Capítulo 30

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—Gracias por recibirme.

—De nada, Olivia. Tal vez no encuentres mucho, la policía a venido un par de veces —respondió Benedette.

No quedaba mucho de la mujer fina que era. Vestía de negro y usaba tan solo un collar de perlas. La casa se sentía vacía a pesar del personal de limpieza, quienes también vestían de negro.

Benedette abrió la puerta de la habitación de Walter y la cerró cuando entré. No pude evitar recordar muchos momentos en ese lugar. Incluso nuestra primera y única vez. Di un largo suspiro para evitar llorar y me acerqué a su escritorio, tomando asiento frente a él.

Abrí el cajón encontrándome con una pequeña caja roja. La abrí. Reconocí el anillo de compromiso.

Walter y yo entramos a la tienda de antigüedades y nos detuvimos frente al estante de joyas. Walter podía comprar cualquiera, pero yo necesitaba meses de trabajo para lograr comprar siquiera el par de aretes en oferta.

—¿Te imaginas a quién le pertenecerá ese anillo de compromiso? —pregunté con la mirada puesta en el anillo con un diamante muy discreto incrustado en el medio. Era realmente hermoso, y sutil.

—¿Te gusta?

—Eso no se pregunta, Walter. Es hermoso.

Y ahí lo tenía. En esa cajita con una nota adhesiva en el dentro.

Para Olivia, en nuestro futuro.

—Walter...

Tomé la caja y la guardé en mi bolso. Dentro de este se encontraba su celular. Lo tomé, me dirigí a la galería en busca del video que grabó el día de su muerte.

El atardecer era majestuoso. Después se escucharon los disparos y el video cortarse cuando el celular tocó el suelo. Pero segundos antes, se lograba apreciar parte de la camioneta. Regresé el video varias veces hasta quedar en ese segundo.

Reconocí la mano y la pulsera que tenía puesta. Sabía quién era el asesino de Walter, y era una clara sorpresa.

***

—Buenas noches, señor Gus —saludé al entrar a la tienda.

—Buenas noches, Olivia —respondió con una gran sonrisa.

—Adoro esa alegría —comenté mientras tomaba un par de chocolates y una bolsa de patatas fritas. No tenía una dieta balanceada, la depresión me hacía no querer comer algo que tuviera bajas calorías—. ¿Puedo saber el motivo?

Puse las cosas en el mostrador.

—El doctor Rivera llamó ayer por la mañana y nos avisó que Carlos ya tiene su trasplante de corazón.

—¿En serio? ¡Eso es maravilloso! —exclamé, fingiendo que no fui yo quién pagó por ese trasplante.

—Y si fuera poco, también nos llegó un recibo de todos los servicios médicos pagados. La cirugía, la recuperación, los aparatos y los medicamentos por dos años.

—¿Revisaron que todo sea válido?

—Sí. En el sobre venía el nombre de la fundación que lo hizo. También un número el cual llamamos y nos confirmó lo hecho. El doctor Rivera también lo hizo. Al parecer nos postulamos gracias al nombre de Carlos en la lista de espera.

Los chicos de Clarke✔️ [GAMEOVER 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora