• 12 •

5.6K 274 62
                                    

Roma, Italia
22 de mayo de 2020.

Roma, Italia 22 de mayo de 2020

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Gemma Ricci

Cierro la última valija y bajo hasta la sala de estar de casa para dejarla parada junto a las otras, las mismas que hace algunos días ingresé a la casa de mis padres con la excusa de "una visita".

La excusa nunca se clarificó, mejor dicho, nunca dije la verdad acerca de mi separación, ni siquiera nombré esa palabra. El único que estuvo al tanto es mi hermano Franco, quien no se cansó de dejarme clarísimo que no quería volver a verme cerca de Rodrigo, sin ser consciente de que su hermana estaba haciéndole una jugada igual o incluso peor.

- ¿Y a qué te vas a París? - pregunta mi mamá llegando a mi lado. Pregunta que logré esquivar desde que comencé a armar las valijas.

- A pasear, ma. - digo con algo de obviedad.

- ¿Con Rodrigo? - indaga, metiendo el dedo en la yaga, escarbando dónde no debe.

- Rodri entrena, juega, no puede ma. - explico inventando la excusa que mejor le cuadra. - Y yo tengo licencia en el trabajo así que quiero aprovecharla.

Mi respuesta no le es suficiente y lo demuestra con caras raras. Me ayuda a doblar la ropa que elijo dejar acá para cuando vuelva y no habla más del tema, dándolo por terminado. Mamá no es boluda y sabe que las cosas con Rodrigo no están bien.

Evito que sigan pasando las horas y me despido de mi familia, alegando que voy a volver más rápido de lo que imaginan y Franco jode con que "los dejé extrañarme", pidiendo que no vuelva tan rápido.

Mi auto, al igual que mis pertenencias menos útiles, van a quedar acá hasta que decida volver. El taxi llega enseguida y mis hombres ayudan a subir las valijas al baúl del auto, para dejar un último beso en mis mejillas y despedirse de una vez por todas. Ya arriba, saludo con la mano por la ventanilla para indicarle al conductor la ubicación del hotel donde se aloja Leandro.

Al llegar a destino, pago lo indicado y el hombre ayuda a bajar mis cosas, dejando todo en la entrada del hotel. ¿Y ahora para donde arranco si ni siquiera sé en qué piso está la habitación de Leo?

Hago malabares para poder ingresar al hotel, colgando mi cartera en mi hombro, agarrando una valija grande en cada mano y dejando la más chica sobre una de las dos, cortando clavo de que no se caiga y me haga pasar una de las mayores vergüenzas enfrente de toda la gente que se encuentra acá.

Lo pienso nuevamente y pedirle los datos de los hospedados a la recepcionista no me parece lo más correcto, en realidad, dudo que me los vaya a dar.

Saco el celular de la cartera para buscar rápido el contacto de Leo y pulsar el botón con el símbolo de teléfono color verde, esperando una pronta respuesta ya que las maletas me están rompiendo las manos.

• Feliz de mentira  | Leandro Paredes | •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora