Capítulo 12

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Cuando la puerta se cerró detrás de Hyunjin y el conde, instintivamente di un paso atrás.

 
—Podéis sentaros tranquilamente —dijo el lord, señalando una de las delicadas sillas.
Rakoczy hizo una mueca. ¿Se suponía que era una sonrisa? Si lo era, le convenía volver a ensayarla ante el espejo.

 
—No, gracias. Prefiero seguir de pie.

 
Retrocedí un paso más hasta tropezar casi con un angelote desnudo que estaba colocado sobre una peana junto a la puerta. Cuanto mayor fuera la distancia entre mi persona y los ojos negros, más seguro me sentiría.

 
—Decidme, ¿realmente pretendéis que creamos que procedeís del siglo XXI?
Asentí.

 
Lord Brompton se frotó las manos.

—Muy bien; entonces veamos: ¿Qué rey gobierna Inglaterra en el siglo XXI?

 
—Tenemos un primer ministro que gobierna el país — dije titubeando un poco—. La reina se ocupa de tareas representativas.

—¿La reina?

 
—Isabel II. Es muy simpática. Incluso asistió a nuestra fiesta escolar multinacional el año pasado. Cantamos el himno nacional en siete lenguas distintas y Kim Daehyun consiguió que le firmara un autógrafo en su libro de inglés, que luego subastó en e-Bay por ochenta libras. Hummm... pero eso, naturalmente, no les dirá nada. En todo caso, tenemos un primer ministro y un gabinete con diputados que son elegidos por el pueblo.

 
Lord Brompton sonrió aprobatoriamente.

 
—Una idea divertida, ¿no le parece, Rakoczy? El conde tiene unas ocurrencias realmente chistosas. ¿Y cómo van las cosas en Francia en el siglo XXI?

 
—Creo que allí también tienen un primer ministro. Ningún rey, por lo que sé, ni siquiera con funciones representativas. Con la revolución, sencillamente abolieron la nobleza y al rey al mismo tiempo. A la pobre María Antonieta le cortaron la cabeza. ¿No es terrible?

 
—Oh, sí —río el lord—. La verdad es que los franceses son una gente terrible. Por eso los ingleses nos levamos tan mal con ellos. Decidme algo más: ¿con quién estamos en guerra en el siglo XXI?

 
—¿Con nadie? —contesté un poco inseguro—. En todo caso, no realmente. Solo intervenimos un poco aquí y allá de vez en cuando, en Oriente Próximo y países vecinos. Pero, para ser sincero, no tengo ni idea de política. Será mejor que me pregunten sobre... neveras, por ejemplo. Naturalmente, no sobre cómo funcionan, que no lo sé. Solo sé que funcionan. En todas las casas de Londres hay una nevera, y en ellas puede conservarse queso, leche y carne durante días.

 
No parecía que lord Brompton tuviera especial interés por las neveras. Rakoczy se desperezó como un gato en su silla. Confiaba en que no se le ocurriera levantarse.

 
—También pueden preguntarme por los teléfonos —dije rápidamente—, aunque tampoco puedo explicar cómo funcionan.

De todos modos, me daba la impresión de que lord Brompton tampoco hubiera entendido nada. Para ser sincero, no creía que valiera la pena explicarle siquiera el funcionamiento de la bombilla. Busqué alguna otra cosa que pudiera interesarle.

 
—Y por... hummm... también hay un túnel entre Dover y Calais, que pasa bajo el canal.

 
A lord Brompton aquello le pareció terriblemente cómico, y empezó a reír y a darse palmadas en sus enormes muslos.

 
—¡Delicioso, realmente delicioso!

Ya empezaba a relajarme un poco cuando Rakoczy intervino por primera vez en la conversación y preguntó en un inglés con un marcado acento:

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