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Capítulo 04


Te fuiste una vez, puedes irte una segunda vez

Sufrí, y sufrí mucho. Sufrí cada vez que recordaba el momento en que mis padres se separaron y papá decidió irse. Sufrí en el momento y sufrí después. Sufrí cuando veía a mamá llorar a escondidas en su habitación para que yo no la viera. Sufrí cuando escuchaba los susurros de mi mamá echándose la culpa de que él se fuera. Sufrí, y sufrí mucho, pero nunca lo acepté, porque me negaba a aceptar que el sufrimiento me pudiera derribar. 

Sri Nisargadatta Maharaj dijo: “El dolor es físico, el sufrimiento es mental. Más allá de la mente no hay sufrimiento. El dolor es esencial para la supervivencia del cuerpo, pero nadie te obliga a sufrir”. Y tuvo razón, porque, aunque digamos que no, el sufrir es una elección, es una decisión que tomamos. Pero también es algo de lo que no se puede escapar porque sufrir, también es parte de la vida. 

—Tienes que irte —dije limpiando mis lágrimas—, además mi mamá no está aquí. Si quieres hablar con ella será mejor que vengas más tarde. 

No iba a llorar frente a él, no lo haría jamás porque él no merecía verme así. Cuando nos abandonó no le importó lo que sufriera yo o mamá y estoy segura de que no le importará ahora. Solo quiero que se vaya y me deje tranquila. 

Él parecía pensarlo un poco y echó una ojeada al interior de la casa. 

—¿Estás sola? —inquirió, y con lentitud yo asentí—. Le dije a tu madre que no te dejara sola, ella no sabe lo que puede pasar o lo que podrías hacer tú. 

Apreté mi mandíbula con fuerza. Lo odio todo lo que puedo y más. 

—Ella confía en mí, a diferencia de ti, ella y yo tenemos confianza la una con la otra. —miré hacia arriba, como si aquello me diera la fuerza para no tirarme al suelo y llorar—. Bueno, ya viste lo que querías, ya te puedes ir. 

—No te dejaré sola. 

—Si, bueno, eso debiste pensarlo antes de abandonarme a mí y a mamá, ¿no crees?. 

—¡No me hables así!. —exigió como si pudiera hacerlo. 

—¿Qué haces aquí?. 

—Vine a hablar con tu ma…

—¡Ya viste lo que querías! ¡¿Por qué no te vas de una buena vez si ya viste lo que querías?! ¡Te fuiste una vez, puedes irte una segunda vez y todas las que quieras que sé que seguirán!, pero yo ya no sabré quien eres. ¡Si quieres llevarme contigo al otro lado del mundo, entonces hazlo, pero no ahora, no en este momento!. —grité y dije aquello que callé y, aunque no quería hacerlo, pasó. 

Mis palabras, no, más bien mis gritos, parecieron hacerle dudar de lo que hacía. Pude ver claramente como dudaba y pensaba de más en lo próximo que diría. 

—Juntos esperaremos a tu mamá. —soltó. 

Entró a la casa y la impotencia me llenó. 

—Esta no es tu casa. 

—Yo la compré. 

—Y mi mamá es quien la paga, así que no es tu casa. Mamá la compró, no tú. 

—Como digas. —dijo y se sentó de golpe en el sofá frente al televisor, se quitó los zapatos, subió los pies en la pequeña mesa de vidrio frente a él y encendió el televisor. 

—Bien, iré a terminar de dar mis clases, tú... —lo miré y vi que se había puesto a ver un partido de fútbol de no sé quién contra quién—, tú haz lo que quieras. 

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