xxii. our chick leaves the nest

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22. nuestro polluelo abandona el nido.

 nuestro polluelo abandona el nido

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Siete años después.

El eco de un grito estridente resonó a través de la mansión, seguido de un suspiro profundo que intentaba restaurar la calma en un día que ya estaba más allá de lo manejable. La pelinegra estaba al borde del agotamiento, mientras su pequeño travieso corría de un lado a otro, causando caos en la casa.

—¡Klaus! —la voz de Adelaide, llena de frustración, se alzó sobre el bullicio. Era evidente que su paciencia estaba al límite y necesitaba que el vampiro original interviniera.

El híbrido se volvió hacia ella, leyendo en su rostro que la situación requería una acción inmediata. Sus ojos se encontraron con los de él, y sin necesidad de palabras, Klaus entendió que debía actuar.

—¡André! ¡Ven aquí! —exigió con firmeza, su tono advirtiendo que no había margen para más travesuras.

El pequeño no parecía impresionado por la amenaza, pero finalmente se detuvo, mirando a su padre con una mezcla de desafío y resignación. Justo en ese momento, la hija de la pareja apareció en la entrada de la residencia, trayendo consigo una ráfaga de aire fresco.

—¿Día difícil? —preguntó Hope, observando la escena con una mezcla de simpatía y diversión mientras ambos padres intentaban contener a André, quien ahora estaba inmovilizado entre ellos.

—Uno bastante intenso —respondió su madre con un bufido, abrazando a su hija con un aire de alivio—. ¿Viniste con Kalev?

—Sí, lo arrastré conmigo. Se quedó hablando con Enya en la entrada. Tendremos una noche especial —dijo Hope, sonriendo con complicidad antes de desaparecer hacia la cocina, dejando a la madre con la intriga de la sorpresa que se avecinaba.

Adelaide intercambió una mirada curiosa con su hija mientras ella se iba, intentando ocultar su curiosidad sobre lo que ya sospechaba que sucedería.

En ese momento, Kalev y Enya hicieron su entrada, ambos con expresiones de entusiasmo en sus rostros.

—Hola, queridos amigos —dijo la pelinegra, saludándolos—. ¿Me acompañan a la oficina unos segundos? —miró el caos que se estaba armando con un suspiro—. Aquí no podremos hablar, este lugar es una locura.

Los tres se dirigieron por el largo pasillo hacia la oficina de Adelaide, un espacio que había sido cuidadosamente encantado para asegurar que ninguna palabra saliera o entrara. Una vez sentados, la pelinegra se preparó para abordar el tema que había estado esperando para discutir.

burning love - klaus mikaelson │²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora