Initium

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Pon tu cuerpo contra el mío
Y haz que la malo sea bueno

Activé el sharingan apenas comenzó la batalla, eran quince... no, cincuenta al menos. Todos se abalanzaron buscando lastimarme. Saqué la katana y con un vaivén corté tres o cuatro al mismo tiempo. El atravesar la piel de alguien con un arma hace tiempo dejó de tener importancia para mí. No demoré ni cinco minutos en exterminarlos a todos. Desconocía sus orígenes y qué les pudo haber ofrecido Orochimaru para que cometieran un suicidio así. Pero yo nunca cuestionaba sus métodos, estos era mis entrenamientos desde que me le uní.

Limpié los restos de sangre en la espada junto a los pedazos de piel u órganos pegados. Culpa, igual y sentía un poco de culpa, no por ellos, sino por Sakura. ¿Cuántas vidas habrá salvado hoy? ¿la misma cantidad que yo quité? La estaba engañando, ella conocía mejor que nadie mi condición de traidor, pero nunca podría imaginarse una escena así. En nuestros encuentros conversábamos del pasado y el futuro, jamás del presente, eso podría lastimarnos.

El agua fría chocaba contra mi cuerpo, cerré los ojos recordando la última vez que la ví. ¿Cuánto habrá pasado ya? ¿un mes? No importaba cuánto fuera, ya no soportaba la lejanía. Se supone que hoy la vería en la noche así que tenía que deshacerme de cualquier evidencia de sangre ajena. Me preguntaba si ella me seguiría amando si fuera consciente de quién soy realmente. Un detalle, sí, eso apaciguaría la culpa. Debía salir temprano al pueblo para conseguirlo.

Por  el momento tenía tres prioridades, la primera y más importante; derrotar a Orochimaru. Su cuerpo ya se encontraba débil, lo que significaba que necesitaría el mío en pocos meses, y para ello sospecho que usará a Sakura como rehén. Debía de actuar antes. Lo segundo era encontrar un equipo para cumplir mi venganza y una vez finalizada, buscaría a Sakura y le contaría todo.

-¿Te irás otra vez?-

-Sí-

-Ya veo- la sonrisa cínica de Orochimaru me siguió hasta la puerta.

El águila de Sakura aterrizó en mi brazo apenas abandoné el laberinto con una nota cancelando nuestro encuentro. Era la tercera vez que pasaba esto en el mes, ni siquiera tuvo tiempo de escribir una justificación. Sabía que tenía una vida bastante ocupada, pero igual yo, y aún así nunca le he llegado a cancelar. Harto de la situación y sobre todo de no verla me encaminé hacia el bosque.

Me detuve en la aldea más cercana a Konoha. No era bueno con los regalos, únicamente sabía que le gustaba lo dulce, pero darle algo así me parecía infantil. Me dirigí directo al objetivo y reservé una habitación, escribí un recado y lo mandé hacia su balcón. Ahora solo había que esperar, pensé en ir a Konoha por ella, pero me había jurado nunca más pisar ese lugar.

Al recostarme sobre la cama cerré los ojos, aún así podía notar cómo la luz exterior iba desapareciendo. Después de unos minutos me quedé completamente dormido. En mí sueño Sakura nunca llegaba, al averiguar el motivo me decían que había muerto. Ni Naruto o Kakashi pudieron protegerla, y yo no estaba a su lado para hacerlo. Más que las ganas de verla por lo menos una vez cada quince días, me quería asegurar que estuviera bien. Jamás me llegaría a perdonar que algo le llegara a pasar y mucho menos perdonaría a la persona que le hiciera daño.

El sonido de la puerta me despertó, moví la cabeza hacia esa dirección aún sabiendo quién era. Su pequeña silueta cruzó el umbral con cuidado aproximándose hacia mí.

Nuestra dolorosa historia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora