La biblioteca le traía dolorosos recuerdos. Ryomen se dejó caer en una silla, notando que en aquella mesa seguía grabado el número de Megumi.
Abrió su mochila para sacar un pulmón y rayarlo. No quería volver a pensar en eso.
Se había decidido por olvidarlo. Noche tras noche se atormentaba pensando en que hizo mal, pero ya no más. Ya no quería sentirse de esa manera por él.
— Comienza a quererte un poco, Ryomen.— había dicho Mei cuando supo el incidente con Yuta en la máquina expendedora, puesto que veía que aquello había sucedido más por los celos que por otra cosa. — Oí que Megumi decidió estar con él y debes respetar.
Lastimosamente se vio volviendo a leer el número en la esquina de la mesa, recordando que fue la primera vez que se cuestionó de sus sentimientos por el chico.
Las tutorías habían comenzado desde hace tiempo. Megumi casi se carcajea cuando se enteró el porqué los demás estudiantes no les gustaba la segunda biblioteca. "Habitan fantasmas" habían dicho, y es que cómo podían creer tremenda estupidez, pensó con gracia.
Se notaba que aquel rumor lo había esparcido su querido compañero Sukuna para poder dormir tranquilamente en los descansos, y así fue, todos en esa escuela se lo creyeron. Por eso se encontraba allí, para comprobar su teoría y no le sorprendió estar en lo cierto, pero por ello no venía, sino para disculparse.
— Hey, Ryomen.— tocó con cuidado su hombro.
Pronto tuvo los ojos rubíes puestos en su persona, y Ryomen se quitó con cuidado los audífonos, tallando con el dorso de su mano su ojo derecho un poco para prestarle atención.
— ¿Sucedió algo? —. Preguntó confundido.
Megumi no solía buscarlo en los descansos.
— No, solamente para avisarte que no podemos vernos este fin de semana.
Oh, ellos habían quedado de verse los fines de semana cuando hubiesen exámenes y tener que repasar todo. Nanami era un profesor muy estricto y no repetía lo mismo en sus exámenes, cada examen era diferente para los alumnos. Ese profesor daba miedo.
— ¿Uh, por qué?
No tenía porqué darle explicaciones, Megumi lo sabía de antemano, pero aún así lo hizo porque estaba comprometido a ayudar al mayor.
Sukuna por su parte agradeció que lo hiciera, bueno, no mucho porque sintió desagrado apenas habló. porque maldición, él había cancelado todas sus salidas por ese maldito mocoso de bonitas pestañas.
— Saldré con un amigo, así que no tendré tiempo de vernos.
— ¿Desde cuándo tienes amigos, don todos son unos idiotas?
Y definitivamente Megumi debería ser más atento, porque de ser así pudo haberse dadocuenta del semblante serio que ahora aportaba Ryomen.
— Lo son, pero él me cae bien. No dudes en textearme si algo se te complica, ten un excelente fin de semana y mucha suerte.
Se despidió rápidamente porque su teléfono comenzó a sonar, no sin antes haber dejado una carpeta con notas y un pequeño garabato estaba escrito con plumón negro en la mesa.
Fue cuando Sukuna entendió el «texteame». Pero su mente no podía olvidar la maldita sonrisa que el menor portaba al responder el teléfono.