Capítulo 8

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—¡MALFOY! —exclamo Hermione, escandalizada.
Draco la observaba, sonriendo de lado. A pesar de que lo intento, no pudo evitar mirar su torso desnudo: brazos fuertes, espalda ancha y definida, torso musculoso... ¡Hermione, deja de mirar! Le ordeno su consciencia.
—Granger, si sigues mirándome así me voy a sonrojar —dijo Draco, pese a que la que termino sonrojándose fue ella.
—No te estaba mirando —mintió ella, mirándolo como si hubiera dicho la mayor estupidez del mundo.
—No te sientas mal, yo también estoy disfrutando del paisaje —le aseguro, lanzándole una mirada de arriba abajo.
Justo entonces Hermione recordó que se encontraba en ropa interior frente a Draco Malfoy. Inmediatamente se cubrió con la manta que había sobre el sofá, avergonzada.
—Apaga la luz, hurón —ordeno, deseando que su voz haya sonado amenazante.
—Disfruta al máximo de este momento, Granger. No tendrás una segunda oportunidad de verme sin camisa —sonrió Draco, entrelazando las manos detrás de su cabeza y mirándola con arrogancia.
Hermione bufo, restándole importancia.
—No tienes un cuerpo muy interesante. De hecho, aburre —mintió.
Draco apretó los labios, ocultando una carcajada.
—No tienes la mínima idea de la cantidad de mujeres que desearían estar en tu lugar en este momento.
—Pues les concedería mi lugar con gusto. Ahora, si no te importa, apaga la luz.

Esta vez no se molestó en ocultar la risa. Se levanto del sofá, permitiéndole a Hermione observar todo su esplendor desde un mejor Angulo y quitándole todo el aliento que le quedaba.

—Eres tan mala mintiendo que hasta me das lastima, Granger —dijo, acercándose lentamente hacia ella con una sonrisa divertida.Alarmada, Hermione comenzó a retroceder.
—Aléjate, Malfoy —ordeno, con voz temblorosa. Sonaba casi como una súplica.
—¿O qué? —pregunto, sonriendo de lado y acercándose cada vez más. Hermione cayó sobre el sillón y él se inclinó sobre ella, poniendo ambas manos en el respaldo.
—Te golpeare. Y tú sabes por experiencia propia lo fuertes que son mis derechazos —Hermione sonrió ante el cálido recuerdo del golpe que le había dado en su tercer año.

Draco frunció el ceño.

—No te atreverías —murmuro, con inseguridad.
—Ponme a prueba.
—Granger, tus intentos de intimidarme son penosos —sonrió.
—No estoy tratando de intimidarte, simplemente te estoy advirtiendo. Y ahora, Malfoy, aléjate... estas comenzando a invadir mi espacio personal.

—Comencé a invadirlo hace rato —se acerco un poco más. Hermione observo sus finos y perfectos labios, curvados en una sonrisa burlona, y luego sus dientes. Eran blancos, relucientes... perfectos. Draco tenía una sonrisa preciosa.

Alejo esos pensamientos satánicos de su cabeza y alzo la mirada hasta encontrarse con sus ojos, que estaban fijos en su boca. Una sensación de alarma se extendió por todo su cuerpo.
—Malfoy, aléjate... —murmuro, nerviosa.
Draco suspiro.
—Solo lo hare porque no quiero sentirme culpable de que entres en una crisis nerviosa —accedió, alejándose de ella. El corazón de Hermione volvió al ritmo natural.
Draco bostezo con fuerza.
—No se tú, Granger, pero yo me voy a dormir —anuncio, recostándose en el sillón, pero sin taparse con la manta. Aplaudió dos veces y las luces se apagaron.
Hermione aprovecho la oscuridad para levantarse del sillón y ponerse la camisa azul oscuro de Draco. Le quedaba algo grande, pero para su buena suerte le tapaba lo suficiente. Además, tenía un aroma delicioso. Aroma a Draco.

Se recosto en el sillón y se tapo con las mantas hasta el cuello. Cerro los ojos e intento dormirse, pero no tenía sueño.

—Malfoy —llamo nuevamente—. No tengo sueño.
—Cuenta ovejitas, siempre funciona —respondió el, con la voz algo ronca—. O si no puedes contar comadrejas, pero tendrás pesadillas.
Hermione sonrió.
—¿Y si cuento hurones?
—Tendrás sueños eróticos.
Hermione rodo los ojos y decidió no contar nada, solo por las dudas.

Serás mía, GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora