8: Dylan

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Ella bailaba libremente en aquel lugar.

Bailaba como una sombra de humo arrastrada por un leve viento.

Bailaba junto a más sombras, junto a más almas.

Almas perdidas.

Almas que pasaron de ser humo blanco a humo negro lenta y dolorosamente.

Almas y sombras sin vida, gente que ella echaba de menos e imaginaba tenerlas a su lado.

Almas hermosas pero rotas y destrozadas por dentro.

Leah

El mundo es despiadado, y también es muy hermoso... Muerte, pérdida y dolor es lo que se enfrenta uno cada día aquí, pero en ese instante nada parecía ser tan doloroso, el mundo no parecía ser tan cruel como la gente dice, lo único que respiraba y percibía era una sensación de paz y serenidad absoluta.

Me sentía mejor que nunca, era una sensación de libertad y bienestar. No sabía qué estaba haciendo Heiner en ese preciso momento, ni dónde estaba, pero respirar aire puro y disfrutar danzando entre los árboles era lo único que me importaba en ese instante.

Nos volvimos a topar y permanecimos juntos toda la tarde hasta que era hora de volver a casa.

Heiner me llevó a mi casa, aparcó el coche y fuimos a dar un paseo. Se había formado un silencio incómodo, había un ambiente frío y él mantenía su estúpida cara inexpresiva e indiferente continuamente. Me daba mucha rabia, sólo estaba caminando, callado.

Continuamos así un buen rato hasta que nos cruzamos con un chico que no me sonaba de nada y nos paramos a hablar con él. Debe de ser, que Heiner sí lo conocía. Justo cambio su cara a una expresión amigable y se dieron un abrazo.

El chico era bastante alto a decir verdad, más o menos mediria 1,95cm, pero Heiner le sacaba un poco de altura. Tenía el pelo revuelto, era de un color negro intenso, en resumen, pelo de Otaku. Sus ojos, al igual que su pelo, también eran negros y muy profundos. Yo seguía con mi observación hasta que vi su ropa, no me lo podía creer.

- Te gusta el anime? - pregunté sin más.

- Sí, por? - tenía la voz grave, un poco más que la de Heiner.

- Nada, es que a mí también - contesté y justo Heiner habló.

- Esta es Leah, mi compañera de clase.

- Encantado, soy Dylan - tras decir eso, nos dimos un apretón de manos. Ya me caía bien y apenas le conocía.

- Y de qué os conocéis? - ambos me miraron extrañados, está bien, había sonado un poco mal - es simple curiosidad - relajaron su rostros y comenzaron a hablar.

Heiner

La niñata no se puede callar nunca y guardarse su maldita curiosidad.

- Pues yo soy Dylan Pétrov y... - le interrumpió de inmediato.

- Eres ruso?! - está chica no puede dejar de interrumpir joder?!

- Sí.

- Vaya... - él siguió hablando después de esa pequeña interrupción ocasionada por la niñata esta.

- Y nos conocimos en Rusia, nuestros padres eran amigos y nos empezamos a juntar. Actualmente están enfadados y ni se hablan, pero nosotros no nos íbamos a separar por eso.

- Pero... - sabía lo que iba a preguntar, la conocía como si fuera mi propia hija.

- No, no soy ruso, yo soy alemán si es eso lo que querías saber.

- Ya decía yo... - se quedó un poco confusa.

Parecía que se cayeron bastante bien y el estúpido de Dylan propuso algo absurdo. Nos invitó a ir a su casa, no sé por qué pero presentía que me la iba a arrebatar, y yo no quería eso.

Cuando llegamos nos acomodamos y se pusieron a hablar de tonterías suyas.

Dylan me caía bien a decir verdad... Al fin y al cabo era mi mano derecha desde que éramos muy pequeños. Nos conocimos a una temprana edad y se formó una amistad. De hecho nos distanciamos durante unos años, pero a los doce volvimos a hablar, nos pasábamos las madrugadas hablando y ayudándonos mutuamente con nuestros problemas, incluso me apoyó cuando apagué mis emociones... Siempre estuvo ahí para mí, y yo para él.

Bueno, no me gustan los sentimentalismos. En fin, menudo par. No dejaban de hablar de que sí leen mangas, que si eren x Levi o no sé qué mierda. Yo por supuesto, no me enteraba de nada pero bueno, no me iban esos monos chinos y eso no cambiaría.

Después de un largo rato, nos fuimos. La dejé en su casa y yo me fui a la mía. Menuda tarde había pasado, todo el rato marginado por no ver a los chinos esos. De todos modos, me dió la sensación de que se conocían de algo, como si hubieran interactuado antes... Serán paranoias mías.

Leah

Volví a la rutina de todas las noches, acostarme y llorar, entonces recibí un mensaje de Dylan, pero no el que acababa de conocer, sino otro que conocí por internet. La verdad es que soliamos hablar bastante, sobretodo por las noches, él era mi luz en la oscuridad, el que me sacaba una sonrisa todas las noches y lograba que dejase de llorar.

<< Sabía que me ibas a caer bien, pero no que me ibas a ayudar tanto, que pasáramos tanto tiempo interactundo a pesar de la distancia y que me ibas a sacar una sonrisa cada vez que habláramos>>

Ese fue el último mensaje que le envié, él me lo agradeció y de verdad que cuando hablo con él siento que soy feliz, pero soy feliz de verdad. Es un sentimiento que me llena por dentro, cada vez que recibo un mensaje suyo literalmente salto de alegría, me hace compañía pero es mucho más que eso, nuestra relación va más allá.

Estuvimos hablando, me animó un montón y hablamos de que conocimos a una persona cada uno. 

Y ahí es donde me di cuenta de que solo había un Dylan metido en todo esto, de que Dylan Pétrov y yo nos conocíamos más de lo que pensábamos... Ahí es donde entendí todo. 

Siempre fue él.

Enséñame a volver a sentir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora