Sukuna carecía de paciencia, casi toda la escuela lo sabía por las miles de peleas donde fue protagonista.
Ryomen era un chico problemático, si alguien respiraba cerca de él: paliza segura.
Pero a su vez obtenía las mejores notas de la escuela, gracias a ello permanecía impune.Por eso cuando Megumi apareció en la vida de Ryomen todos estaban contentos.
El menor había calmado el lío que era durante un año y medio.Muchos lo agradecían y otros maldecian al saber que ya no estaban juntos.
¿Quién calmaría a Sukuna Ryomen?
Sukuna estampó su puño contra el vidrio de la máquina expendedora, en espera que con ese golpe sus gomitas cayeran.
Solo consiguió atascar la bolsa.
"No me jodas. Puta máquina de mierda, por qué nadie consigue una buena, tanto dinero gana esta porquería de escuela y—"
"Parece que tienes problemas."
La voz de Yuta lo hizo tensarse, su mano se volvió puño de nuevo y miro con desagrado al chico que se encontraba a su lado.Cuenta hasta diez.
"¿Qué mierda quieres, imbécil?"
Uno, dos, tres."¿Yo? Bueno, quiero muchas cosas, una de ellas es Megumi, lo sabes."
"¿Eso qué tiene que ver conmigo?"
Cinco, seis.
"En realidad tiene mucho que ver contigo ahora que lo preguntas."
"Nada de lo que quieras hacer con él me incumbe, tampoco me interesa saber." No mentía del todo.
Le dolía solo pensar que Megumi aceptó salir con ese chico, así que prefería no estar al tanto de las cosas.
Con ello dio por finalizada la conversación e intento pasar por su lado pero la mano en su pecho lo regreso a su lugar. Frunció el entrecejo.
¿Quién mierda se creía ese idiota?
Veintidós, veintitrés.
"Sabemos que no lo has superado, pero estás siendo inmaduro. ¿Obligar a Yuuji a alejarse de su mejor amigo?"
Nadie se sorprendió cuando Sukuna tomo de la camiseta a Yuta para estamparlo en la máquina. Sus ojos carmín ardían en fuego por el enojo y se puso a la altura de su rostro, lo suficiente como para que sus narices se rozaran.
"Escúchame bien, imbécil. Tú no eres nadie para venir a reclamar tremenda idiotez, te pido de la manera más amable que mejor sigas metiendo tu nariz en la harina que tanto te gusta y no en asuntos que no te corresponden porque a la otra no me voy a contener. ¿Estamos?"
Lo soltó bruscamente haciendo que Yuta cayera al suelo y cerrará los ojos cuando lo vio volver a inclinarse, —tal vez pensando que recibiría un golpe —, pero su intención fue agarrar las gomitas que cayeron de la expendedora.
"Recuerda tu lugar, Yuta Okkotsu."