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Miami | Estados Unidos

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| Gemma Ricci |

El paseo de la tarde era muy agradable, pero el hambre me está consumiendo. Me volví a dormir luego de hablar con Leandro temprano y si no fuera por Rodrigo despertándome pasada la una de la tarde, seguiría durmiendo. Y claramente no almorcé.

¿Lari me acompañas a comprarme algo? — pedí hablándole a mi amiga que estaba con el celular, haciendo referencia al Mc Donald's que hay a unos metros.

  Los demás estaban caminando entretenidos en las innumerables tiendas que había.

Si, dale. — nos alejamos algunos metros de los demás luego de avisar que ya volvíamos y comenzamos a caminar para por fin, ingerir algo sólido. — ¿Qué onda Leo? ¿Te dijo algo? — preguntó cuándo ya estábamos lejos.

   Hubiera preferido evitar ese tema, pero es imposible con Lara sabiendo todo lo que pasó entre nosotros. Lari era la persona que estuvo al tanto de mis encuentros con Leandro desde el día uno, y quién se sorprendía cuando le decía que no era capaz de sentir nada por él a pesar de todo lo que él hacía y las actitudes que tenía.

Anoche en el boliche me hizo una escena cuando fui al baño y hoy a la mañana nos encontramos en la terraza y le dejé claro como es todo. — conté. Más que nada reclama que porqué me metí con su amigo.

¿Terminaste todo? — preguntó sorprendida. — ¿Qué cambió en un mes? Antes no te importaba estar con él y ahora sí.

— Que es amigo de Rodrigo, Lara, lo amo y quiero hacer las cosas bien. — respondí. Ella levantó los hombros con una mueca rara en la cara. No puedo permitirme perder la hermosa relación que tenemos por un encuentro cada tanto.

No duras ni dos días sin verte con él, te juego lo que quieras. — dijo riendo y me contagió. — Si gano, me vas a tener que acompañar a ver Bad Bunny la semana que viene, eh — Asentí con mi cabeza y estrechamos las manos en señal de acuerdo. — Además mira lo que es Leo, boluda, esos ojos.

— Ya te tenés que volar, dale camina. — oculté mi molestia bajo su carcajada y comencé a caminar más rápido para entrar al local.

  Estaba muy lleno y las filas eran larguísimas.  Treinta minutos después, cuando ya tuve mi pedido en manos y Lara una simple Coca-Cola, salimos del lugar, encontrando en la puerta a Celes y Camila con sus respectivos hijos.

— Está llenísimo, nos hubieran pedido. — comentó mi amiga viendo a Camila. Qué haces entablando conversación, traidora.

— No me di cuenta, y si no venía a comprarles lo que piden, Giovanni me come a mi. — rió Camila al cruzarnos. Reímos juntas y acaricié a Gio que me miraba para seguir nuestros caminos.

• Feliz de mentira  | Leandro Paredes | •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora