algún otro movimiento escucharon un corto chasquido que buscaba llamar la atención del par, estos voltearon a donde provino el sonido y vieron al rubio con un taser en mano, mirándolos con el ceño fruncido. 

-Quietos, quédense quietos si no quieren recibir otra descarga- Advirtió apuntando una vez a uno para seguidamente hacer lo mismo con el otro y así todo el rato. -No son animales como para estar golpeándose como bestias-

En completo silencio el de cresta se levantó y caminó con paso firme hasta el italiano mayor, Carlo de inmediato se reincorporó para evitar cualquier movimiento del agente contra su hermano al ver que su mayor no se movía. Al principio Toni dudó en disparar al ver como finas lágrimas seguían surcando el rostro bronceado de Pérez, no solo mostraba rabia sus gestos sino que su semblante mostraba lo roto que estaba por dentro, podías ver su alma irreparablemente hecha añicos a través de sus apagados y particulares orbes. Pero cuando vio la clara intención que tenía el otro de golpearlo, sin dudarlo le dio otra descarga consiguiendo que cayera boca abajo con su cuerpo agitándose, soltó todo el aire que no sabía que retenía en sus pulmones, al parecer la imagen deplorable del hombre le había dado una gran angustia, cosa que no entendía ya que no lo conocía y no simpatizaba mucho con él, pero logró sentir un poco lo que le pasaba porque él tuvo un agobio parecido cuando no tenía indicios de que su hermanito estaba bien o siquiera de que estaba vivo.

La única diferencia es que él tuvo la suerte de poder recuperarlo, sin embargo el de crestas no, no lo volvería a ver y quién sabe si quizás tuvieron al menos un último abrazo de despedida.

Pasaron los minutos en completo silencio, el rubio guardó su taser y analizó por unos momentos la figura del federal, éste no se había movido desde la última descarga, se mantenía boca abajo sobre el césped soltando pequeños hipidos que inútilmente intentaba acallar, sus manos se cerraban en fuertes puños sobre la hierba. 

-Toni...- Susurró el rubio cenizo queriendo agarrar del brazo al mayor que comenzó a caminar en dirección al destrozado hombre, pero el rubio le intentó calmar con una pequeña sonrisa triste y cruzando sus ojos celestes con los del menor.

Una vez que acortó la distancia, puso sus rodillas contra el suelo y despacio, sin querer asustarlo, puso una mano sobre la ancha espalda del agente, acariciando levemente de arriba a abajo.

-Aléjate de mi- Ordenó cuando consiguió silenciar sus sollozos pero sin moverse ni un centímetro de su posición. -Apártate si no quieres que te mate-

-No creo que lo hagas- Murmuró de vuelta con un tono bastante lento y despacio.

-No me conoces, no sabes de lo que soy capaz- Añadió con rudeza en sus palabras apretando cada vez más sus puños, esto alertó al rubio cenizo que se preparó para cualquier movimiento que hiciera el otro contra su hermano. -¡Soy un federal, pertenezco al FBI y tu eres un jodido mafioso del cual me debo encargar! Asique es mejor para ti que te alejes mientras puedas antes de que te mate, no sabes lo que puedo llegar a hacer-

-Solo tengo la certeza de que no eres una mala persona, asique por eso dudo que me mates- Volvió a pronunciar con calma, una que exasperaba al de cresta.

-¿¡Quién te crees que eres para opinar sobre lo que soy capaz de hacer o no!? ¡No eres nadie como para hablar como si me conocieras!- Gritó con frustración y una llama de furia en su pecho que iba acrecentándose a cada minuto.

-Eso es verdad, no soy nadie que pueda opinar sobre ti y apenas sé quien eres, después de todo hoy es la primera vez que nos vemos- De forma lenta llevó su mano dudosamente hasta la cabellera de Pérez dejando pequeñas caricias. -Pero confío en las palabras que alguien me dijo un día, yo no te conozco pero sé que Gustabo sí lo hacía, Horacio- 

La cabeza del nombrado se elevó de inmediato y con lágrimas en sus ojos, chocó sus orbes bicolores con los celestes de Toni, no supo si era porque las cristalinas gotas nublaban un poco su visión pero logró ver un destello de su Gustabo en ese italiano, su cabellera dorada y sus ojos azules, solo que los del Gambino era más claros. Ante la corta y un poco distorsionada imagen de su compañero de vida, nuevamente las lágrimas comenzaron a salir sin control, pero esta vez su rostro fue amablemente refugiado entre el pecho del italiano, que de forma suave lo había rodeado con sus brazos y lo atrajo en un abrazo gentil queriendo reconfortarlo aunque sea un poco.


ºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoºoº



Ricorda... Mio FratelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora