FINAL

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El beso que recibo fugaz en los labios me hace abrir los ojos algo somnoliento, Louise me observa con rostro preocupado. Es la quinta vez que sube y se asegura si respiro o si estoy bien.

—Estoy bien bonita, no tienes que temer —le calmo y toma mis manos —es ese fármaco que me hace... flotar —digo esto último en un susurro.

—Me quedaré aquí —insiste y niego abriendo los ojos una vez más.

Me habían dado de alta resumiendo estaba bien y todo controlado, pero debían vigilar la herida y asegurarse que estuviera en óptimas condiciones, había asegurado Thomas.

—Debes ir con Gabriela —le recuerdo —hiciste una promesa.

Desconozco que sucede a continuación, creo que me he quedado dormido pues lo siguiente que recuerdo es que no es de mañana, sino de tarde y sigo solo en la habitación. El dolor en mi espalda producto de estar tanto tiempo en cama me obliga a sentarme y empiezo a recordar lo sucedido hace unos días.

No soy un héroe, estoy lejos de la descripción de uno de esos seres fantásticos, no me molesta decir que no hice pie por defenderme. Odiaba la idea de ver a Adrien morir o que su muerte fuera mi única salida a nuestra tranquilidad.

Reconozco el dialogo como método para encontrar soluciones, por eso le di una solución, le brindé la posibilidad de irse y empezar de cero. Olvidar que existió en la vida de mi esposa, mientras yo me encargaría de hacer como si el no estuviera vivo en algún sitio.

Lo desaprovechó y ello solo reafirmaba que la estupidez humana no tiene límites. Adrien Le Blanc, pudo rehacer su vida al lado de quien sea o solo y no quiso. En este punto de la historia, todos aseguran que su comportamiento iba más allá de que amaba la Louise. Probablemente yo le recordaba a alguien del pasado y eso lo hizo hacer tantas tonterías.

Nunca lo sabré y tampoco importa.

Estando allí en las manos de Le Blanc no sentí miedo, el alivio por saber que mi muerte contribuiría a la paz de los míos me permitió afrontar mi destino. Hasta que Louise corrió hacia mí, con el niño en brazos en medio del grupo de hombres, conocí el miedo en ese instante, sobresalía no sólo por el tono de su piel o el vestido blanco que llevaba y hondeaba al viento, yo distinguiría a Louise en cualquier sitio, momento o situación.

Estaba dispuesto a morir, pero no verla a hacerlo, sin importar que yo muriera ese día. Tenía claro una cosa, Louise tenía que vivir, había demasiadas cosas que le fueron esquivas y necesitaba hacerlas.

Resulté herido en dos partes de mi anatomía, ambas de entrada y salida, en mi pierna y brazo derecho. El miedo inicial era que la herida hubiera comprometido la arteria, por fortuna no fue así. La parte más incómoda era estar en cama la mayor parte del tiempo hasta que Mackay o Gino, no dijeran lo contrario.

—Alguien quiere a su papá —comenta el tío Guido al entrar a la habitación con mi hijo en brazos. —le siguen asustando los ruidos, Louise y Gabriela se lo llevan con los Le Brun, dice que tú ya sabes.

Siguen en esas clases de cocina en casa de mis suegros, sonrió a mi pequeño que con ojos llorosos me observa detenidamente. Despierta en las noches llorando y lanzado gritos desesperados, me da dolor verlo llorar sin poder decirnos a que le teme, aunque me hago una idea.

—Será mejor si se queda aquí —le digo a mi tío quien sonríe con el niño en brazos.

Su madre corrió con él en brazos y fue testigo silencioso del caos a su alrededor, también del llanto de su madre. Thomas dijo que fueron demasiados eventos en un mismo momento para que su pequeña mente lo entendiera. "Si nosotros mismos, no podemos manejar ciertas cosas ¿Te imaginas ellos como se siente?" Habían sido sus palabras y nos pidió tenerle paciencia, no creía necesario ayuda profesional y aseguró, solo necesitaba amor y cuidado.

Un Hombre Perfecto 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora