Capítulo 38

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Gael

Claid Duncan estaba por volverme loco, realmente el tipo era un personaje muy molesto. Hace treinta minutos cuando recibía la excelente noticia que mi hijo estaba bien y que estábamos a un mes o quizás menos (las madres primerizas suelen adelantarse en las fechas, había dicho la ginecóloga), que le viera el rostro a mi hijo, el hombre necesitaba verme.

—Debería desistir —me dice Nails burlándose de mi —si ese doctor no quiere ese dinero no pueden obligarlo—guarda silencio y junta las cejas observando por la ventana antes de seguir —¿Qué clase de hombre no quiere dinero?

No es lo que yo preguntaría ¿Qué clase de hombre obliga a otro a poseerlo? ¿Qué pensaba Tanned cuando hizo ese testamento? Apenas estoy conociendo al doctor Thomas Mackay, pero Gerald que lo conoce desde el día en que Rose se tomó ese potenciador y casi colapsa en el castillo, asegura es un hombre serio y de valores únicos.

—Probablemente alguien que no desee ensuciarse las manos —le respondo luego de una pausa.

Es que es realmente extraño que hasta le haya dejado un abogado para todo lo que el hombre pudiera necesitar. Cualquier persona con un poco de desconfianza temería de un acto así y aunque en Tanned, fue agradecimiento por todo lo que hizo por Gabriela, no deja de parecer extraño.

—En eso le doy la razón, pero debe aceptar que ese doctor es muy orgulloso —sonrío sin decir nada.

El auto se detiene y con ello la conversación que ambos tenemos, probablemente nunca sepamos que llevó a Duncan a ayudar de esa manera a Thomas. Dentro de la estación pido hablar con el jefe y un oficial señala una oficina frente a donde estamos.

—Lo está esperando —dice y mira a Nails. —debe esperar fuera o deja el arma.

—Ninguna de las dos —dice entre dientes mí en este punto amigo y niego divertido al verle mirar con fastidio al oficial.

—Solo hace su trabajo —le recuerdo golpeando sus hombros. —espera fuera, no creo demorarme.

Gira sobre un mismo pie lento y sin despegar sus ojos del oficial o demostrarle que su decisión le molesta, mientras yo decido dar por terminado esta asesoría. Debo viajar a París esta misma semana, porque no quiero que el parto de Louise me tome en otro lugar que no sea a su lado. Gerald, mi padre y yo hemos recibido suficiente material para meter tras las rejas a Adrien, pero antes de eso le haremos pagar lo que hizo a mamá.

Doy pequeños toques en la puerta y al escuchar la orden de pasar giro la perilla, encuentro a Claid detrás de un escritorio leyendo varios expedientes. Tiene sus lentes en mitad de su nariz, es de esos personajes que lee pasando el dedo índice por cada una de las líneas. Una vez nota mi escrutinio me ve por encima de los lentes sonríe al quitarlos y me señala la silla justo frente a su escritorio.

—No he encontrado nada —le explico antes que me haga preguntas y niega retirando sus lentes en marco negro que deja encima del documento que segundos antes lee.

—No te llamé a eso —interrumpe.

En vista de eso decido sentarme, se incorpora y va hacia una cafetera de donde sirve dos cafés. Debería decirle que odio esa bebida y que solo se la recibo a mi padre, pero en este trabajo aprendes a no despreciar a nadie.

Dos sorbos y lo dejo a un lado.

—Hablé con Gino, mi sobrino—aclara y entregándome el café —¿Azúcar o crema? —niego a ambas y se instala de nuevo en su puesto con la bebida a un lado.

—Imagino que es sobre mi madre —afirma moviendo la cuchara dentro de la bebida que despide humo. No está en mis dominios, pero puedo darte un consejo —ese comentario es de mi interés y dejo a un lado la tasa en espera que se enfríe.

Un Hombre Perfecto 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora