Capítulo 2

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Jeongin se refería a nuestra casa como «un palacio noble» por el enorme número de habitaciones, pinturas, artesonados y antigüedades que contenía. Mi amigo imaginaba que detrás de cada pared se abría un pasadizo secreto, y que en cada armario había al menos un compartimento también secreto. Cuando aún éramos pequeños, en cada una de sus visitas partíamos en viaje de exploración por la casa. El hecho de que estuviera terminantemente prohibido husmear hacía que fuera aún más emocionante. Siempre estábamos desarrollando nuevas estrategias cada vez más sofisticadas para que no nos atraparan, y con el tiempo descubrimos realmente algunos compartimentos secretos, e incluso una puerta secreta en la escalera, detrás del óleo de un hombre gordo con barba de mirada feroz, montado a caballo y con la espada desenvainada.

Según nos informó la tía abuela Eunji, el hombre de aire feroz era mi tatatatatarabuelo Hugh, acompañado de su yegua para la caza del zorro Fat Annie. Y a pesar de que la puerta que había detrás de la pintura solo conducía, unos cuantos escalones más abajo, a un cuarto de baño, en cierta manera podía decirse que habíamos encontrado una cámara secreta.

-¡Jo, qué suerte tienes de poder vivir aquí! - exclamaba Jeongin siempre.

Yo creía más bien que el que tenía suerte era Jeongin. Él vivía con su madre, su padre y un perro peludo llamado Bertie en una acogedora casa adosada de North Kensington. Allí no había secretos, ni sirvientes siniestros ni parientes que te pusieran de los nervios.

Antes también nosotros habíamos vivido en un sitio así-mamá, papá, mis hermanos y yo-, en una casita en Durham, en el norte de Inglaterra. Pero luego papá murió. En esa época, mi hermana tenía medio año, y mamá se trasladó con nosotros a Londres, probablemente porque se sentía sola. Y también, tal vez, porque no le llegaba el dinero.

Mamá había crecido en esta casa junto con sus hermanos Sunhee y Kwanghee. El tío Kwanghee era el único que no vivía en Londres; se había instalado con su mujer en Gloucestershire.

Al principio, a mí la casa también me había parecido un palacio, exactamente igual que a Jeongin; pero cuando tienes que compartir un palacio con una familia de muchos miembros, al cabo de un tiempo deja de parecerte tan grande. Especialmente si hay un montón de espacios inútiles, como, por ejemplo, el salón de baile de la planta baja, que era tan ancho como toda la casa.

El salón habría ido perfecto para hacer skate, pero estaba prohibido. Era un espacio precioso, con sus altas ventanas, sus techos de estuco y sus arañas, pero desde que vivía en la casa nunca se había celebrado un solo baile, una gran fiesta o una verbena.

Lo único que se celebraba allí eran las clases de danza y de esgrima de Minho. La tribuna para la orquesta, a la que se podía llegar por la escalera del vestíbulo, era más que innecesaria, excepto tal vez para Youngmi y sus amigas, que aprovechaban los rincones oscuros bajo las escaleras que conducían desde allí al primer piso para jugar al escondite.

En el primer piso estaba la ya mencionada sala de música, además de las habitaciones de lady Misuk y de la tía abuela Eunji, un baño (el de la puerta secreta) y el comedor, en el que la familia se reunía cada noche a las siete y media para cenar. Entre el comedor y la cocina, situada justo debajo, había un montaplatos pasado de moda en el que a veces Soobin y Youngmi se subían y bajaban el uno al otro dándole a la manivela, a pesar de que, como es natural, estaba estrictamente prohibido. Jeongin y yo también lo habíamos hecho a menudo antes; pero, por desgracia, ahora ya no cabíamos.

En el segundo piso estaban los aposentos de mister Bernhard, el despacho de mi difunto abuelo -lord Montrose- y una enorme biblioteca. Minho también tenía su habitación en ese piso, un cuarto situado en un ángulo de la casa y con una galería en saledizo del que a mi primo le gustaba presumir. Y su madre ocupaba un salón y un dormitorio con ventanas a la cale.

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