Armonía

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Que las cosas que me dices
no salgan por esa puerta

Durante el camino de regreso no podía parar de pensar en Sasuke. Un extraño pero familiar entusiasmo comenzó a invadirme, era esa mezcla entre alegría y temor. La mitad del tiempo mi mente me hacía recordar lo sucedido y el tiempo restante imaginaba situaciones futuras con nosotros como protagonistas.

Me encontraba tan distraída con ello, que no noté cuando llegué a Konoha. Desde el momento en que crucé la puerta principal cambié mi semblante a uno más serio con el fin de no levantar sospechas. El problema sería Tsunade, era la persona más inteligente que conocía y sería sumamente complicado ocultarle mi repentina felicidad. Me dirigí hacia su oficina y le reporté el objeto que pude rescatar durante la misión.

Tsunade-sama estaba tan ocupada descifrando aquel pergamino con la insignia Uchiha que dejó pasar cualquier detalle sobre mi viaje. El objeto reafirmaba sus sospechas sobre Danzo y su participación en la masacre. Esto es algo que únicamente externó hacia Shizune y a mí, así que mientras mis compañeros se iban a realizar misiones en busca de Akatsukis, yo tenía que quedarme en la aldea para vigilar los movimientos de Danzo.

Llegué a mi casa y en contra de mi propia voluntad me di un baño, tratando de mantener en mi memoria el olor de Sasuke. Sin darme cuenta mi mente siempre me llevaba hacia su recuerdo. Pensé en usar el obsequio que me dió, pero no quería verme desesperada a tan solo unos días de nuestra despedida. El agua caliente me hizo reflexionar sobre lo aferrada que estaba al pasado, fueron tantos días de soledad sin Naruto y Sasuke que ahora estaba aceptando verme con uno de ellos a escondidas de mi propia maestra.

Ese día me dormí pensando en cuanto deseaba que los viejos momentos volvieran. Quería despertar y reunirme con Naruto y Sasuke para esperar a Kakashi por horas. En cambio me tenía que aferrar con pequeños destellos de atención por cualquiera de esos tres. Me sentía sola, como si todos estuvieran continuando y yo no, seguía en la aldea, con los mismos objetivos, rodeada de las mismas cosas sintiéndome de nuevo atrás de ellos.

Tuve que esperar unas semanas para ver el águila de Sasuke en mi ventana. Extendí un pequeño pergamino que decía "Te veo a 7 kilómetros de la entrada de la aldea hacia el suroeste, 7 en punto". Sonreí victoriosa de no ser la primera en hablarle y luego me sentí patética por conformarme con tan poco. Por primera vez en mucho tiempo sustituí la ropa interior adecuada para misiones por un conjunto de lencería rosa palo, similar al que solía usar cuando éramos niños. Solo esperaba que él apreciara esa pequeño detalle.

Corrí desperrada del hospital por no llegar tan tarde, la hora de la cita era la misma que la de mi salida y si pedía permiso para irme antes podrían sospechar. Utilice un jutsu de sombras para hablar con los vigilantes en lo que yo escapaba sin ser vista. Miré el atardecer ponerse y recé porque Sasuke no se haya desesperado y marchado. Al llegar solo había árboles, no sé qué esperaba si era un bosque, pero tampoco lo veía como un buen lugar para charlar.

-Llegas tarde-

Me dirigí al dueño de la voz. Estaba sentado sobre la rama de un árbol con su usual ropa y con el águila en su hombro. Se veía tan imponente que me hacía dudar de que él estuviera conmigo.

-Apenas salí del hospital-

-Vamos-

Sin decir más me guío hacia una pequeña casa con la insignia Uchiha cruzada por una raya en medio. Esto podría ser completamente una trampa y yo iría caminando hacia ella. Suspiré y entré tras la estrecha puerta. Todo el interior estaba limpio, al contrario del exterior. Había una pequeña cocina, en el centro una mesa clásica japonesa, una pequeña habitación que yo supondría que es el baño y un gran futon en medio.

Nuestra dolorosa historia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora