Una calesa de los Vigilantes nos llevó de Temple a Belgravia siguiendo la orilla del Támesis, y esta vez pude reconocer en el exterior muchas cosas del Londres que conocía. El sol iluminaba el Big Ben y la catedral de Westminster, y, para mi gran alegría, por las anchas avenidas paseaban personas con sombreros, sombrillas y vestidos claros y trajes como el mío, los parques brillaban con el verdor de la primavera y las calles estaban bien pavimentadas y sin pizca de lodo.
—¡Es como el escenario de un musical! —exclamé—. Yo también quiero tener una sombrilla como esas.
—Hemos ido a parar a un buen día —repuso Hyunjin—. Y a un buen año.Mi compañero de viaje había dejado su sombrero de copa en el sótano, y, como yo hubiera hecho lo mismo en su lugar, no malgasté ni una palabra en comentarlo.
—¿Por qué no esperamos sencillamente a JiEun en Temple, cuando venga a elapsar? —le pregunté.
—Ya lo he intentado dos veces, pero no ha sido fácil convencer a los Vigilantes de mis buenas intenciones, a pesar de la contraseña y el anillo y todo el resto. Siempre es difícil prever las reacciones de los Vigilantes del pasado. En la duda, tienden a ponerse del lado de los viajeros del tiempo que conocen y deben proteger, en lugar del de un visitante del futuro al que apenas conocen o no conocen en absoluto, tal como hicieron la noche pasada y esta mañana. Tal vez tengamos más éxito si la visitamos en su casa. En todo caso, tendremos más posibilidades de sorprenderles.—Pero ¿no podría ser que estuviera vigilada día y noche por alguien que esté esperando a que aparezcamos? De hecho, ella cuenta con eso desde hace muchos años, ¿no?
—En los Anales de los Vigilantes no se habla para nada de una protección personal adicional. Solo del novicio de rigor que mantiene vigilada la casa de cada viajero del tiempo.
—El hombre de negro —exclamé—. En nuestra casa también hay uno.
—Y por lo que se ve, no demasiado discreto —dijo sonriendo Hyunjin.
—No, en absoluto. Mi hermana pequeña dice que es un mago. —Aquello me hizo pensar en que no le había preguntado a Hyunjin por su familia—. ¿Tú también tienes hermanos?
—Un hermano pequeño —contestó—. Bueno, ya no es tan pequeño. Tiene diecisiete años.
—¿Y tú?—Diecinueve —repuso Hyunjin—. En fin, casi.
—Si ya no vas a la escuela, ¿qué haces aparte de viajar por el pasado? Y tocar el violín. Y toda esa clase de cosas.
—Oficialmente estoy matriculado en la Universidad de Londres —dijo—, pero creo que este trimestre voy a tener que dejarlo.
—¿En qué facultad?
—Eres bastante curioso, ¿no?
—Me limito a dar un poco de conversación —repuse (había sacado la frase de Changbin)—. Vamos, dime, ¿qué estudias?
—Medicina.
Había sonado un poco cortado.
Reprimí un «¡oh!» de sorpresa y volví a mirar por la ventana. Medicina… Interesante, sí, muy interesante.
—¿Ese que estaba hoy en el instituto es tu novio?—¿Qué? ¿De quién hablas?
Le miré perplejo.
—El tipo que tenías detrás, el que te apoyaba la mano en el hombro.
Lo había dicho como de pasada, casi con desinterés.
—¿Te refieres a Kim Daehyun? Pero ¿qué dices?
—Si no es tu novio, ¿cómo es que te puede tocar?
—Es que no puede. Para ser sincero, no me fijé en que lo hiciera.
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Rubí
RomanceLibro Uno Vivir en una familia cargada de secretos no es fácil, o al menos eso piensa Lee Felix. Y es que en su casa -un imponente palacio situado en pleno corazón de Londres- nada ni nadie es del todo normal: empezando por su excéntrica (¡y cotill...