Capítulo 1

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El día era como cualquier otro. El aire frío se filtraba por las ventanas en señal de otro clima húmedo y lleno de lluvia. El edredón de mi cama estaba acomodado con algunas arrugas en el medio. No era tan perfeccionista, pero verlas ahí me provocaba un ligero cosquilleo en la nuca.

Las veía mientras cepillaba mis dientes. A movimientos suaves y recargada en el marco de la puerta como si no tuviera ningún pendiente. Los organizaba en mi mente conforme veía las arrugas. Arruga uno, con pendiente uno. Arruga dos,con pendiente dos. Y así sucesivamente.

Terminé de cepillar mis dientes, escupí, me enjuagué y acomodé el cepillo en su lugar con torpeza para después secar mis labios con una pequeña toalla.

Salí del baño, tomé mi cárdigan gris y me lo puse. El calor que este me provocaba era tan reconfortante. La temporada de verano estaba muy lejos para Lomb Ville. Puesto que el pueblo estaba rodeado de árboles y estos, aunque fuera verano, no iban a permitir un día caluroso.

Bajé las escaleras y escuché a la abuela tararear la canción que sonaba por la radio. La casa de la abuela era vieja, pero no deteriorada. A lo largo de esos años traté de darle un toque moderno sin que se perdiera el ambiente hogareño que, con anterioridad y con mucho esfuerzo, ella y el abuelo trataron de formar.

Según Donatella, mi adorada casi viejecita, la casa estuvo abandonada por algunos años antes de que mis padres se casaran y me tuvieran. Pero la desgracia llegó y el asesinato de mis padres junto con ella. Su muerte es un vago recuerdo en mi torpe memoria. Solo recuerdo haber visto a la abuela llorar, tomar mis cosas y salir de la que parecía ser una gran casa.

A veces imaginaba mi vida si ellos no hubieran muerto. Si yo hubiera tenido esa gran casa con una iluminación perfecta. Dentro de una familia con vecinos nada problemáticos. Me senté frente a la mesa y sonreí por debajo.

—¿Quieres desayunar? —preguntó sin dejar de mover ligeramente las caderas al ritmo de la canción.

—No. Hoy no amanecí con hambre.

Se detuvo, en señal de lo duro que le pegaron mis palabras. Rechazar los huevos revueltos con el jugo de naranja de la abuela, se consideraba un pecado capital. Pero realmente no tenía hambre.

—Estás en etapa de crecimiento —protestó.

—Tengo diecinueve años. Ya pasé la etapa de crecimiento —diferí entre risas.

La abuela se dio por vencida y se sirvió un gran plato de huevos con un vaso de leche. Era una combinación que, para mis peculiares gustos, resultaba asquerosa. Pero la abuela solía comer de todo, y yo de no mucho.

—¿Irás a la casa hogar esta tarde?

—¡Oh, sí! Benedette está organizando un gran banquete y una noche de subastas para apoyar un poco la economía de Lomb Ville. Ya sabes, mujer sola con cuadros carísimos es un gran privilegio y un pase directo para ser santo de devoción.

—Olivia... —regañó Donatella, llevándose un bocado de huevos a la boca

—Lo siento.

Me levanté de la silla y tomé una manzana roja. Le di una gran mordida para después tomar mi bolso del perchero cerca de la puerta

—Vuelvo en la tarde. Te amo, abuela.

Me acerqué, le di un beso en la frente y ella me dio una palmada en la espalda en gesto de despedida. Salí de la casa, me subí al auto y conduje hasta la casa hogar con rapidez.

Era voluntaria en varias actividades de la comunidad. No estaba estudiando ya que luchaba por una beca en una de las mejores universidades del país. Llenaba solicitudes y mandaba toda la información necesaria. Había sido rechazada una vez, por lo que, en esta ocasión, la espera era realmente desesperante.

Los chicos de Clarke✔️ [GAMEOVER 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora