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—¿Disculpa? — pregunto Ara indignada. Intento voltearse para poder responderle como debía, pero Caleb hizo presión en su brazo, poniéndola contra la pared y puso una daga en la parte trasera de su cuello.

—Escucha hadita, tu tonito no me ha gustado, así que yo preguntaré y tú solo respondes — con un movimiento rápido la volteo quedando cara a cara y colocó la daga justo en su yugular — más vale que estés de acuerdo ya que esta daga esta recién afilada. — Caleb le dio una sonrisa de lado —Así que... ¿Qué haces siguiéndome hadita?

— Número 1 — ante los ojos de Caleb, el hada que tenía apresada entre sus brazos desapareció — soy una Arconte, no un hada — la voz de Ara sonó a su espalda y sin darle la oportunidad de girarse y darle la cara, Ara hizo el mismo truco que él antes, solo que estaba vez no era una daga sino una espada en su cadera, Caleb intentó luchar un poco pero cada vez el agarre se apretaba — Número 2, no te creas tan importante cazador, solo vengo a buscar información. — lo soltó rápido y se alejó dando distancia entre los dos.

— ¿Qué no me crea tan importante? Siempre estás cerca, entre los árboles fuera de mi casa que misteriosamente permiten una vista perfecta de mi habitación y sabes desde que te he notado siempre veo un pequeño búho que misteriosamente tiene un plumaje algo llamativo tal y como tus salvajes rizos.

Ara se puso nerviosa luego de aquella declaración, creyó que con la runa de transformación no podrían notar que era de Farvender, sino que pasaría por un animal más. —¿Creíste que no lo notaría? Llevo siendo cazador desde que tenía 13, los conozco, aunque no sabía que aún existían los Arcontes, sangre celestial tan cerca—Caleb dio una sonrisa sarcástica — suena bastante bien para mí, suena a dinero.

Ara elevó su espada para advertirle que no se acercará — la única sangre que verás será la tuya antes de morir.

— No dije que lo haría. —Caleb guardó su daga y extendio una mano — Caleb, un gusto.

Pasaron unos segundos, Ara aún tenía la espada en alto, pero al ver que el cazador no planeaba nada malo la bajo con cuidado la espada y extendió la mano para responder el saludo — Ara.

— Bien Ara, un gusto, pero debo irme.

Caleb se dio la vuelta y empezó a caminar a la salida del callejón dejando a Arar parada sin terminar de entender que había pasado. Al bajar la mirada para guarda de forma apropiada su espada notó algo un poco brillante en el suelo.

Un anillo.

El anillo de Caleb.

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Se dirigió a un área en donde se ocultaba con algunas otras criaturas que la habían seguido en su búsqueda.

— Creí que tardarías más en volver — la recibió Zaphyr, un elfo, mientras afilaba su espada. — ese cazador si te tiene atrapada. — siguió con la acción.

— Lo hago por la investigación, es de los mejores debe haber algo. He visto que se lleva a algunos a una compañía. — dejo sus cosas en un intento de sillón que habían hecho para su comodidad. — al parecer es su mayor comprador.

Zaphyr detuvo el afilado y la observó cuando ella se sentó con un pañuelo y daba vueltas a algo. Lo que le asusto fueron unas marcas rojizas en su cuello — ¿Qué demonios te pasó?

— Nos encontramos, tiene mejores sentidos de los que creí... es hábil — le daba varias vueltas al anillo con el pañuelo intentando quitar las manchas que no dejaban ver todo su brillo — estaba en el callejón, quería ver si encontraba a Utuir y él estaba ahí — se encogió de hombros — la curiosidad me mató y lo seguí, lo notó y tuvimos una pequeña... confrontación.

— ¿Te golpeó? — negó — ¿te cortó? — volvió a negar, Zaphyr tomó fuerte su espada — entonces, ¿qué te hizo? Para ir a matarlo de una vez.

— ¡No! — ella se levantó y lo tomó de las manos haciendo que soltará su espada — venimos a una búsqueda no a matar a las personas. — se alejó del elfo y volvió a su tarea — sólo me sujetó del cuello y amenazó con una daga de Linam. — lo dijo con tal simpleza que asustó al elfo.

— Pudo herirte gravemente y lo dices como si pasará todos los días.

— Me perdono la vida y sus ojos. — suspiro bajando la mirada — no deseaba hacerlo me veían, no sé, con duda tal vez.

— Es un humano, tu magia le afecto.

— Puede ser — hizo una pausa larga — pero me dejó ir y encontré su anillo, se lo devolveré como disculpa.

— ¿Por qué? Él te confronta y quieres devolvérselo; no sabía que querías morirte.

— De cualquier forma, lo haré. — para que supiera que era en son de paz decidió escribir una nota la dobló y puso dentro de un sobre junto con el anillo.

Lo había limpiado y llevado al hogar del cazador. Espero a que él llegará, lo observó leer su nota e irse a acostar.

Verlo dormir se había vuelto en parte de su rutina, lo vigilaba despierto, pero en la noche velaba por sus sueños. No quería que nada lo perjudicará.

Al entrar a la habitación notó que había dormido con el anillo puesto y la nota que, al parecer había manchado un poco con la tinta de sus marcas.

Se sentó en el suelo frente a su cama y lo observó toda la noche hasta la llegada al amanecer.

Susurros de LuciérnagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora