Dios que nervios. Por fin llegaba el día de verse. Sábado. Un sábado que iba a marcar el comienzo de una historia, que para uno de ellos iba a durar más de lo que pensaba. Noventa kilómetros que los separaban y en cuestión de horas se hacían eternos. Kayle llegaba a las 3 de la tarde a la gran capital. No había cogido demasiadas veces el transporte público y eso le llevó a perderse más de una vez. Pero eso ya lo contaremos luego. Kayle se dirigía a casa de un familiar. La hora antes fueron puros nervios. Incluso lágrimas por miedo a no gustarle e incluso no apareciera. Se preparó, se acicaló, se concienció para no decir más de la cuenta. Allí iba. Temblando como un flan. Llegó al sitio de la cita. El era tonto. Se perdió en la gran ciudad. Gracias a la amabilidad de la gente pudo, gracias a una linea roja lograr encontrarla. Caminaba despacio. Con miedo, mucho miedo. Llegó al final de la línea, pintada en el suelo y cuando levantó la cabeza. Ahí estaba. Estaba ahí. No podía creerlo. Alanna. Tan hermosa como se la había imaginado. Que nervios pensó para sus adentros. Llegó el momento, del todo o nada. Llego el momento que esperaba desde hace meses.
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Es la historia de un amor como no hay otro igual
RomanceNada es como parece, cuando crees estar arriba, en la cresta de la ola es cuando ves que la caída puede ser catastrófica. La vida es una veces amiga y otras enemiga, ten en cuenta que quién te acompañe en ella, las gracias nunca sobran porque quién...