Capítulo 39

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Gael

Cuando Claid Duncan me dijo que necesitaba hablarme, pensé en cualquier cosa menos lo que mis ojos estaban leyendo. Una vez me vio me hizo sentar en la silla y me mostró el reporte policial enviado por su colega en Paris.

El reporte hablaba de una avioneta siniestrada, tres de los cinco ocupantes incluyendo el capitán habían perecido en el accidente. Los otros dos sus cuerpos estaban con heridas de tercer grado en el 90% de sus cuerpos, dentro del aeroplano iba Adrien Le Blanc.

—Es imposible decir en este momento si está dentro de los muertos o heridos —me dice una vez me ve alejar los documentos de mis manos.

—Esto es ... sorpresivo. —alcanzo a decir.

Demasiado fácil, grita mi cerebro que no deja de pensar como abogado. Duncan parece tener la misma inquietud y sigue diciéndome que hay registro que el hombre abordó ese vuelo. Se desconoce quiénes son el resto de ocupantes y se cree que eran posibles socios de la cadena de restaurantes.

—Solo hay alguien que puede sacarnos de duda —expreso tomando el móvil y marcando a la Caruso.

Claid vuelve a tomar el reporte en sus manos mientras yo espero que el hombre conteste. La noticia es de hace un par de horas y fue enviada rápidamente a Edimburgo, para que yo recibiera la noticia.

—No es el mismo investigador —le digo y sus ojos oscuros se alejan del documento y me mira sin decir nada alzando una ceja.

No es normal que hagan el cambio de agente, por lo menos no en este país. El hombre había expresado que estaba haciendo sus propias investigaciones pese a que el caso estaba prácticamente cerrado, me pregunto si eso no tuvo que ver con el cambio de oficial.

—Gael —escucho la voz con marcado acento europeo del otro lado de la línea, notando en ella rastros de alegría —estaba por marcar a Gino —continua. —¿Sabías que el tipo es donador de órganos?

No, aunque en este instante no me interesa esa confesión sino, la siguiente. Están por confirman la identidad de todos los que iban en la avioneta, de momento prima la de los heridos. Claid deja a un lado los documentos y se incorpora hacia la cafetera, sirve dos tazas de café al tiempo que yo escucho que ambos están en grave estado. Duncan deja ante mí la taza y se sienta dándole sorbos a la suya.

—Te seguiré informando en cuanto sepa si está herido o muerto —me dice—de todas maneras, los quemados no es que estén muy bien.

Su cuerpo está demasiado comprometido y parte de sus órganos también. La premura en identificar a quien pertenece es para notificar a las familias, para que se me despidan de sus seres queridos. El viejo Oliver está haciendo los arreglos de las honras fúnebres de su hijo.

Manolo Caruso asegura que con una solemnidad que causa admiración, no ha dejado que nadie se le acerque y le ha pedido que se haga cargo de la parte legal.

—Tiene una hija menor —continúa diciendo —una que se alejó al enterarse de los pasos de ambos.

Ha llamado a su hija y le ha contado del siniestro, le ha indicado que es el momento de volver. Mientras Caruso no puede disimular su a alegría y yo el alivio que esa noticia me causa, cuelgo la llamada. Digiero lo que acabo de escuchar ante la atenta mirada del hombre que sin pudor alguno sonríe.

—Dios decidió por nosotros Gael —asegura dejando en el escritorio la tasa vacía, un registro a la mia me hace ver que aun lanza humos.

Inclina todo su cuerpo en la silla llevándose las manos a la nuca, diciéndome que no bajará la guardia hasta que no esté seguro. No me pide detalles del caso que llevo, tampoco tengo mayores noticias. Me despido del oficial y salgo a la calle sin poder creer que todo esté solucionado.

Un Hombre Perfecto 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora