Capítulo 1

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Louise

Los buitres sobrevuelan en torno a su presa cuando esta aun agoniza, ellos pueden oler a la muerte, quizás mucho antes que el animal sepa va a morir. Esa mañana mientras dejaba la última maleta cerca al camión de mudanza, observaba a alguno de nuestros vecinos mirar la escena desde sus ventanas.

—¿Esta es la última? —pregunta mi madre y asiento.

Abro mi bolsa y saco de ella lo que me han dado por todas mis joyas, la gran mayoría son un recordatorio de mis padres o amigos en sus cumpleaños. Suena triste que veinticuatro años de recuerdos, estén en un paquete de no menos de quince centímetros. Para mí no tenían un valor comercial, eran invaluables, pero para el joyero eran un grupo más, otro rico más que se va a la ruina.

—No debiste hacerlo nena —me dice y me encojo de hombros. —tu padre no lo soportara.

—No se lo digas —digo avanzando hacia ella y dejando en el interior de su bolsa el paquete —hice un trato con el joyero y me prometió esperarme dos meses—le miento por primera vez a mi madre, pero es una mentira piadosa —en ese lapso ya tendré un empleo y podré ir pagan a cuotas para recuperarlas.

Solo así me permite ayudarles, me he hecho la promesa de devolver todo a mis padres. Conseguiría un empleo y ellos no tendrían que trabajar nunca más, había llegado el momento de retribuir todo lo que han hecho por mí.

—¿Nos vamos? —la voz cansada de mi padre, sale con un viejo maletín en sus manos.

Ambas asentimos, pero nos quedamos un tiempo observando como un empleado del banco ingresa en el jardín destrozando las rosas de mi madre el letrero “En Venta”. Se me arruga el corazón al ver sus rostros tristes vidriosos observando como el trabajo de toda una vida se ha ido a la basura.

—Tendremos una mucho mejor… será un castillo —les digo abriendo mis brazos y papá sonríe mientras me atrae hacia él.

—Nos iremos de aquí —sigue diciendo por mí y afirmo.

 —Pero antes tendrán que ver como nos levantamos —cuntinua mamá mirando con con su ceja enarcada hacia la ventana de los vecinos del frente.

La cortina se mueve un poco clara señal que hay alguien detrás observando lo que sucede. La desgracia que nos ha sobrevenido, no somos los primeros en confiar en terceros a la hora de hacer negocios y perder, tampoco seremos los últimos.  

Mi nombre es Louise Le Brun Dupoy, mi madre es Eleonor Dupoy y mi padre Claude Le Brun. Ambos de Marsella, al casarse su vinieron a vivir a París, la ciudad de los enamorados. Aquí empezaron trabajando en un pequeño restaurante, las ganas de salir adelante, empeño, entusiasmo y, sobre todo, tener al mejor chef (mamá), le hicieron rápidamente a un nombre en la ciudad. Fue tanto el éxito que, en dos años ya tenían un local más grande y estaba a puertas de abrir el segundo.

Ocho años después al nacer yo, contaban con tres locales en la ciudad y empezaban a tejer la idea de abrir uno en su ciudad natal. Las cosas empezaron a mejorar considerablemente y atrás quedó la pareja de jóvenes, que tejieron sus sueños en una habitación pequeña, con solo un colchón en el suelo, dos sillas y una mesa en madera que algún rico había abandonado, que papá encontró, arregló y usó en su apartamento por mucho tiempo.

Con su éxito llegó el primer cambio de casa, de amigos y el roce social que nunca puede faltar. Las inversiones en otros lugares hicieron su aparición, los amigos que tenían siempre una buena idea para invertir y con ello… otra casa, mucho más grande en un mejor barrio, porque sus amigos indicaban un hombre de su posición no podía vivir en un lugar tan deprimente. Fueron esos amigos lo que lo incentivaron dos años atrás en invertir en ser inversionista de una empresa de whisky escocesa que abría sus puertas en el París y en otras cuatro ciudades del mundo.

Un Hombre Perfecto 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora