Capítulo 4.

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Definitivamente el destino era un mal jugador.

Emi encontró pequeños botones de cerezo, y fue tras ellos.
Esperanzada por encontrar una maravilla al final del camino. Reunió cada flor en sus manos.

Llegó al bosque. Y los recuerdos invadieron su mente. La nostalgia se instaló en su pecho.

Sonidos de sufrimiento la guiaron hasta el árbol donde estaba Aizawa agonizando.

-¡Aizawa! - exclamó con preocupación hincandose a su lado.

Los capullos cayeron en sus manos.

Emi comenzó a buscar heridas en el cuerpo del pelinegro, nisiquiera las lágrimas en su rostro la distrajo de su análisis.

Shota sujeto las manos de la peliverde y las llevó a su pecho.

Con una mirada le dijo que era su fin. Las lágrimas comenzaron a bañar el rostro de Emi. Shota levantó una de sus manos y acaricio el cabello de la peliverde.

-Te amo Emi - no había nada que perder.

El llanto de la mencionada se volvió un torrencial.

-No, no, no -negó repetidas veces, tratando de limpiar sus lágrimas. Le hacían borrosa la vista. No quería dejar de ver al que alguna vez fue su primer amor. - No me digas eso  - suplico con el corazón roto.

-Siempre lo hice - admitió después de tantos años, tantos años tratando de ocultar sus sentimientos hacia ella.

La ojiverde se lanzó a sus brazos, deseando que aquel contacto fuera eterno.

Fukukado siempre había vivido en una mentira. Y cuando por fin la verdad había salido a la luz, ya era tarde.

La respiración de Aizawa se detuvo, al igual que su corazón. Lo abrazo con necesidad, sollozo y suplico a gritos. Se alejo de él para mirarlo; se acercó y depósito un casto beso en su frente.

Ramas comenzaron a salir de la boca de Shota, pequeños brotes llenaron su cuerpo. De tantos colores, de tantas especies. Abrazaron el cuerpo del héroe borrador, lo acunaron, lo protegieron ; se adueñaron de él. Lo cuidarian, para que creciera y se volviera la flor más divina.

¿Sería malo ver belleza en aquel espectáculo que había dado la naturaleza?

Está era la maravilla al final del camino, Emi.

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