VII

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Mika se fue a los pocos minutos, el resto del día estuve pensando en cómo ayudarle sin poner nuestras vidas en un total riesgo sin sentido. La idea de entrar a Farvender era un suicidio, algunos cazadores ya retirados nos contaban a los novatos viejas historias sobre lo que pasaba, decían que entre la espesura de la niebla aún podías ver al cazador que se creía tan valiente de entrar al reino de las bestias, a los pocos segundos no se veía nada más que una sombra llegando y desapareciendo al igual que el cazador. Al principio creía que solo eran historias ridículas para evitar que los niños e inexpertos entráramos ahí a tan solo perdernos, pero descubre que eran verdaderas cuando ella desapareció y algunas sombras aparecieron a su alrededor y ni siquiera pudo gritar cuando desapareció.

Esa noche pasé en vela, me sentía cansado, pero cada vez que sentía que podría lograr descansar una sensación extraña me recorría y me mantenía despierto. Pasé igual gran parte del tiempo buscando una solución hasta que vi un mapa, la ciudad tenía un pequeño acceso al mar, era donde normalmente cazábamos selkies jóvenes, y en esta época se podían ver sirenas en la orilla o entre algunas rocas; al estar algo lejos del agua se volvían torpes y eran un poco más fácil de atrapar. Cerca del mediodía empecé a prepararme para atrapar algún pescado que pudiera darme la información que requeríamos, bajo un par de amenazas podrían darme algo, que tal vez me resultará útil.

La guarida está algo más llena de lo usual, al fondo logré ver la espalda de Mika, la palidez en su piel era más notable, igual que su decaído ánimo. Me acerqué y pocos pasos de llegar a su mesa, me notó.

— La falta de Carliax solo hace que empeoré más rápido, al parecer mi cuerpo se acostumbró rápido a las dosis. — bajó la mirada a sus brazos, aún tenía presentes las venas marcadas bajo un color verdoso que solo mostraba rasgos de putrefacción — Una noche ha pasado y se notan cada mucho más.

— Tranquilo, anoche pensaba en cómo ayudarte, los selkies y sirenas son los que más cruzan y pasan de este lado, el hambre las mantiene mucho tiempo aquí así que seres que son fáciles — hice comillas con mis dedos al decir fáciles, mientras estén en el agua, tendrán mayor facilidad de escapar y de matar­ — de atrapar y que tal vez tengan información son esos.

— Crees que aceptarán cómo ayudarme? — movió nerviosamente las manos sobre la mesa — o si quiera aceptarán ayudar.

— Soy un cazador, sino obtengo lo que quiero, pues para eso estamos en la guarida de los cazadores, para reunir lo que sea necesario con tal de obtener lo que necesitamos.

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Luego de unos 15 minutos tenía un par de dagas venenosas y tranquilizantes, con las cuales pensaba si se negaban y daban lucha envenenarlas de a poco, hasta que decidieran si preferían la bendición de morir o, seguir sufriendo hasta el último momento en mis manos. El auto de Mika estaba cerca y pensé que sería más cómodo llevar a nuestra posible víctima en los asientos traseros. La costa se veía tan maravillosa, parecía brillar, algunas sirenas estaban cerca de la orilla sobre unas rocas, típica imagen de libro de cuentos, algunos selkies estaban simplemente echados en la arena, otros más comían lo que parecía sobras de algún humano pescador, al parecer hoy habían tenido suerte para mi desgracia; al comer se volvían más frenéticos y con las energías llenas serían más difíciles de atrapar.

— Bien, iré a intentar convencer a alguna de ayudarnos, tú te quedas en el auto —me saqué la chaqueta, acomodé de nuevo las dagas y un tranquilizador para tener a mi disposición con mayor facilidad. — Dejas el auto prendido, si toca huir no quiero tener que esperar a que arranqué y que perdamos ventaja porque se acercaron lo suficiente para oír su maldita voz.

— ¿Quedarme aquí y no ayudarte? — bajó del auto y se puso frente a mí — no haré eso, dame una daga, puedo ayudarte.

— Apreció que quieras ayudar, pero entorpecerías un poco lo que haré. No has estado mucho con sirenas como para no caer encantado con rapidez. — puse mis manos en sus hombros — quédate aquí, niño. Aquí estarás a salvo y serás parte de la aventura.

Empecé a caminar hacia las rocas, a lo lejos vi la sirena que buscaba.

— Nori, vengo por mi pago — la sirena volteó tranquilamente, como sabiendo que me había estado acercando.

— Vaya finalmente se llegó el día que seré librada de mi deuda, apreciaría recuperar mis piernas pronto y dejar de ser una total esclava del agua. — movió algunos cabellos marrones que cubrían parte de su rostro — quisiera mi collar de vuelta sabes.

— Bueno, el pago será algo largo así que espero que puedas esperar un poco más, unos días tal vez semanas. — coloqué mis manos en mis bolsillos confiando un poco en ella — un amigo requiere ayuda, una enfermedad que parece podrirlo, se ha tratado con Carliax, pero dice que una sirena le dijo que podía ayudarlo, claro que se mató luego de ilusionarlo. Y dado que eres la única que conozco en quien puedo confiar un poco pues te toca saldar la deuda. — me senté manteniendo un poco de distancia entre ambos — Al parecer nació así y a vivido con cierto dolor, pero ahora lo va matando. Sus venas están marcadas bajo un color verde, al igual que el color de su piel se ve demasiado pálido y débil.

— Tal vez sea un tipo de maldición o simplemente un defecto genético que hasta ahora se va saliendo de control — movió su aleta un poco como jugando con ella — el Carliax solo alargó su esperanza de vida.

— Dijo que una sirena le ayudaría, le dio un collar con símbolos extraños, él está confiado en que podré ayudarlo.

— Sabes que los collares solo tienen la función de poder caminar por la tierra cuando lo deseemos. Lo que tal vez este pasando es... — sus ojos se abrieron de forma sobrenatural — ¿Sabes si tu amigo tiene alguna conexión con nosotros?

— ¿Qué? — volteé hacia ella — No busqué su árbol genealógico para que sepas, no es una costumbre humana hacer eso.

— Bueno, es que tal vez, digo los collares llegan a tener parte o esencia de la criatura que lo usa, entonces tal vez eso más la suma del Carliax que ha tenido en su sangre desde poco después de nacer... tu amigo tal vez no está muriendo como tal pero si tomando una nueva forma.

— ¡CALEB! — la voz de Mika se extendió por toda la playa. — ¡Caleb, no puedo hacerlo!

Corrí hacia donde debería estar, pero no estaba cerca del auto, al acercarme a la orilla pude ver como cerca una sirena joven lo jalaba hacia una pequeña cueva que pasaba desapercibida en el paisaje, él intentaba luchar pero no podía contra la fuerza que ganaban en el agua. Solo pude observar a la sirena lo metía en la cueva mientras corría hacia ellos intentando inútilmente llegar antes que entrarán y no pudiera verlos; por más que corría sentía que no avanzaba. La sirena logró entrar con él, y a los pocos segundos solo escuché su último grito desvaneciéndose, haciendo eco en mis oídos.

Terminé de correr en dirección a esa cueva y grité lo más que pude su nombre, con la pequeña esperanza que Mika me respondiera, que solo había sido una broma o una ilusión, pero conforme pasaban los minutos la esperanza murió.

Mika ya no estaba, y es probable que la sirena ya lo habría destrozado y estaba dándose un sangriento festín. 

Susurros de LuciérnagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora