Capítulo 26

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Narrador

Unos zapatos Aubercy negro se abren paso en el personal que a esa hora de la mañana empieza su labor en Le Blanc. El portador de los finos calzados, no necesita pedir permiso para ingresar, la gran mayoría de personas se hacen a un lado en cuanto lo ven, ya sea por su figura imponente o por reconocerlo.

Era el custodio del castillo Doyle-Turner, heredero en línea directa de Gedael, jefe del clan y como si el conjunto de títulos, su estatura o su físico, no fuera suficiente sobrino de Tanned Duncan, conocido no solo por el poder en su país, su incalculable fortuna, sus nexos con diversas mafias y grupos políticos.

Mujeres y hombres se detienen al verle entrar, solo sin escoltas de ninguna clase, cabeza en alto y como si supiera a donde dirigirse. Llega directamente al ascensor y presiona el botón, un grupo de cinco personas que espera el mismo se quedan asustados al ver quien será el acompañante.

—¿Alguien más? —pregunta con su ceja rubia alzada, al tiempo que sus labios se tuercen en una línea fina y media sonrisa, esa que no llega a sus ojos.

El pequeño grupo niega y se limita a asentir presionando el botón de cerrar las puertas. Una vez estas lo hacen el grupo aumenta y con él la presión de lo que pueda ocurrir dentro de la oficina del jefe. El desconocido tamborilea sus dedos en las paredes del ascensor y en el primer piso los corrillos aumentan cada vez más.

Las puertas se abren y sale girando a la izquierda, ha pedido el lugar exacto, piso y como llegar, no le gusta la idea de pisar ese edificio, lanzar una amenaza pidiendo como llegar a la oficina de su enemigo. Es como ve a los Le Blanc, sea a Oliver o a su hijo, ambos infelices que no tienen ni una puta idea con quien se metieron.

Escanea el sitio en búsqueda de la mujer que Nails le ha descrito, trigueña de cabello castaño y ojos oscuros, su uniforme es de un color distinto a sus compañeros, rojo y suele llevar una falda un poco más abajo de mitad de pierna. Nails cree que es la amante de su jefe, a juzgar por las veces que la ha visto salir con algunos mechones de sus risos sueltos o alisando su falda. Al verle se levanta con ojos abiertos y pupilas dilatas.

—¿Tu jefe? —pregunta y la chica carraspea antes de preguntar.

—¿Tiene usted cita señor...?

—No la necesito, no a lo que vengo. —interrumpe y la mujer toma de forma nerviosa la agenda, presionándola en su pecho. —¿Se encuentra o no? —ruge lo que hace a la mujer saltar asustada.

—Sí, ya lo anuncio...

—No es necesario— vuelve a interrumpir girando su pie izquierdo en dirección a la oficina de Le Blanc, una que se abren justo cuando se disponía a entrar

—Lana, la ...

Las palabras quedan suspendidas en el aire, Gino tuerce sus labios en una mueca de burla, mientras observa de arriba abajo al rival de su primo. Su vestimenta es costosa desde su cuello hasta los pies y solo hay una razón por la cual alguien se esfuerza en tanto.

Un perdedor...

—Adrien Le Blanc, Gino Doyle necesita hablar un par de cosas contigo —se refiere a él en tercera persona haciendo que el empresario lo mire intrigado.

El intercambio de miradas dura unos segundos, mientras en el rostro del rubio solo refleja indiferencia, en la del francés hay enigma y un poco de nerviosismo. El custodio del castillo no solo es un hombre alto, también tiene ese rostro que logra mantener en silencio a cualquiera. Por un momento teme que su llegada tenga que ver con lo sucedido con Louise, hasta que empieza a hablar.

—Vengo a que conozca el rostro del hombre a quien se está enfrentando —habla tranquilamente mientras ingresa una mano en su bolsillo.

Su mirada viaja a todo el lugar, sin dejar un solo sitio que revisar, no hay nada del otro mundo en ese lugar, todo es corriente y según se espera. Cuando sus ojos cruzan los de Le Blanc puede ver, aunque de manera fugaz el odio en ellos.

Un Hombre Perfecto 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora