ropa

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Desde que Spring había decidido finalmente ceder a las reiteradas ofertas de sus brothers por ir a vivir con ellos en vez de seguir durmiendo bajo ese techo inestable por el que más de una vez se ha colado el agua lluvia —al menos por el momento, pues estaba pensando con Aiden empezar a pagar el alquiler de un departamento en algún futuro no muy lejano—, el armario de Fox estaba más lleno que de costumbre.

A ninguno de los dos les sobraba la ropa, eso estaba claro. Pero al distribuir los espacios en el clóset de la habitación del pelirrojo para poder entrar también las prendas de su novio, se sentía tan completo que pensar en meter algo más ahí parecía delito.

Tras traer la tanda de ropa que se había terminado de secar tras un rato en la lavadora, Fox se dispuso a doblar las prendas que rondaban tonalidades azules y oscuras, sobre todo pantalones de tela jean, con el objetivo de meterlos en su respectiva cajonera del placard.

Desde hace años sabía doblar correctamente la ropa, de esa forma que aprovechaba muy bien el espacio. Simplemente le daba pereza hacerlo y, como era su cuarto y su espacio, hacía tal como y cuando era niño; arrugaba las prendas o simplemente las tiraba de cualquier forma dentro de la cajonera.

Pero eso también cambió desde que Ethan empezó a compartir sala y cocina con los hermanos Fox.
Él no era ningún apasionado a la perfección y organización. Sabía encontrar el arte en el caos —Aiden pensaba que así es como logró enamorarse de él—. Pero el anfitrión quería que el lugar se viera decente y se sintiera acogedor para Spring. Siempre se esforzaba por causarle una buena impresión, incluso tratándose de aquel que había visto su mayor desastre.

Metió unos cuantos pantalones más al cajón y lo cerró. Estaba a punto de, también, cerrar las puertas del armario, pero se quedó viendo durante unos eternos segundos el lado derecho de este, en el que estaba la ropa de Ethan.

— Se dejó la campera —dijo para sí mismo descolgando dicha característica prenda verde olivo del armador. Su novio había salido hace unas horas a uno de esos trabajos casuales en los que difícilmente le pagaban, al menos últimamente estaba intentando ser un poco más firme a la hora de cobrar por petición (o más bien reclamo) de Fox.

Sonrió y sujetó la chamarra contra su pecho, sentándose en el borde de la cama. Pasaba los dedos con delicadeza sobre las costuras, como si al mínimo movimiento brusco se fuera a desprender una manga o un parche, aunque sabía que eso era muy difícil. Ese abrigo era tan fuerte como su dueño.

Hundió el rostro en la tela e inspiró. Por muchas lavadas que experimentara esa campera en la lavadora, aún tenía el olor de Spring. Podía ser gracioso bromear diciéndole que "olía a culo" o alguna chorrada de ese estilo debido a cómo vivía hasta hace poco, pero Aiden más que nadie sabía que eso no podía estar más lejos de la realidad. El rubio tenía un aroma dulce y suave. A veces olía a café, otras a miel, otras veces, irónicamente, "olía a primavera", si es que esa frase llegase a tener algún sentido.

Perdido en aromas, sensaciones y sentimientos, no llegó a notar que había alguien en el marco de la puerta observándolo con una media sonrisa y una ceja levantada.

— ¿Fox? —lo sobresaltó la curiosa voz de Spring.

— ¡A-Ah! ¡Estropajo! ¡Ya has llegado! —rió nervioso, tirando el abrigo que sostenía entre manos al cesto de ropa recién traído de la lavandería— ¿Qué... Qué tal el trabajo?

— Pues... seguro menos interesante que lo que estuvo pasando mientras no estaba —bromeó, logrando que el rostro de Aiden se coloree de rojo—. ¿Qué haces?

— N-Nada. Los quehaceres, ya sabes...

— Qué forma más interesante de encargarte de los quehaceres —se acercó con tono y andar juguetón a su nerviosa pareja, inclinándose para darle un beso en los labios.

Fox correspondió, algo a regañadientes debido a su bochorno. Una vez separados, el mayor se sentó en la cama junto al otro.

— ¿Por qué estás tan tenso? —inquirió con ternura.

— Es que... perdón. Fue raro que me encontraras así.

— Amor... —lo rodeó en un abrazo, risueño— Te preocupas mucho, no tienes por qué pedir perdón por eso.

— Mh... —refunfuñó, aceptando el abrazo y correspondiéndolo. Hundió su cara en la curva del cuello contrario y suspiró— Hueles bien.

— Pues no me he puesto colonia.

— No la necesitas.

20 días OTP || foxtrap fnafhs.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora