Capítulo 9

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Mamá me abrazó como si hubiera estado ausente al menos tres años. Tuve que repetirle un millón de veces que me encontraba bien antes de que dejara de preguntar.

-¿Tú también estás bien, mamá?

-Sí, cariño, estoy bien.

-Bueno, veo que todo el mundo está bien -comentó mister Hwang burlonamente-. Me alegra que lo hayamos aclarado. -Y se acercó tanto a nosotros que incluso pude oler su agua de colonia (una mezcla especiada y afrutada con un toque de canela que me hizo venir aún más hambre)-. ¿Y qué vamos a hacer contigo ahora, Hyori? -añadió, apuntando fijamente a mamá con sus ojos de lobo.

-He dicho la verdad.

-Sí, al menos por lo que hace a las cualidades de Felix -convino mister Hwang-. Pero aún queda por aclarar por qué la comadrona, que en esa época se mostró tan cooperadora como para falsificar el certificado de nacimiento, ha tenido que salir repentinamente de viaje precisamente hoy.

Mamá se encogió de hombros.

-Yo no le daría tanta importancia a algo que debe de ser solo una casualidad, Sunho.

-Encuentro igualmente extraño que en un caso de posible parto prematuro, la madre se decida a dar a luz en casa. Cualquier mujer mínimamente sensata se haría llevar a un hospital al sentir los primeros dolores.

Había que reconocer que en eso tenía razón.

-Sencillamente, todo ocurrió muy rápido -replicó mamá sin parpadear-. Aún tuve suerte de que la comadrona estuviera presente.

-Bien, pero incluso así, en un parto prematuro, después del nacimiento, cualquiera hubiera ido enseguida al hospital para que examinaran al bebé.

-Y lo hicimos.

-Pero al día siguiente -dijo mister Hwang-. En el informe del hospital se hizo constar que, aunque el niño fue examinado a fondo, la madre rechazó someterse a una revisión. ¿Por qué, Hyori?

Mamá se echó a reír.

-Creo que me entenderías mejor si tú mismo hubieras dado a luz y hubieras pasado ya por una decena de exámenes ginecológicos. Yo me encontraba perfectamente y solo quería asegurarme de que el bebé no tenía ningún problema. Lo que no entiendo es cómo has podido acceder tan rápido a un informe del hospital. Pensaba que las informaciones de ese tipo eran confidenciales.

-Por mí, puedes denunciar al hospital por violación de la ley de protección de datos -dijo mister Hwang-. Mientras tanto, nosotros seguiremos buscando a la comadrona. Estoy intrigadísimo por saber lo que esa mujer tiene que contarnos.

La puerta se abrió y mister George y mister White entraron acompañados por mistress Jenkins, que cargaba con un montón de expedientes.

Detrás de ellos llegó Hyunjin arrastrando los pies. Esta vez me tomé mi tiempo para observar detenidamente el resto de su cuerpo, y no solo su atractivo rostro. Busqué algo que no me gustara para no tener que sentirme tan imperfecto a su lado; pero, por desgracia, no pude encontrar nada. No era patizambo (¡de jugar al polo!) ni tenía los brazos demasiado largos ni los lóbulos de las orejas demasiado grandes (lo que, según afirmaba Jeongin, podía considerarse un signo de tacañería). Y la forma en que se apoyaba con el trasero en el escritorio con los brazos cruzados sobre el pecho no podía ser más guay.

Lo único criticable era el pelo largo que casi le llegaba hasta los hombros. Pero ni ese pensamiento estúpido daba resultado, pues su cabello era tan sano y brillante que instintivamente me pregunté qué se sentiría al tocarlo.

Daba pena ver toda esa perfección desperdiciada.

-Todo está preparado -advirtió mister George guiñándome un ojo-. La máquina del tiempo ya está lista para funcionar.

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