Todas las cartas han sido entregadas, pero Fex no ha mejorado ni un poco. De hecho, está peor. Sus dedos están congelados y su cabello pasó a ser blanco como la nieve. Ni la calefacción, ni la torre de cobertores, han hecho una evolución en ella.
—Quiero salir a un lugar. —Su voz llama la atención de todos, pero ella sólo sonríe—, ya es momento de volver.
— ¿Volver?
Fex sólo asiente, saliendo de la cama. La adolescente da un traspié, pero papá la sujeta justo a tiempo. Aun así, tiembla ante el frío que libera el cuerpo de la chica. Parece susurrarle algo al oído, a lo cual él asiente. La carga y todos salimos al auto, nos subimos en la parte trasera y mientras Dael conduce, el frío incrementa. Cuando aparca, muestro mi confusión. Rodeado de árboles altos y con una zona en especial, en donde no crece ni el pasto, dejan a Fex. Ella sonríe, agradecida, nos pide que demos un paso atrás y se coloca de pie. El sol se refleja sobre los cristales en su cuerpo, antes de que, de la nada, se congele.
De pie a cabeza, se vuelve una escultura de hielo. Todos aguardamos, tensos. No se descongela, no vuelve a brillar.
Estamos a nada de rendirnos, cuando siento algo en mi mano. La vendita me confunde, pero cuando busco respuesta en mis padres, ellos ya tienen puesta las suyas; mamá en el puente de su nariz, papá en la mejilla. Miro a Mazi, que asiente, antes de que al mismo tiempo, ambos nos peguemos la nuestra.
Cuando lo hago, un calor y un peso sobre mi cabeza —que antes no estaban allí— me hacen sujetarlo en mis manos. La gallina hecha fuego, me mira con atención.
—No inventes.
—Volví, perras —habla, soltándose de mi agarre y empezando a volar, repartiendo cenizas en cada aleteo. Se posa sobre la cabeza de la escultura, guiñando un ojo—, esta bebé, quedará aquí para la inmortalidad.
—Fénix —mamá la toma, abrazándola con cariño—, eres tú.
— ¿Ves por qué le decía Heihei? —Cuestiona mi papá, riéndose.
—En primer lugar, es una falta de respeto que te refieras a mí de dicha manera —lo señala, con una de sus alas—, y en segunda, si no quieres que queme tu rubia cabeza, es mejor que te calles.
—Me gustabas más cuando no sabía que hablabas.
Fénix vuelve a aletear, aterrizando en el suelo. Nos hace una reverencia a Mazi y a mí, complacida.
—Gracias por repartir las cartas.
—No fue divertido, nos asustaste.
—Se supone que estoy de vacaciones. Esas cosas ya no las hago —sacude su cola—, de todas maneras, dudo mucho volver a verlos. Estoy complacida. Dael y Grethel tienen una linda familia.
—Gracias.
—Aunque, dado que Gabriel se parece mucho a su padre, está un poquito feo.
Sonrío, divertido. El ave hace una nueva reverencia.
—Es momento de irme, compañeros —comenta, revoloteando—, ahora... un paso atrás, sí, eso...
Cuando estamos a una distancia prudente, Fex nos sonríe. O así parece.
Luego, un rayo cae sobre ella.
Después, ya no está.
ESTÁS LEYENDO
Cartas para el otro lado
Teen FictionPodría comenzar esto de forma simple: me interesé por una chica. Realmente no era nada del otro mundo, omitiendo un pequeño pero gran detalle. Era Grethel. Sí, esa Grethel. La extraña chica de segundo de preparatoria, que siempre llevaba prisas y ha...