Déspues del Ragnarok

Mamá Simo

Leónidas: Hermano has visto mi lanza no la encuentro por ningún lado.

Simo: En el armario de tu habitación.

Leónidas: Te digo que no está.

Simo: Si voy yo y la encuentro ¿qué te hago?

Preguntó amenazadoramente el francotirador, el general espartano titubeó. Resignando regreso a su habitación en busca del arma, a los pocos minutos salió del lugar con su lanza en mano y refunfuñando en voz baja.

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Okita: Con el calor que hace y preparas caldo para comer, tienes que estar bromeando Simo.

Se quejo el japonés, el resto de los presentes permanecieron en silencio rogando por el alma del general. Un aura aterradora se dispersó rápidamente por la habitación.

Simo: Aquí no es restaurant. Si no te lo comes, será para Carelia y tu comerás sus croquetas.

Okita tembló al escuchar la gélida amenaza de su hermano, rápidamente se disculpó y procedió a comer el platillo pese al calor.

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Simo: ¡Quin!

Quin Shi Huang: ¡¿Qué?!

Simo: No se dice qué, se dice mande.

El emperador rodo los ojos ante el regaño del finlandés.

Simo: Vuélveme a voltear los ojos y te los enderezo de un chingadazo.

El emperador rápidamente alzo las manos en señal de rendición.

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Rasputín: Chico no pienso usar suéter mucho menor llevar un paraguas, hace demasiado calor afuera.

Simo: Se avecina una tormenta, lo presiento.

Rasputin: Vejo el cielo esta despejado, tienes que estar bromeando.

Salió de su hogar, ignorando las advertencias de su hermano.

Un par de horas después una lluvia torrencial azoto el área. Empapado de pies a cabeza y titubeando de frio llegó el ruso a su hogar.

Simo: Te lo dije.

Rasputin: ¡Cállate! Maldito finlandés.

Simo: ¡¿Qué me dijiste?! Regresa aquí, ahora mismo voy a lavarte la boca con jabón.